… “¿Qué pide una puesta de sol? Ser mirada.
¿Qué pide un buen poema? Ser releído.
¿Qué pide un teorema matemático? Ser entendido.
¿Qué busca, en cambio, la enésima versión de un móvil? Ser comprado.
¿Qué busca un discurso populista? Ser creído irreflexivamente y ser exaltado orgiásticamente.” … (J. M. Esquirol)
El pasado domingo, en Regenerando, defendimos que nada refuerza más una democracia que disponer de ciudadanos formados, una escuela de calidad.
Ha querido Elena, mi mujer, por Sant Jordi, deleitarme con un librito delicioso que me ha acompañado estos días a Shanghái, Wuhu y Shenzhen. No sufran, esta vez no les hablaré otra vez de China. Tenemos a su presidente en Europa viendo a Macron, a Orban (su mayor destinatario de inversiones en automoción) y a Serbia, para recordar que la OTAN le bombardeó su embajada.
El diálogo es imprescindible y si escuchamos las propuestas de Mario Draghi, de Enrico Leta sobre el futuro de Europa, o la propia entrevista que la semana pasada Macron concedió al Economist asegurando que Europa está en peligro de muerte, al menos, tenemos temas de calado y transcendentes sobre los que reflexionar antes de los comicios que se avecinan. Lejos de la verdadera máquina del fango que consiste en distraernos de lo importante. Pero ojo, es el diálogo como camino conjunto, como encuentro de los que dialogan, atentos y procuran entender al otro, no el diálogo de los que con un ego tan hinchado como débil, buscan la afirmación, la persuasión, convencer, sofistamente, si hace falta incluso llegando al engaño.
La escuela del Alma. De la forma de educar a la manera de vivir. (Ed. Acantilado 2024) Es un destilado de sabiduría que nos deja el catedrático de filosofía de la Universidad de Barcelona, José María Esquirol. ¡Qué buenos profesores, catedráticos y maestros nos ha dejado esta Universidad centenaria que se encuentra a la cabeza de España en el ranking de Shanghái!
“Con escasa inspiración, políticos y presuntos expertos en educación no cesan de afirmar que las instituciones educativas deben estar al servicio de la sociedad. Sin embargo, estas instituciones, no deben estar al servicio de la sociedad sino configurarla. Naturalmente, no se trata de prohibir la idea de servicio aplicada a otras instituciones y también a las educativas, pero – hay que subrayarlo- no del modo como suele hacerse, es decir, identificando estar al servicio con adaptarse. Al seguir esa lógica, si lo que domina en la sociedad es un sistema productivo con una serie de exigencias de competitividad, de eficacia, y de progreso, que las instituciones educativas estén al servicio se interpretará como que deben atenerse a tales exigencias. Esto es un error (…) es la supuesta adaptación realista.” (Óp. Cit Cap. 1)
Nada más abrir el libro, despegando de Viena me topo con esto y me miro a mí mismo. ¿No soy yo acaso uno de esos fariseos que piden que la Universidad esté al servicio como denuncia el profesor Esquirol? ¿No me preocupa a mí como miembro del Consejo Social y de la comunidad empresarial y tecnológica que la UMA produzca suficientes egresados con los conocimientos y competencias suficientes para que puedan desarrollar sus carreras en las cada vez más numerosas empresas tecnológicas de nuestra ciudad y provincia? ¿No estaba yo muy contento, el otro día al leer en este periódico que gracias a nuestro sector y los mejores salarios que pagaba, Málaga lideraba en salarios en Andalucía? Mejores egresados, en mejores empresas generan más valor que permiten pagar mejores salarios, generar más plusvalías, pagar más impuestos. En definitiva, ¿no soy yo un defensor de una Universidad más al servicio de la sociedad como denuncia el autor?
Examen de conciencia, dolor de los pecados, ahora me confieso aquí, el domingo. ¿Cuál será mi penitencia?
