En octubre de 2015, algunos de los emprendedores más exitosos de la Málaga tecnológica se reunieron bajo la iniciativa Málaga Code y lanzaron un manifiesto titulado "Aprender a programar y programar para aprender". "Los niños y niñas que aprenden a programar mejoran su educación y son clave en la estrategia de la Málaga tecnológica", comenzaba el texto, que destacaba los efectos positivos en la capacidad de resolución de problemas, lógica, creatividad y autonomía que tiene esta práctica.
"Los niños que aprendan a programar (...) serán conscientes de que el futuro puede estar en sus manos, y ese cambio de rol despierta y potencia la curiosidad, la creatividad y el espíritu emprendedor, lo que favorecerá la generación de nuevos proyectos y empresas en Málaga. Las personas son el ingrediente clave para posicionar a Málaga como referente en nuevas tecnologías", afirmaba.
El manifiesto argumentaba la importancia de "entusiasmar desde abajo y desde pequeños", ya que "no podemos aspirar a ser un ecosistema puntero en innovación sin niños y niñas que quieran ser ingenieros en nuestra universidad". No les faltaba contundencia sobre el déficit de profesionales en el área tecnológica: "No abordar esta situación parece casi suicida en un país y una región como la nuestra, que soporta la tasa de desempleo más alta de Europa".
Ese llamamiento de poner a la Málaga del futuro a aprender a programar tuvo respuesta. El Ayuntamiento puso en marcha Málaga Byte, una iniciativa que logró en apenas un curso (el 2016/2017) que más de 10.000 alumnos de entre 5 y 16 años y casi un centenar de profesores se formaran en código a través de casi medio millar de actividades. "Es una de las cosas que me siento más orgulloso de haber montado desde el Ayuntamiento", explica en conversación con EL ESPAÑOL de Málaga el que entonces era gerente del Centro Municipal de Informática del Consistorio, David Bueno, que se encargó de coordinar el proyecto.
Tras dos años con buenos resultados, la iniciativa se desinfló. La pandemia de la Covid-19 terminó por acabar con un proyecto en torno al que se habían reunido Junta de Andalucía, empresas, Universidad y Ayuntamiento. "Para que funcione, básicamente, hace falta financiación", resume Bueno. Ahora, algunos años después de aquel impulso pionero en la ciudad, varias iniciativas tratan por libre de reanimar el fuego de la programación en las nuevas generaciones de la Málaga tecnológica.
Una nueva esperanza
El CEO de Uptodown, Luis Hernández, se mostraba esta pasada semana entusiasmado por el temario de una actividad extraescolar en el colegio de su hija de 14 años, La Asunción: cómo ser un hacker ético, desarrollar proyectos de electrónica desde cero, utilizar herramientas de inteligencia artificial de purísima actualidad como MidJourney o Chat GPT, aprender las bases del lenguaje de programación Python.
A través de una publicación, mencionaba al fundador de Virustotal y principal responsable de la responsable de la apuesta de Google a Málaga, Bernardo Quintero. Él y el actual CEO de Freepik, Joaquín Cuenca, fueron los impulsores del manifiesto de Málaga Code. ¿Una nueva generación ha recogido el guante?
Federico Lozano tiene veintipoco años y es CEO de Blueberry, la empresa encargada de esa actividad extraescolar. Junto con otros dos amigos salidos de la Universidad de Málaga, son los responsables de haber dado esperanza a aquellos pioneros de que el proyecto que reunió a las grandes instituciones del ecosistema tecnológica de la ciudad tiene herederos. Aunque su inicio fue menos premeditado: "Empezamos a dar clases de programación a niños porque éramos jóvenes, nos daban la oportunidad y era un dinerillo", explica Lozano en conversación con este periódico.
Este ingeniero de telecomunicaciones malagueño se estrenó como profesor en un programa de enseñanza de código para niños de una universidad privada de Madrid. Junto con sus compañeros de grado Rafael Fuentes y Carlos Altamirano, en verano de 2022 se desvincularon de esa institución y fundaron Blueberry por un simple motivo: "Nos hubiera encantado que nos hubiera enseñado esto de niños. Ojalá hubiéramos tenido un programa así, a nuestro estilo".
"Un niño motivado te saca proyectazos. Solo tienes que acompañarle"
Para ellos, acercar la tecnología a los más pequeños supone "dar herramientas al alumno y generar la motivación para que, con eso, sea capaz de crear sus propios proyectos", explica Lozano. Su metodología apuesta por dar "algunas píldoras teóricas", habilidades suaves como el trabajo en equipo, la creatividad o la comunicación y mucha libertad al estudiante. ¿Resultado? "Algunos niños cogen con 15 años un nivel de ingeniero".
