El genovés Edmundo de Amicis dejó escritas para la posteridad las vivencias de un joven escolar que se adentraba en el heroico mundo de las aventuras adolescentes. Corazón son las historias del patriotismo, la moral y el canto a la honradez y nobleza del ser humano. En esta recopilación de azares y cuentos, De Amicis plasmó: "La città ha sido una madre para ti: te ha instruido, deleitado y protegido. Estúdiala en sus calles y en su gente, quiérela y defiéndela si alguna vez la desprecian delante de ti".
Este elogio a la memoria guarda una estrecha relación con el encuentro que, desde el año pasado, la Málaga cofrade tiene con un pasado de renglones ahora enderezados. Es el descubrimiento constante de una forma de entender una Semana Santa que había permanecido oculta por los sinsabores torcidos.
La cofradía de la Clemencia es una razón indiscutible para encontrar la realidad de la ciudad. Uno no puede evitar la tentación de perderse por sus calles, reconquistando espacios anquilosados en otra realidad posible, para encontrar en el cortejo la luz a la que seguir.
Este año, como novedad, los nazarenos por fin fueron la antesala perfecta. El terciopelo negro, la capa blanca y la cruz de Santiago envolvieron a los penitentes que con sus hachetas (medio centenar) discurrieron por el casco antiguo. Impecable formación, al igual que el grupo de monaguillos, que con cariño repartían las estampitas ante un público ansioso de hacerse con algún recuerdo.
Pero el culmen sigue siendo el conjunto del Señor. La altura, la convivencia con el espacio, los remates, las molduras y el finísimo trabajo de los hombres de tronos y capataces que lo dieron todo aun cuando no es necesario demostrar nada.
Carretería, ahora abierta por obras, esperó al paso de la comitiva en silencio (sí se puede). Se hizo verdad en la calle. El crucificado de Gómez de Hermosilla rozó los cielos de Málaga convertido en una suerte del dalidiano Cristo de San Juan de la Cruz. Desde las alturas de la ciudad.
De fondo, la banda de cornetas de la Esperanza constatando (sucederá más veces en los próximos días) la consolidación de un binomio inquebrantable. La procesión, motivo de orgullo para el pueblo, solo deja en el aire una cuestión: ¿queda mucho para que vuelva a ser Sábado de Pasión?