“…No es verdad que estar al servicio signifique “satisfacer las necesidades de” o “adaptarse a”. Más bien significa, en muchas ocasiones, enriquecer desde la diferencia o, también aportar algo diferente. Esto es lo que deben hacer las instituciones educativas, y en especial la universidad, en relación con la sociedad: no adaptarse a ella, sino aportando diferencia, influir, adaptarla.” (Óp. cit)
Cuando miras la UB, Sevilla, Granada, Salamanca, Zaragoza, con sus centenarias facultades pienso y me alineo con esa visión de Universidad que el autor defiende, reivindica y casi exige. Un lugar en el que darse un tiempo, un lugar que aporta distancia para ayudar revelar el mundo, a cultivar y desarrollar la curiosidad, la atención, la pregunta, un lugar en el que se produce el encuentro entre maestro y alumno. El lugar para la madurez del individuo, que “coincidirá con la responsabilidad emergida e intensificada a partir del privilegio de que el mundo se nos manifieste. (…) Pasión por el mundo y amor a los otros: toda la vocación docente está resumida en esta fórmula” (Óp. Cit cap IV)
Pero llevo dentro de mí una constante lucha comparativa. Miro en cada sitio al que viajo, qué hacen, cómo lo hacen, en qué y por qué nos superan y no puedo dejar de pensar que hay un utilitarismo, economicista, de servicio a los sistemas productivos en otros lugares. Cuando les reseñé El espíritu del mundo en Sillicon Valley en esta columna, la reflexión era justo la contraria. Cómo los propios alumnos más brillantes de carreras STEM de Stanford buscaban el refugio de la Historia, la Literatura, la Sociología y, sobre todo, la Filosofía en el necesario complemento a la formación técnica y práctica que recibían. Buscaban también la parte del alma.
¿Cómo lo han resuelto las comunidades que mejor van? Me divertí mucho leyendo una Historia Torcida de la Filosofía. Una obra de dos tomos escrita por un ingeniero industrial que tras haber pasado 30 años al servicio del sistema productivo, con mucho éxito, se puso a estudiar filosofía. Su tránsito de la Politécnica de Cataluña a la Universidad de Barcelona, su completar la parte práctica y laboral con la parte humana, y espiritual me creó la ilusión de que un día, yo, si podía permitírmelo, secundaría este camino. Y mientras tanto, en paralelo llenar con ensayo, con historia y filosofía mis lecturas en los aviones por medio mundo. Como ahora mismo hago.
Pero ese estar atento me desveló la necesidad y la enorme utilidad de las Politécnicas, me fui acercando no solo a la más próxima, la de Cataluña, con sus proezas como el modelo con el Centro Nacional de Supercomputación, y su impacto en centros tecnológicos de primerísimo nivel mundial como el CTTC, la fundación CIM, el continuo intercambio con Eurecat e I2Cat, que fueran pioneros en hablar y formar en espacio, que uno de sus egresados, en San Luis Obispo, California desarrollara el concepto de nanosatélites y que hoy en su entrono haya nacido, con otro de sus egresados, Open Cosmos, es una maravilla.
Mi propio super héroe malagueño, el Dr. Ricardo Valle, fue creador e impulsor de que la Escuela Superior de Ingenieros de Telecomunicación de la UPC tuviera a personas completas, que más allá de la tecnología, compartieran ese encuentro profesor alumno, el descubrimiento de las cosas del mundo, la atención y el alma. Si me miro la Politécnica de Valencia y sus logros en el campo de la microelectrónica, la fotónica, el 5G… la Politécnica de Madrid o, la que para mí es la mejor de Europa, el ETH de Zúrich, creo que en nuestra UMA tenemos juntos y coexistiendo, unas veces mejor y otras no tan bien, dos visiones profundamente distintas, profundamente complementarias que necesitan de enfoques, recursos, y gobernanzas diferentes.
