Casi 30 años después, Curro nos sigue sonando a pico de colores y mascota de dudosa belleza pero comprobada eficacia marketiniana. Tres décadas de cambios en un país que va ‘de crisis en crisis y tiro porque me toca’ (aquello de la generación más preparada… y más estrellada) pero de firme recuerdo de lo que fue, sin lugar a dudas, un éxito rotundo de la España de finales del siglo XX.
La Expo de Sevilla quedó en la memoria colectiva como una de esas fiestas en las que el anfitrión reposa orgulloso por lo vivido, cuando logra que el último invitado atraviese la puerta y la cierre por fuera. Una fórmula que funcionó y que dejó a escasos 200 kilómetros de nuestra tierra un sinfín de elementos que, incluso hoy día, siguen ayudando a vertebrar la economía no sólo de la ciudad de Sevilla (dejémonos de una vez por todas de ‘catetismo de bufanda’) sino de todo un país y, por supuesto, de una región como la andaluza en la que ese éxito se sintió como propio. Y sí: Curro es seudónimo de Francisco pero, desde entonces, en la cabeza de muchos Curro es, ante todo, un extraño pájaro al que hicieron famoso para siempre, sin necesidad de una red social en la que promocionarlo. ¡Cosas!
Esa huella de la Expo de Sevilla es la que persigue ahora una ciudad como la nuestra, sabedora de que cuenta con ingredientes suficientes para optar a la elección, en el clásico de las 3 B's (bueno, bonito y barato). La propuesta es buena porque se lanza desde un lugar llamado a más, en el que ni siquiera la pandemia ha frenado las posibilidades de crecimiento y donde las expectativas a medio plazo (justo el que se maneja cara a ese 2027) no hacen sino revalidar a la nuestra como una ciudad más que apta para la inversión internacional y el desarrollo empresarial y económico. La propuesta de Málaga es bonita, porque no hace sino invitar a la reflexión en torno a uno de los principales desafíos a los que se enfrentan las ciudades del futuro: hacer compatible un irremediable crecimiento demográfico y el también imparable desarrollo urbanístico que va ligado al primero. Y sí: la propuesta de Málaga para ser sede de esa exposición internacional es, además, barata, atendiendo a que las grandes infraestructuras que requiere una ocasión tal, son ya una realidad... o casi: gran aeropuerto internacional, conexión por autovía a la práctica totalidad de puntos clave de la piel de toro y una alta velocidad que se estrenó en España precisamente en ese '92 de acento sevillano. Otro cantar son las conexiones vía Metro o Cercanías en una ciudad que, en 2021, sigue anclada en el siglo anterior, esperando que el suburbano alcance al menos su centro urbano y donde la vía directa con un Parque Tecnológico ubicado junto al espacio de la que podría ser Expo del '27 sigue siendo una carretera. Si queremos ser ejemplo de sostenibilidad y de ciudad de futuro, más nos valdría plantar ya unas vías hacia esa zona.
Corren los últimos días de 2021 (y vaya si corren) y es ahora cuando la apuesta anunciada por el Ayuntamiento... en 2019 tiene el beneplácito y el apoyo oficial de quien debe aupar la candidatura española y presentarse en la Oficina Internacional de Exposiciones (el Bureau International des Expositions de París) como soporte de la misma: el Gobierno central de Pedro Sánchez, al que De la Torre ha reclamado en estos meses un pronunciamiento que tardó más de lo esperado. Dice Pedro Sánchez que se da la oportunidad perfecta de presentar a Málaga "como lo que es: una ciudad pujante y visionaria". Y para visionario, alguien que se recorrió España en su Peugeot después de dimitir como secretario general para acabar convenciendo a las masas socialistas que era él y no otra la solución al problema que por entonces rondaba por Ferraz. Nadie le puede negar su persistencia, su eficacia y aquello de la 'resistencia' que luego nos vendió en forma de libro.
Otra cosa es querer agenciarse ahora la condición de trampolín de la propuesta de la ciudad, casi dos años después de que se idease. Dijo hace unos días Dani Pérez, nuevo responsable provincial del partido, que "el Gobierno ha elegido" la capital de la Costa del Sol como candidata para acoger la exposición internacional, y que ese respaldo de Moncloa no nace por casualidad. Asegura Pérez que 'habemus apoyo', tras haberse puesto él mismo el traje de faena como interlocutor, junto al secretario general del PSOE andaluz, Juan Espadas, en pro del objetivo malagueño. Algo así como decir que si Málaga tiene Expo en el '27, no será sino por el esfuerzo socialista en la tarea. Tiene eso: tarea. Buena forma de hacer campaña, teniendo en cuenta que el trabajo de elaboración del proyecto y los contactos acercando el proyecto a los responsables del Bureau de Paris ya se produjeron. Es ahora, con bastante tiempo perdido frente a la otra candidata, cuando toca apurar plazos en las próximas semanas para presentar, ya sí de forma oficial, a Málaga como candidata.
Dicen desde la Casona del Parque que "no vamos tarde, pero podríamos ir mejor". Minnesota tiene una candidatura firme para ese 2027... y a todo un imperio yanqui detrás. Ese es el contrincante en esta pugna de larga distancia, para una Málaga pujante como pocas, con un proyecto definido que sería trampolín para los próximos 30 años... pero que se presenta cinco meses más tarde, gracias al respaldo oficial del Gobierno que, como los Cercanías, llegan tarde. Ellos tienen a Biden; Málaga tiene a Sánchez. “¡Afortunados somos!”, dirán unos. “¡Qué Dios nos ayude!”, gritan ya otros.