Han pasado más de tres años desde aquel fatídico 23 de octubre de 2020. A las 21.15 horas, un conductor atropelló y abandonó a Ángel, un joven de apenas 17 años, en la carretera de acceso a Las Castañetas, una barriada de Málaga capital. El chaval murió minutos después sobre el asfalto.
Ángel venía de acompañar a su novia. Ella no sabía que aquel sería su último beso de despedida. Cuando iba de vuelta a casa por el arcén, pues en aquel entonces no había acera, un conductor lo arrolló a toda velocidad y lo abandonó, malherido sobre el arcén, y se dio a la fuga. No llamó al Servicio de Emergencias. No lo metió en su coche para llevarlo al hospital más cercano. No hizo nada por salvar la vida de un niño de 17 años.
Su familia sigue sin encontrar consuelo pese al paso de los años, pero sueñan con que el tribunal sea justo ante el calvario que llevan pasando desde la muerte de Ángel. El juicio comienza este lunes y se alargará hasta el próximo viernes.
Pese a que al día siguiente de la noche de autos el hombre acudió a entregarse a la Policía Local y dio positivo en drogas, este quedó en libertad provisionar tras pasar a disposición judicial. Al haberse presentado al día siguiente, la defensa no pudo probar que fuese en estado de embriaguez al volante. Matilde estaba enterrando a su hijo cuando recibió aquella noticia que le partió el alma. El presunto autor de la muerte de su hijo era libre. "No me dio tiempo a enterrarlo y ya estaba en la calle", contaba hace unos meses ante este periódico.
Según Matilde, la madre del fallecido, tras acabar con la vida de Ángel, el hombre escondió el vehículo en el que viajaba, un Seat Altea, y se marchó a recoger ropa y a llevarse a su familia del barrio. "Para eso sí tuvo conciencia y estaba bien, pero para ayudar a mi hijo no", matizaba entonces su madre.
El fiscal no pidió para él la adopción de medidas cautelares como la retirada del carné de conducir. El presunto autor de los hechos solo quedó en calidad de investigado por un presunto delito de homicidio imprudente. La familia de Ángel tuvo que mudarse del barrio para no cruzarse con el conductor del vehículo.
Matilde y el resto de la familia han luchado durante estos meses trasladándose incluso a Madrid con otras familias para presentar 700.000 firmas en el Congreso de los Diputados a fin de endurecer las penas para estos conductores (bajo los efectos de las drogas, borracho o a más velocidad de la permitida) en el Código Penal y que los atropellos de sus familiares sean considerados como homicidios dolosos.
"Lo hacemos también por los que nos quedamos aquí, por el hecho de que a nadie más le pase algo como lo que le ha pasado a nuestros hijos", contaba en aquel momento Matilde, que aportó junto a su familia un total de 30.571 firmas del total.
Entre las familias que se reunieron estaba la de la pequeña Leire, la niña de cinco años que murió atropellada en Roquetas de Mar (Almería) en julio de 2021 por un legionario que presuntamente conducía ebrio, con un cubalitro en la mano. El juicio se celebró y aunque las partes llegaron a un acuerdo, los padres de la menor consideraron que no ha habido justicia suficiente con su niña; tres años de prisión, la retirada del carné y una indemnización de 215.000 euros.
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