De una forma cruel cayó el Málaga CF en Eibar. Sobre el papel, era uno de los partidos más complicados que le quedaban a los de Pepe Mel, ya que se medían el penúltimo como el aspirante a líder de la categoría, que acabó siéndolo. Pero a los blanquiazules ya no les tiene que importar el rival, porque solo le valen sumar de tres en tres. Y por complicado que pareciera, el equipo lo intentó. Es un resultado que deja muy mal sabor de boca por la forma en la que se produjo, mas en el viaje de vuelta hay algunos rayos de esperanza.
Reaccionó al atropello inicial del Eibar, supo tener paciencia con la pelota hasta el final, encontró el empate con empuje y carácter, algunas buenas acciones de N'Diaye y los dos fichajes, Lago Junior y Appiah, dejaron alguna muestra de lo pueden ser capaces de hacer.
Sobre el verde de Ipurua se vio a un Eibar con hechuras de Primera División, un equipo que salió a arrollar al Málaga y que no levantó el pie en ningún momento. Pero cuando el conjunto blanquiazul se repuso del zarandeo inicial, intentó imponer su juego cuando pudo, que en la primera parte fueron pocas veces. Otra historia fue lo que se vio tras el descanso.
Y a eso es a lo que se tiene que agarrar el Málaga para ser optimista con la permanencia.
El equipo malaguista salió a marcar su ritmo de juego y poco a poco fue aculando al Eibar, que tras varios fogonazos nada más reanudarse el juego agotó su producción ofensiva hasta los desgraciados minutos de descuento. Poco a poco los armeros se fueron aculando en los alrededores de su área, más por empuje malaguista que por voluntad propia. No fue un asedio, pero el Málaga dominó el juego. Eso, en un equipo que en la situación que están los blanquiazules y con la actitud del Eibar, es un paso adelante en un equipo que no hace mucho se hundía al primer traspié.
El Málaga supo reponerse y empatar el partido. Es una tónica que viene repitiendo en algunos partidos, como el último en La Rosaleda con el Tenerife. Es una muestra de carácter que es de lo que más necesita en el equipo.
Con cuentagotas, se vio lo que se espera de N'Diaye. Pisó dos veces el área con mucho peligro. Dio un tono el parisino salvo en los minutos finales, donde se le vio desfondado y sufrió para acabar los 90 minutos. Pero tuvo dos goles cantados. Uno lo estrelló en el lateral de la red y el otro se trastabilló y no lo pudo rematar.
Y a los extremos se les esperaba con el agua de mayo. Lago Junior no tardó en entrar en el campo. Tiene toda la pinta de que Pepe Mel no va a tardar en colocarlo en el once. Al poco de aparecer tuvo una oportunidad clara mezclando con Rubén Castro que Luca Zidane sacó con el pie. La fogosidad inicial se fue apagando. Pero todo si tiene continuidad puede aportar mucho desde la banda.
El otro debutante fue Arvin Appiah, que mostró chispa desde su entrada en el campo. Tras el 2-1, agarró la pelota para dejar atrás a varios rivales, pero se llenó de balón dentro del área. Ese atrevimiento y desborde se ha visto poco este año por La Rosaleda. Jugó a pie cambiado, arrancando desde la derecha.
Sin botín pero con algunas luces que pueden empezar a dejar ver el final del túnel en el que está el Málaga.