Málaga está de moda... pero no es la única. En pleno entusiasmo por el auge de innovación de la Costa del Sol, el emprendedor e inversor local Álvaro Villacorta compartió el pasado jueves en el Demium Roadshow una perspectiva que no abunda -o, al menos, no en las habitualmente entusiastas comparecencias públicas-: congratularse por el buen trabajo realizado, sí, pero no ser "catetos" y entender que somos pequeños en un mundo enorme.
"Están pasando cosas en muchos sitios", afirmó Villacorta. Su inversora de talento, Demium -con sedes en otros enclaves emergentes como Valencia, Lisboa o Varsovia-, lo sabe de buena mano. La Valencia tecnológica, la Lisboa tecnológica, la Varsovia tecnológica. Casi no es una especialización ni una apuesta, sino poco más que la disposición de vivir en el mundo en el que se existe.
El CEO de Uptodown, Luis Hernández, hizo hincapié en el encuentro de la generación dorada de startups malagueñas en que el ecosistema ya está “muy avanzado” y posee “una madurez” para plantearse este tipo de cuestiones: “Hasta ahora valía todo. ¿Qué imagen quieres dar de Málaga? ¿Qué tipo de empresas y productos se van a desarrollar aquí?”, se preguntaba.
La pregunta es pertinente cuando, por ejemplo, Vodafone calcula que el ecosistema necesitará unas 10.000 empleados solo para el sector tecnológico. "Si me traigo a su familia, por 2,5, son 25.000 personas. Es una tensión en el mercado laboral y en el mercado social", planteó el responsable del recién presentado centro de I+D de la teleco, Jesús Amores, en el IV Encuentro Tecnológico de EL ESPAÑOL de Málaga.
La paradoja llega al ver los datos de desempleo joven en la provincia. Ya señalaba la concejala de Innovación del Ayuntamiento de Málaga, Susana Carillo, que uno de los primeros reportajes de la apuesta tecnológica de este periódico: entre los grandes retos del ecosistema está la brecha digital, el abismo entre la startup de -digamos- el PTA y la vecina desempleada de -digamos- La Trinidad.
Cabe obsesionarse para que lo primero revolucione lo segundo. La Málaga tecnológica no es maná, es un paradigma transversal (y casi que innegociable) en el que construir. Dentro de ella, podemos plantearnos cómo evitar que solo sea un relleno de una necesidad que nunca tuvimos, mientras lo de siempre sigue irresoluble. Dentro de ella, pueden caber hasta nuestros barrios.