Entre boquerón y boquerón, vayan preparando las peladillas, el turrón del duro y la bandeja de mantecados, porque se nos va el verano. No es prisa, sino certeza. Miren el calendario y recuerden lo que nos llega en sólo cinco días. Hagan sus cuentas y piensen (incluso aquellos que aún están de descanso estival) cómo el noveno mes del año llama a la puerta sin más remedio que la aceptación.
Porque el octavo del año es sinónimo de vacaciones, como el noveno lo es de recuperación de las rutinas perdidas y de preparación para lo que nos venga en tan singular circunstancia. Razón, en la ventanilla de la Covid, único argumentario que justifica cualquiera que sea la resolución final.
A golpe de zambomba y con los calores propios de la época, en Málaga empezamos a tararear villancicos cuando el mes de agosto ni siquiera nos ha despachado. Algo pasa en esta sociedad, que cada vez quiere correr más y que cada vez disfruta menos del lo que le ocupa. Una particular forma de vida que resta peso al presente, a cambio de un imaginario futuro. Y algo así parece ocurrir con las diferentes épocas del año y el modo en que las asumimos, porque andamos atropellados y no terminamos de darnos cuenta de que no hay más. Ya lo dijo John Lennon: "La vida es lo que pasa cuando estás ocupado haciendo otros planes". Así nos va.
¡Y no aprendemos, oiga! En invierno, planificamos lo que haremos en primavera; en plena época de floración, nos preocupa dónde viajaremos en los meses de verano; en otoño compramos abrigos gruesos porque pronto vendrá el frio y, en pleno invierno, no hacemos sino desear que acabe pronto la etapa más gélida, para ir sacando del armario jersey fino y cazadora de tela. Pura contradicción.
Estos últimos días de agosto (que no de verano) compaginamos atención y cariño a quienes confiaron en nuestro destino para sus vacaciones, con un tufillo navideño que, de momento, más que aliviar, espanta. Vale que algunos quieran estirar el chicle navideño cada año más; vale que otros apelen a la previsión -"no vaya a ser que luego surja algo"- pero ver imágenes de calles como las de Jerez, donde esta semana se inician los trabajos de instalación de las luces de Navidad, descoloca y casi enerva. Claro que no saben los jerezanos que llegan tarde: desde el pasado día 4, Vigo hace lo propio.
El Málaga-Celta nunca fue partido estrella del fútbol español, muy a pesar de juntar sobre el tapete a dos históricos de la pelotita nacional. El Málaga-Vigo en clave navideña se ha convertido ya en todo un referente, un clásico… un encuentro que se juega una vez al año y que pone frente a frente a dos ciudades distintas, con dos técnicos de apellido Porras y Caballero, y un mismo objetivo: el campeonato navideño, cueste lo que cueste.
Y es que en esta materia, de un tiempo a esta parte, no ha habido quien tosa (con o sin mascarilla) a Málaga. El esfuerzo municipal por dotar a la ciudad con la mejor puesta en escena de sus luces navideñas ha sido y es una constante, y no parece que los planes del equipo de gobierno vayan a virar de repente. Una calle Larios engalanada, novedades año sí y el otro también en el exorno lumínico del centro o música que hace "bailar" al alumbrado, son ya conocidos por malagueños y gentes llegadas de buena parte de nuestra región.
Pero en estas, surge hace unos años el particular alcalde vigués: un Abel Caballero que debió ver claro cómo la repercusión de un dispositivo de luces como el navideño era evidente. Tanto que apostó a lo grande por dar brillo a su ciudad, al tiempo que restar méritos a una Málaga que marcó el camino de la gallega, casi sin saberlo.
De la guerra por ver quién la tiene más larga (la luz) no les diré nada que no sepan, si bien es bueno recordar que Málaga invierte este año en sus luces hasta 200.000 euros más que el pasado, algo que hace indicar que la batalla malagueño-viguesa no hace sino elevar la competitividad entre ambas... ¡y el presupuesto, claro! Mal enemigo se buscó el alcalde de Vigo con Teresa Porras.
Ahora, todavía en pleno chapuzón de verano, se da a conocer que el Área de Sostenibilidad Medioambiental del Ayuntamiento de Málaga va a poner en marcha un concurso que persigue la instalación de un espectáculo navideño de luces y sonido al más puro estilo de calle Larios… pero en el Jardín Botánico-Histórico de La Concepción. Hadas, estrellas luminosas, muñecos y duendes… no faltará un perejil en el que fuese territorio Loring. Todo un referente como espacio natural en plena capital, y previsiblemente un atractivo jardín navideño desde el próximo 23 de noviembre… pero cuyos accesos dejan en incógnita lo acertado de la propuesta.
Si un domingo cualquiera del año, llegar al Botánico puede resultar un reto, ¿imaginan lo mismo, pero en clave Navidad? Mucho espíritu navideño, mucha fiesta y mucho villancico del Burrito sabanero pero, cuando ese aluvión de visitantes, con móvil en modo selfie preparado, se agolpe con su vehículo junto a la finca… a lo peor se arma el belén.
Tiempo hay para pensar en soluciones, que agosto aún no se ha marchado. Entre baño y baño, toca acordarse de dónde guardamos el nacimiento el año pasado y de la letra de aquel pegadizo villancico.