El boom de la Málaga tecnológica no ha surgido de la nada. Además de todos los esfuerzos públicos y privados por que se haga realidad, existe un hilo histórico que une este momento de la ciudad con otro de hace poco menos de dos siglos. En el s. XIX, la ciudad andaluza ya se convirtió en una referencia a nivel nacional de las industrias más emergentes. Si ahora son microchips, ciberseguridad y software; antes eran la siderurgia, el textil y la industria química.
¿Qué fue lo que hizo que surgiera aquella Málaga tecnológica del siglo XIX? ¿Por qué dejó de existir tras varias décadas liderando la modernización industrial de Andalucía y España? Y, sobre todo, ¿qué podemos aprender de aquel momento histórico para intentar conseguir que, esta vez, el cambio de modelo productivo de Málaga sí sea definitivo?
El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga Cristóbal García Montoro responde a todas esas cuestiones en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga: "El fenómeno de la industrialización de Málaga en el siglo XIX sorprende por lo temprano de su aparición, cuando todavía en la mayor parte de España y en muchos países de Europa no se había extendido", adelanta.
"A mediados del siglo XIX, Málaga es una ciudad con una producción industrial notable en sector líderes, como son la siderurgia y la industria textil. Ahí es donde tuvieron lugar los cambios tecnológicos, las nuevas máquinas, que constituyen el fondo de la revolución industrial", afirma García Montoro.
Las empresas dedicadas a estos sectores en aquella época en la ciudad andaluza son "verdaderamente relevantes" por "el volumen de su producción", "el número de trabajadores que emplean" y "la maquinaria que utilizan". Tan relevante fueron que convirtieron a la ciudad, a mediados de ese siglo, en una referencia industrial por encima incluso de regiones como País Vasco o Cataluña. ¿Cómo surgió algo así?
"Hubo una serie de empresarios o emprendedores, personas dispuestas a aventurarse en negocios nuevos que ven que hay posibilidades en le mercado y se lanzan a esa aventura", apunta el catedrático de la UMA, que destaca el rol de Manuel Agustín Heredia: "Tiene un perfil de empresario americano que, partiendo de la nada, llega a lo más alto. Es un hombre con una mentalidad moderna que empieza en el mundo del comercio, pero no se queda solo ahí como otros".
También fue relevante el carácter cosmopolita de la ciudad y la relación con Inglaterra, cuna de esa revolución industrial. Los empresarios malagueños tenían relaciones comerciales con aquel lugar y exportaron parte de la tecnología, además de incluso mano de obra preparada para accionarla y formar a los trabajadores locales. De hecho, Heredia se casaría con Isabel Livermore Salas, de origen irlandés.
El caso es que 1830 ya estaba funcionando La Concepción, la primera ferrería en Marbella, y en los años siguientes hacía lo propio La Constancia, los altos hornos junto a la playa de San Andrés que llegaron a estar entre los más modernos del mundo en su época. Ese incipiente auge industrial de Málaga tuvo además un inesperado aliado bélico: la primera guerra carlista (1833-1840).
"Esta guerra civil afecta sobre todo a la zona del Cantábrico, donde estaba la siderurgia tradicional", desarrolla García Montoro: "Es una coyuntura favorable que Málaga aprovecha muy bien. En 1840, Manuel Agustín Heredia es el primer productor de hierro de España. Málaga fue la primera productora nacional de hierro durante un cuarto de siglo, entre los años 30 y 60".
Este auge, con todo, no se tradujo en una transformación total del modelo urbano de Málaga: "Corremos el riesgo de pensar que la ciudad industrial se hizo predominante, y eso no fue así. Las actividades agrarias seguía teniendo mucho peso y el empresariado burgués seguía siendo muy reducido, se limitaba a unas pocas familias", explica el catedrático de Historia Contemporánea. Es decir, este auge no permeó en el tejido social ni dio origen a industrias complementarias más pequeñas.
En las décadas finales del siglo XIX, el boom industrial terminó por decaer. García Montoro descarta hablar de "fracaso", sino que prefiere términos como "crisis", "transformación" o "reconversión" a otros sectores como el agroalimentario o el eléctrico. La mala fortuna fue que el contexto político nacional, igual que elevó la siderurgia malagueña, acabó también por desinflarla.
"Se dieron circunstancias de política económica desfavorables, lo que retrajo a los empresarios", señala el catedrático: "La política arancelaria de España protegió el carbón de Asturias y no permitió a Málaga importarlo barato. Había que traerlo o de Asturias o de Inglaterra, y en ambos casos salían muy caro y ya era difícil conseguirlo". Desde su perspectiva, la muerte de esa generación destacada de empresarios también fue un factor a la hora de no darle continuidad al auge industrial.
Cristóbal García Montoro forma parte de entidades en defensa del patrimonio industrial malagueño y, desde su perspectiva, es relevante "que no se olvide este episodio". "Se ha dicho que en Andalucía no ha habido gente con mentalidad empresarial, y esto revela lo contrario", sentencia el catedrático: "Los historiadores nos resistimos a decir qué hubiera pasado si las cosas no hubieran ocurrido [y el auge industrial de Málaga se hubiera mantenido en el tiempo], pero creo que ciertamente hubiera sido distinto y hubiéramos presentado otro tipo de ecconomía diferente".
"Cuando yo veo cosas sobre las nuevas tecnologías y Málaga, me siento reconfortado y lo veo con esperanza", reflexiona. ¿Se puede establecer un hilito de conexión histórico entre ese fenómeno actual y el de aquellos emprendedores del siglo XIX? "Claro que sí, se puede establecer", concluye.