La peatonalización de la calle Larios y la Plaza de la Constitución, que acaban de cumplir 20 años, marca un punto de referencia incuestionable de todo el proceso de transformación y regeneración urbana a la que viene siendo sometido el Centro histórico de Málaga desde hace casi tres décadas. Pero esta operación de cirugía hubiese sido imposible sin la millonaria aportación de los fondos europeos.
Sin el dinero procedente de Bruselas, que ha dejado una inversión próxima a los 160 millones, difícilmente la capital de la Costa del Sol sería hoy lo que es. Sin embargo, el éxito de esta metamorfosis, sentida en decenas de calles, plazas y zonas "degradadas" del corazón de la ciudad, obliga a realizar una lectura más profunda sobre el verdadero fin de esta financiación comunitaria.
Algo que se viene poniendo de manifiesto tras los análisis que concluyen con la huida de vecinos del barrio hacia zonas más cómodas y económicas. Así lo admite Pedro Marín Cots, uno de los principales responsables de que Málaga haya sido merecedora durante décadas del favor de los planes europeos, quien ofrece una visión crítica con el resultado actual.
"La renovación del Centro Histórico, de la ciudad antigua, de los arrabales y del Ensanche Heredia-Soho ha supuesto una transformación muy notable de un espacio que estaba muy degradado y obsoleto; sin embargo, el objetivo principal que era aumentar su reducida y envejecida población ha fracasado totalmente", afirma.
A su juicio, la razón hay que encontrarla en los "aspectos negativos" surgidos tras el extendido proceso de peatonalización. Menciona la "excesiva" ocupación del espacio recuperado por bares, restaurantes y terrazas, que tuvo como efecto colateral un incremento de las molestias por el ruido. "Y a partir de 2016, con la exponencial apertura de viviendas de uso turístico que han producido una variante de la gentrificación que es la turistificación", añade.
"Los fondos Feder han sido utilizados para impulsar una política neoliberal excesivamente mercantilista que no ha cumplido sus objetivos originales y ha aumentado la segregación espacial y social en el Centro"
Para poner coto a ciertos usos desmedidos, Cots, al frente del Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU) de Málaga, viene defendiendo desde hace más de una década la necesidad de regular los usos o intensidades, buscando "evitar la expulsión de los residentes y la ruptura de la morfología urbana". "Es evidente que hemos fracasado en tratar de recuperar el equilibrio perdido", sentencia.
Para el directivo municipal, protagonista en los últimos años de contundentes mensajes cuestionando el modelo de la ciudad, las decenas de millones procedentes de Bruselas han sido utilizados para impulsar "una política neoliberal excesivamente mercantilista que no ha cumplido sus objetivos originales y ha aumentado la segregación espacial y social en el Centro".
Por ello, incide en que recuperar el "equilibrio perdido" se antoja como una importante necesidad "antes de que Málaga acabe convertida en una provinciana Catar entre delirios de falsa grandeza".
Larios no fue la primera
Lejos de lo que muchos creen, Larios no fue el inicio de todo el proceso de renovación. Hay que remontarse a 1994 para, de la mano del Plan Urban, encontrar las primeras actuaciones. Con él se puso en marcha "el diseño de una estrategia integral que denominamos 'estrategia de la araña', en el sentido de ir actuando al mismo tiempo en calles o plazas, en sus edificios o en sus comercios, de forma que las acciones tuvieran visibilidad y no se dispersaran".
Aunque todos los focos históricamente se han puesto sobre Larios, antes de su cierre al tráfico ya se había producido la renovación de una gran extensión del espacio público. Tirando de memoria, recuerda el nivel de oposición que tuvo la apuesta por peatonalizar la calle.
"Fue casi una misión suicida", se atreve a afirmar, apuntando que los primeros borradores del proyecto elaborados por la Gerencia de Urbanismo "mantenían las aceras y el aparcamiento de coches".
Por ello, propuso al alcalde, ya entonces Francisco de la Torre, hablar con los arquitectos Iñaki Pérez de la Fuente, Francisco Gonzales y Juan Gavilanes para que trabajasen en un nuevo modelo más ambicioso, sin aparcamientos y con todo el espacio al mismo nivel. Contrarreloj, el encargo fue posible.
"Esa reforma supuso una nueva forma de ver el futuro de la ciudad", afirma Pérez de la Fuente, valorando que esa renovación permitió a la capital ofrecer "un gran espacio de reunión y paseo (¡de casi una hectárea!), que solucionó una gran carencia de principios del siglo XXI". "Durante el siglo XX la ciudad creció sin un espacio representativo que tuviese la escala de la nueva dimensión de la ciudad y el proyecto de Larios solventó esta necesidad", añade.
"Supuso una nueva forma de ver el futuro de la ciudad; creó un gran espacio de reunión y paseo que solucionó una gran carencia de principios del siglo XXI"
Pero por encima del valor físico y material, pone el acento en la dimensión social de un proyecto "compartido", que supuso un momento "muy fuerte de optimismo y autoconfianza". "La ilusión generada durante el seguimiento de las obras y tras sus resultados animó a creer que las cosas podían ser de otra manera, y se le perdió el miedo a lo nuevo, al ver que la ciudad podía renovarse cuidando sus rasgos de identidad más queridos", agrega.
Los primeros movimientos en ese renacer del Centro se dieron casi una década antes, cuando el hermano europeo empezó a colaborar de manera directa en la regeneración de espacios degradados y en impulsar el tejido social y empresarial. Y ahora tiene continuación casi 30 años después en operaciones de calado como los de Carretería y Álamos, la Plaza de San Pedro, la calle Trinidad Grund.