El refranero popular está lleno de expresiones frecuentemente aplicadas al que parece inexorable devenir de la empresa familiar de cualquier tiempo y lugar: “padre comerciante, hijo caballero, nieto pordiosero” o “la primera generación funda la empresa; la segunda la hace crecer y la tercera la cierra (o la vende)”. La estadística más repetida en el ámbito de la empresa familiar, y que tiene su origen en la investigación realizada por John Ward (1987), Keeping the Family Business Healthy, ha contribuido sin duda a que sea hayan tomado estos dichos populares como una verdad absoluta: el 30% de las empresas familiares llegan a la segunda generación, el 10-15% a la tercera y el 3-5% a la cuarta.
Este estudio obtuvo dicha conclusión mediante el análisis desde 1924 a 1984 de una muestra de 200 empresas del sector manufacturero de Illinois (Estados Unidos). Hay varios aspectos que debieran hacernos dudar de la generalización de esta afirmación, a menudo vista como irrefutable, que simplemente es repetida, e incluso defendida, por la comodidad y la tranquilidad que sólo otorga la ignorancia. A pesar de que la investigación es antigua (1987) y el número de empresas de la muestra pequeña (sólo 200 empresas), se tiende a pensar que dicha estadística puede generalizarse a todas las empresas familiares de todos los tamaños, sectores, de cualquier tiempo y lugar.
Además, el estudio consideró como fallidas aquellas empresas vendidas, fusionadas, escindidas o que comenzaron a cotizar en Bolsa, aún cuando estas operaciones hubieran podido ocasionar una mejora en la estrategia, los recursos y la riqueza de la familia empresaria. En este sentido, algún estudio más reciente (Zellweger et al., 2011), con una muestra internacional de 118 miembros del Family Firm Institute, mostró que las familias empresarias consultadas controlaron 6,1 empresas, crearon 5,4 empresas, añadieron 2,7 empresas a través de fusiones y adquisiciones, escindieron 1,5 empresas y cambiaron de sector en 2,1 ocasiones, de media durante la historia de la familia, lo que prueba que las familias empresarias a menudo desempeñan un nivel significativo de actividad empresarial a lo largo del tiempo, más allá de mantener el control de la empresa origen.
Tapies (2009), en su libro Empresa familiar: ni tan pequeña, ni tan joven, analizando 2.254 empresas españolas, confirmó que hay empresas familiares mucho más antiguas que las no familiares. La edad promedio de las empresas familiares que facturan más de 50 millones de euros en 2005 es de 37 años, mayor por lo tanto, que la edad promedio de las no familiares, que es de 31 años. La edad promedio de las cien empresas familiares más antiguas es 113 años, mientras que en el caso de las cien empresas no familiares más antiguas es 84 años. Cuatro empresas familiares españolas existían antes del siglo XIX: Codorníu (1551), Miquel Costas & Miquel (1725), Gomà Camps (1758) y el Grupo Osborne (1772); mientras que ninguna de las no familiares de la base de datos había nacido antes o durante esa época.
Asimismo, y de acuerdo con el estudio Factores de competitividad y Análisis financiero en la empresa familiar (Instituto de la Empresa Familiar, 2018), en el que se encuestaron a 1.005 empresas familiares españolas, se observó que durante los primeros años de recuperación económica (2013-2015), las empresas familiares han tenido mayores tasas de supervivencia (desaparecen un 8,5% de empresas familiares y un 10,1% de empresas no familiares). Sin embargo, el informe La empresa familiar en España (Instituto de la Empresa Familiar, 2015) mostró que durante la crisis (periodo 2007-2013), la tasa de mortalidad fue superior en las empresas familiares que en las no familiares (18,3% -empresas familiares-, 6,6% -empresas no familiares-).
En definitiva, los datos mandan, y parecen decir que las empresas longevas son de veras un fenómeno extraño (la más antigua según parece, es una empresa de construcción japonesa fundada en el año 578). Igualmente, no es fácil seguir el rastro de la actividad empresarial de las familias empresarias, dada su implicación frecuente en una dinámica continua de adquisiciones, fusiones, absorciones, escisiones, o desinversiones. Lo que si es cierto es que los datos, en general, parecen fundamentar que la empresa familiar no es tan joven ni tan frágil como la creencia popular algunas veces parece darnos a entender. Empresa + Familia = Bienestar social.