Hace nueve años, cuando todavía nadie había oído hablar jamás de Chat GPT o Midjourney, un malagueño en Seattle se lo jugó todo a la inteligencia artificial. Pablo Tapia lideraba —tras una intensa trayectoria internacional— proyectos en esa ciudad estadounidense dentro de una gran empresa de telecomunicaciones, pero se dio cuenta de una limitación: no tenían la capacidad como operador de automatizar la gestión de la red.
"Vi la oportunidad y me asocié con antiguos colegas que habían trabajado conmigo en una startup anterior. Desde el principio, la idea fue muy clara: la inteligencia artificial y el big data iban a transformarlo todo", explica Tapia, cofundador de la empresa tecnológica Tupl, en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga en las mismas oficinas de la empresa en el edificio The Green Ray.
La dificultad que había encontrado en la grandes teleco era lo complicado que era automatizar la toma de decisiones ante las enormes cantidades de datos que se recopilaban: "No se podía hacer el típico algoritmo, sino que necesitaba un ingeniero... pero la IA puede emular esa toma de decisiones", incide el también jefe de tecnología (CTO) de esta compañía con más de 70 empleados.
Es ese ahora su gran objetivo: crear una interfaz de usuario lo más amigable e intuitiva posible para poder gestionar mediante inteligencia artificial las ingentes cantidades de información que se gestionan a nivel empresarial e industrial. Y lo hacen desde Málaga: "Es muy ambicioso y tiene muchísimo potencial. Lo conseguiremos, la cuestión es si llegaremos a tiempo"
"La barrera que hay, de forma pragmática, es a la hora de adoptar la inteligencia artificial. Hemos visto cómo la IA puede ser transformativa con una interfaz de usuario súper sencilla que por detrás lleva un trabajazo que no veas. Eso mismo tiene que ocurrir en todos los ámbitos, no solo en texto o imágenes", reflexiona Tapia: "El reto es cómo poder hacer ese modelo de Chat GPT con datos internos para que se puedan automatizar los procesos. Ahí es donde nos enfocamos nosotros".
Esa plataforma que simplifica los grandes problemas complejos —con la idea de "que, sin tener que saber nada de programación, IA, big data ni nada, el ingeniero tenga una herramienta para desarrollar su idea"— ya se está aplicando en distintos casos de uso concretos, que han ido comercializando mientras trabajan en el gran producto final.
"Nuestro ataque al mercado ha pivotado mucho. Esta es una iniciativa muy ambiciosa que ha tardado muchos años en llegar a una masa crítica y, mientras tanto, teníamos que comer", justifica Tapia. En las herramientas actuales, se pueden obtener gráficas comparativas entre los distintos elementos de una misma compañía, ver de un vistazo los datos de cada mes o cada 15 minutos, ver los valores de referencia en serie o de forma aislada, generar alertas si se producen anomalías...
Ellos ya cuenta con una plataforma genérica que se puede personalizar a los distintos casos de uso que le plantee la empresa de forma rápida, especializados en verticales como la agricultura o la salud digital además de las telecomunicaciones, y tienen clientes como el malagueño Grupo Premo o gigantes internacionales como T-Mobile y Softbank.
"Nos tuvimos que enfocar en crear algún caso de uso crítico que demuestre que necesitas esta plataforma: primero, nos centramos en la automatización de la resolución de quejas de clientes. En torno al 25% del trabajo de los ingenieros de campo se invertía en este tipo de tareas, de desarrollar nuevos casos de uso como palanca para vender mientras reforzábamos la plataforma", señala el CTO de Tupl.
[La revolución de la inteligencia artificial, desde Málaga: "Estamos más que preparados"]
Tras su creación en Seattle en 2014, Tupl comenzó su andadura en la Málaga natal de sus fundadores en 2015. Aunque mantiene su sede en la ciudad estadounidense, el equipo técnico está en España y Pablo Tapia se mudó finalmente de vuelta a su ciudad de origen en 2017. Él define a la compañía como "un híbrido" entre la personalidad americana, muy centrada en levantar grandes rondas de inversión, y la española, focalizada en hacer un buen producto que crezca a pulmón. La mayoría de clientes, no obstante, sigue estando en EE.UU. o Japón.
"Al principio, nos financiamos al modo americano hasta que fuimos rentables. Entonces dejamos de invertir y empezamos a crecer de forma orgánica", explica el cofundador. Levantaron dos rondas de inversión, una de fase semilla por valor de 1,5 millones y otra de serie A de unos 10 M. Así, hace unos tres años ya lograron la estabilidad financiera: "En la vida podríamos haber hecho esto solo a pulmón, es un sistema muy ambicioso", explica Tapia.
Retos nacionales y locales
"Cuando empecé, la diferencia de valoración de empresas era brutal entre Estados Unidos y España... Y, cuando uno tiene vocación de competir a nivel global, tiene que tener una valoración global. El capital riesgo es fundamental, y creo que se están cambiando cosas", argumenta el cofundador de Tupl, que señala como reto fomentar la innovación de una forma más pragmática y menos burocrática a nivel nacional.
Desde su experiencia, a nivel internacional se considera a los trabajadores españoles como "la leche". "No nos rendimos. La universidad nos enseña a romperte la cabeza a buscarte la vida y sacar un problema adelante sea como sea y, si no sabes algo, lo aprendes y lo sacas", valora: "El ingeniero español es muy apasionado y, cuando está motivado, es capaz de hacer grandes cosas".
"Creo que en Málaga se han hecho las cosas muy bien. Cuando yo me fui, Málaga empezaba y se buscaba traer empresas con una mentalidad de ofrecer mano de obra barata, así que la gente que había en el parque no estaba a gusto. Los ingenieros que querían hacer algo grande se iban", recuerda el CTO de Tupl.
Desde su perspectiva, ahora las cosas son distintas: grandes empresas como Google o Freepik han dado mucho nombre a la ciudad, ha cambiado el tipo de proyectos que se desarrollan desde el parque tecnológico, la UMA ha potenciado grupos de investigación "potentes" en relación con la empresa y "hay muchas conversaciones en torno a cómo dar forma y estructura a que el capital que quiere venir no sean esfuerzos aislados".
"Además, en Málaga hay una mentalidad abierta y colaborativa, han confluido muchas cosas. Se están poniendo bases para que esto siga creciendo en la buena dirección", señala Pablo Tapia. Para él, las cuentas pendientes son "pensar más a largo plazo" aún y "hacer iniciativas de más calado". Pero es optimista: "Son retos bonitos y se pueden solucionar".
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