El horizonte temporal en el que las máquinas empezarán a trabajar sobre las manzanas del popular barrio de El Perchel, demoliendo primero las edificaciones existentes y levantando, después, los nuevos inmuebles residenciales, de oficinas o hotel, está aún por definir con exactitud. Pero lo que sí es posible es determinar hasta qué punto el pasado remoto y la labor arqueológica se cierne como elemento clave para el desarrollo de este ambicioso proyecto inmobiliario.
Sirva solo analizar el estudio técnico realizado por la empresa Nerea Arqueología Subacuática, por encargo de la propia promotora, Dazia, para constatar la singularidad de la zona en la que se asienta la operación. Buena parte de los bloques se levantan sobre el arrabal de Attabanim, de origen musulmán; el mismo barrio árabe desenterrado en la Avenida de Andalucía por las obras de construcción del Metro.
La evolución histórica, en cualquier caso, es diversa. Según Nerea, en la época emiral se supone que una zona de huertas o almunias; el uso agrícola se mantiene durante el Califato Omeya de Córdoba, detectándose algunas infraestructuras para albergar agua.
Es a partir del establecimiento de la capital del Califato en Málaga, con la dinastía Hammudí (1023), cuando la medina experimenta un fuerte crecimiento demográfico que repercutirá en el arrabal, que comenzará a poblarse. El crecimiento aumenta con la llegada de los almohades, "alcanzando su máxima expresión".
"Parece que en el siglo XIV el arrabal comienza a despoblarse centrándose en la zona de La Puente, Cañaveral, Pulidero y Priego", exponen los expertos en el documento, en el que se indica que a final del siglo XV la proximidad de las fuerzas cristianas y el inicio del asedio pudieron actuar como desencadenante del abandono definitivo del arrabal.
La continuidad del arrabal en la zona sur de El Perchel queda demostrada por varias intervenciones arqueológicas ejecutadas en la zona, "localizándose el cierre sur de la muralla, que se define al cortar las arenas de playa mediante una fosa de inserción".
Estas intervenciones ponen de manifiesto el temprano asentamiento en esta zona, detectándose un complejo alfarero desde el siglo IX. El mismo estaba compuesto de hornos circulares de ladrillo. Las obras para la construcción del aparcamiento de la Avenida Andalucía permitieron localizar un segundo cementerio de la ciudad que correspondería al arrabal.
A ojos de los arqueólogos, del estudio de inhumaciones se desprenden datos importantes. Para momentos anteriores al siglo X, "tenemos un alto número de enterramientos que contrasta con el carácter residual de la presencia emiral de la zona". Ello, unido a los obtenidos de la calle Sebastián Souvirón y Frailes, muestra un alto grado de dispersión de los primeros lugares de enterramientos. La mayor densidad de enterramientos se tiene desde el Siglo XI hasta el XIV, coincidiendo este crecimiento con el desarrollo del arrabal.
En este contexto, el propio trabajo de Nerea apunta la necesidad de que la concesión de las futuras licencias de obra estén condicionadas a la vigilancia del movimiento de tierra por parte de un técnico arqueólogo. Y se señala que si durante la vigilancia se observan estructuras antiguas o vestigios de interés para su estudio científico, la parcela pasaría automáticamente a la consideración de zonas de sondeos.