Tenemos, de facto, en Málaga una Politécnica latente que se esfuerza con mecanismos inadecuados por estar en esa carrera, que no puede parar y tomar tiempo y distancia porque el mundo avanza a enorme velocidad y le hemos encomendado formar a nuestros jóvenes tecnólogos en ciencia y tecnología, ya sea Bio, Farma, Química, Telecomunicaciones, Informática, Ciberseguridad, Electrónica, IA, Semiconductores… Aquí, aislarse, parar, tomar tiempo y distancia, desterrar la competitividad, la productividad y el economicismo es muy difícil sin caer en la obsolescencia o en que se nos fuguen a las Politécnicas citadas los mejores alumnos.
Pero, cuanto más se vuelca la UMA en la politécnica que lleva dentro, más enrarece para el cultivo de las artes, las humanidades, las ciencias puras, la filosofía, el necesario espacio, la distancia, la comunidad, el campus, en el que es bueno vivir y convivir. Las universidades centenarias con sus campus con sus colegios mayores con su vida interior son para eso. Las pequeñas ciudades universitarias centenarias europeas desde Granada a Salamanca, Lovaina, Bolonia o Tubinga son eso, comunidades. Las biografías de Hans Küng y del papa Ratzinger muestran mucho de esa vida en la comunidad universitarias de estas pequeñas ciudades centenarias ordenadas en torno al conocimiento y el alma humana.
“… Conforta y alienta saber que la intención original de la universidad es la de constituirse en la marginalidad. (…) Este y no otro es el sentid de la universidad: alcanzar la universalidad desde la marginalidad; como si tomar distancia fuera condición de posibilidad de la investigación y de los estudios, de la propuesta trasformadora y de la trasmisión de lo valioso. Esta es la razón por la cual, desde su fundación se consideró conveniente poder vivir en la universidad, y poder vivir la universidad.” (Op. Cit)
Debemos reflexionar al respecto de la necesidad de tener bien definidas, bien gobernadas, bien orientadas y equipadas estas dos esencias que la UMA y otras universidades andaluzas llevan dentro en conflicto profundo con la visión clásica de la universidad.
Me pregunto qué efecto trasformador podría tener la creación de una Universidad Politécnica de Andalucía, como las de Madrid, Valencia y Cataluña, sumando las capacidades y recursos de Sevilla, Granada, Málaga, Cádiz... Me pregunto el impacto que tendría una única Universidad Pública de Andalucía con al menos dos campus centenarios como Granada y Sevilla y sus campus en las otras provincias.
A veces, viendo desde aquí que toda la población de Andalucía cabe en la ciudad desde cuyo aeropuerto escribo esto, me parece que con dos Universidades en Andalucía, una politécnica y otra clásica haríamos mejor servicio que con diez, tendríamos mejor utilizados los recursos, los mejores campus, las mejores cátedras y nuestros posicionamientos en los ranking internacionales, por el efecto de la escala, mejorarían sustancialmente, atrayendo a mejores docentes, investigadores y alumnos, evitando que nuestros mejores cerebros, los jóvenes, que buscan aprender con los mejores en las fronteras del conocimiento, la ciencia, la tecnología, no se nos fueran tanto.
El imán de Madrid, con cada vez más masa gravitacional en todos los campos, conectado a dos horas y con tarifas low cost a todas partes, puede convertirnos en más periferia. Hacernos intrascendentes. ¿Deberíamos ser valientes y dar a luz esa Politécnica que necesitamos y llevamos dentro? ¿Quién será el valiente? ¿Tenemos los grandes líderes reformadores, para bien, que necesitamos? Contamos con una estabilidad política privilegiada para hacer grandes reformas transformadoras en el medio plazo. La escuela del alma y la escuela de la tecnología y la innovación son posibles y necesarias. Gracias Elena por aportarme, cada vez, el libro que mi pensamiento necesita. No hay blancos ni negros. El cultivo de la atención nos ayuda a la revelación del mundo. “Hay una parte de la pregunta que sabe que la respuesta es mantener la pregunta”. Perseveremos.