Fue un anuncio que pilló por sorpresa incluso a actores muy cercanos. El pasado domingo, el consejero de Presidencia, Administración Pública e Interior de la Junta de Andalucía, Elías Bendodo, anunció que la nueva sede de la Agencia Digital de Andalucía y del Centro de Ciberseguridad de la comunidad autónoma se situaba en el corazón de Málaga; concretamente, frente a la bahía en el Palmeral de las Sorpresas. Claro que los lectores de EL ESPAÑOL de Málaga ya lo sabían desde el sábado.
Se trata de un espaldarazo institucional al interés de las empresas tecnológicas en el entorno del Centro de la ciudad; de hecho, la conexión es obvia por temática y cercanía con la nueva sede de Ciberseguridad de Google en Málaga, cuya localización anunciada desde hace meses es a unas decenas de metros, en el antiguo edificio del Gobierno Militar.
La ciudad gana un nuevo actor muy cerca de su almendra histórica; mientras que Vodafone anunciaba la semana pasada que su sede provisional estaría frente a la estación de trenes María Zambrano, aunque -como publicó este periódico- las opciones de localizaciones definitivas que baraja la multinacional de telecomunicaciones son Teatinos o el Litoral oeste. Aunque se mantienen dentro de la urbe en sí, es temerario afirmar que seguirían estando en el entorno del Centro.
Los nuevos anuncios se sitúan en el tiempo, además, en un momento dulce para ser emprendedor, tener la tarde libre y no estar lejos de la calle Larios. Las tres principales comunidades del ecosistema -Málaga Startup Community, Biznaga Valley y Málaga Tech- celebraron en los últimos diez días eventos: respectivamente, en el hotel Molina Lario junto a la Catedral, en el restaurante Kaleido del Muelle Uno y en la fábrica de Cervezas Victoria, que también acogió el III Encuentro Tecnólogico de este periódico hace una semana.
El interés de las empresas tech en asentarse en la propia urbe no es nuevo; especialmente, entre aquellas compañías emergentes o startups que no necesiten más infraestructura que el necesario para poner un ordenador. Pero el espacio está cotizado. La inversora de talento Demium, uno de los agentes más activos del ecosistema joven, tiene a varias startups trabajando juntas en el céntrico Palacio de Crópani; otras compañías con más tamaño, como Uptodown, no se cansan de resaltar las complicaciones que han tenido para encontrar espacios a su medida y el titán Freepik, aspirante a primer unicornio malagueño, tiene de hecho divididas sus estancias entre unas oficinas en el entorno de la Catedral y otras en el de Vialia, ante la imposibilidad de meter a tantos empleados en una misma sede disponible en el Centro.
Ese gusto por estar cerca del corazón de la ciudad se suma a la también creciente demanda de plazas hoteleras cerca de los principales monumentos y el legítimo deseo de los vecinos de poder seguir viviendo en su céntrico barrio de siempre. El resultado de la ecuación no es sencillo, y sus detractores afirman que la alta demanda de las tecnológicas por el Centro y la falta de ofertas de espacios podría desembocar en gentrificación o pelotazos inmobiliarios.
Sus defensores, por el contrario, justifican que las buenas localizaciones resultan más atractivas para el talento y refuerzan la permeabilidad de la faceta tecnológica de la ciudad en toda la sociedad. Sus tesis son actualmente las que se imponen, y ya están en proceso varios proyectos de oficinas en la zona céntrica: el más importante de ellos, quizá, el de la bautizada como esquina de oro del puerto.
No significa que sea un juego de suma cero. La demanda de oficinas en el Málaga TechPark -el antiguo PTA, a 13 kilómetros del Centro, en el periférico distrito de Campanillas- tampoco para de crecer; con el añadido de que, en este caso, el parque cuenta con espacio de sobra para absorber su margen de crecimiento. ¿El resultado? Un win-win para un debate de localizaciones en la Málaga tecnológica que muchos actores consideran ya obsoleto. Una subida de marea, defienden, eleva a todos los barcos.