"Honestamente, para mí la programación es como el inglés. Como decía el anuncio, el inglés se enseña mal. La programación, igual. En la Universidad, a mí me costó cogerlo...", reconoce el CEO de Blueberry: "La motivación lo es todo, y un niño motivado saca proyectazos. Solo tienes que acompañarle (...) No es aprender a picar código, es aprender a usar herramientas tecnológicas para tus motivaciones vitales. ¿Te gusta crear videojuegos? ¿Quieres ser un artista? ¿Buscar cosas por internet? Es tan transversal que lo opuedes enfocar como quieras, esa es la idea que queremos hacer llegar".
Si Málaga Byte puso a participar en el proyecto internacional de La Hora del Código a varias decenas de colegios de toda la ciudad, Blueberry por ahora solo está presente en La Asunción como extraescolar y en conversación con otros centros educativos para comenzar el año que viene. "Nosotros estamos abiertos a colaborar con más y muchas veces los padres nos preguntan, pero a veces los colegios ni nos contestan", se resigna Lozano, que —al igual que sus dos socios— convalida el proyecto con su carrera profesional y cree que los propios centros son consciente del "gap tecnológico entre la nueva y la vieja escuela".
Con todo, en 2022 recibieron el premio Spinoff de la UMA a la creación de empresas en el ámbito universitario y sueña con poderse dedicar a tiempo completa a Blueberry. "Lo que queremos es contribuir al cambio que está teniendo la ciudad e impulsar esa industria que se está creando aquí. Queremos crear esa alma tecnológica de Málaga, que no sea solo turismo", sentencia Lozano.
Formar al formador
Para la catedrática en Telecomunicaciones Mari Carmen Aguayo, directora de la cátedra Hedy Lamarr para fomentar vocaciones tecnológicas entre chicas, uno de los objetivos principales debe ser formar a los profesores de Primaria y Secundaria. "En todos los colegios que hay, en general, una sensación de necesidad (...) Ellos notan sus propias carencias", afirma.
Su cátedra organiza campamentos de verano para chicas de Informática, Telecomunicaciones e Industriales; charlas en institutos, talleres, competiciones de proyectos y formación para el profesorado. "Programar es fundamental. Al igual que hay que saber leer y escribir, vamos a tener que saber darle órdenes a la máquina para que nos obedezca. Siguiendo el símil, habrá quienes serán escritores, que serán los programadores; y habrá quien simplemente use la programación como la escritura, para comunicarse", argumenta Aguayo en conversación con EL ESPAÑOL de Málaga.
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Pero, para que estas herramientas tecnológicas trasciendan las actividades extraescolares y entren en las horas lectivas, los maestros de los colegios deben ser los primeros en aprender. Ella también insiste en la comparación con los idiomas: "Antes, la formación bilingüe era complicada. Ha habido que hacer una revolución casi a la hora de entender dónde y cómo se daba el inglés. Necesitamos que esa misma revolución que hubo ocurra también con todo lo que tiene que ver con la tecnología".
"Programar es otro idioma simplemente, un idioma que la máquina puede entender. Hay que enseñarle a los maestros", incide.
175.000 € por curso
No obstante, para David Bueno, el coordinador del proyecto municipal MálagaByte, la iniciativa que con más fuerza ha tomado el testigo también proviene de la UMA. Se trata de ToolboX, una herramienta gratuita a disposición de cualquier profesor para enseñar los fundamentos básicos de la programación con el formato de un juego. Es una creación del catedrático en Inteligencia Artificial Francisco Vico, que en un reportaje con este periódico defendió que una transformación curricular ambiciosa "tiene que tener material y personal adecuado".
"Enseñamos un lenguaje algorítmico prácticamente en casi todas las asignaturas. Una regla ortográfica es un algoritmo; cuando enseñas genética en biología, ahí hay un algoritmo; en matemáticas, por supuesto; en física, casi todo... Estamos enseñando programación sin darnos cuenta, pero de una manera muy informal. Lo ideal sería que en distintas asignaturas se enseñara ese lenguaje y se utilizara y se usara para resolver los problemas de su asignatura: que en el futuro no hubiera una asignatura de programación, sino que estuviera en todas", señaló Vico. En 2021, algo más de 500 centros entre Andalucía, Euskadi, Colombia, Chile y México hacían uso de esa herramienta.
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Por su parte, Málaga Byte contó con dos empresas que daban los talleres (Robotix y Stemxion) y con la colaboración de cada institución para conseguir optimizar los recursos que podían aportar. "Lo interesante era que todo el mundo estuviera involucrado (...) Fue difícil conseguir es coordinación, pero luego al final fue lo más gratificante", recuerda Bueno.
El proyecto contó con 175.000 euros de financiación por curso y su coordinador cree que, si el material sigue en las mismas condiciones, "con ese mismo dinero se podría hacer algo al año". "Lo ideal sería que, si el proyecto fuese común entre Gobierno, Junta de Andalucía y Ayuntamiento, se llegara a una financiación conjunta. Puede haber proyectos de innovación o de fondos europeos que ayuden a llevarlo a cabo. Y otra opción sería conseguir patrocinadores...", propone el coordinador del proyecto que puso a los niños de Málaga a programar.