Septiembre es como ese amigo que te encuentras cada año en el mismo sitio y a la misma hora. Le tienes cariño, pero no puedes evitar que te deje un poco nostálgico y, seamos sinceros, algo estresado. Es el mes de decir adiós al verano, a los amores fugaces, y a esos días de sol, playa y relax. Pero también es el mes de los nuevos comienzos, ese reset anual que, aunque nos cueste admitirlo, todos necesitamos. Siempre me acuerdo del “Dúo Dinámico” en estas fechas, ¡ya sabes a qué me refiero!
Después de unos meses de libertad (o al menos, de una rutina más relajada), septiembre nos hace volver a poner los pies en la tierra. Nos toca apretarnos el cinturón, retomar el camino y enfrentar la realidad. Porque no solo los niños vuelven a su sociedad del aprendizaje; todos, de alguna manera, regresamos a nuestra versión más productiva, organizada y, sí, un poco más estresada también.
Es fácil pensar en septiembre como el mes de la vuelta al colegio, pero solo para los peques. Mochilas nuevas, uniformes impecables, libros que huelen a nuevo… Qué recuerdos tan chulos, ¿no? Todo eso forma parte del ritual. Pero, ¿y nosotros, los adultos? Para nosotros, septiembre significa volver al curro, lidiar con listas interminables de cosas por hacer, ir al gimnasio que ya se siente más como una tortura que como un propósito de año nuevo, o retomar esos estudios que dejamos en pausa. Es esa cuesta eterna, yo siempre pienso en la que tenemos en la subida del Cerrado de Calderón de Málaga, la subo con ganas, pero a mitad ya me cuesta, pues igual.
Aunque ya no tengamos que memorizar la tabla periódica o resolver ecuaciones, seguimos aprendiendo, y tanto que sí. El noveno mes del año nos recuerda que siempre hay algo nuevo por descubrir, ya sea en nuestra vida profesional, personal o, ¿por qué no?, en ambas.
De alguna manera, en estos 30 nuevos días, todos volvemos a la academia de la vida. No importa la edad que tengamos, siempre hay algo esperando, un reto que superar, una lección por aprender o decisiones complicadas que debemos tomar. Es el momento de retomar esos proyectos aparcados, de reencontrarnos con los compis de trabajo y de intentar una vez más alcanzar esas metas que, por alguna razón, se nos resistieron antes.
Ya lo dijo Einstein: "La vida es como andar en bicicleta. Para mantener el equilibrio, debes seguir adelante". Y eso es justo lo que hacemos en este último mes del verano: retomar el ritmo, encontrar el equilibrio y seguir adelante, aunque a veces el camino se vea demasiado pendiente para subirlo.
Seamos sinceros, a nadie le gusta la rutina. Nos gusta la idea de ser organizados, productivos y eficientes, pero en la práctica… bueno, no siempre es tan fácil. Septiembre nos obliga a enfrentarnos a esa realidad. La alarma que nos despierta suena más temprano, el tráfico se pone más denso y las horas en la oficina, el gimnasio o la biblioteca parecen multiplicarse.
Pero la rutina, aunque incómoda, también tiene su encanto. Nos da estructura, nos ayuda a ser más eficientes y, al final, nos permite disfrutar más de esos pequeños momentos de libertad. Porque, aceptémoslo, sin hábito, los días de descanso no serían tan placenteros, ni el café de la mañana tan necesario.
La clave está en encontrar el equilibrio. No se trata de ser un robot que sigue un horario al pie de la letra, sino de encontrar y saborear esos momentos de felicidad en medio del caos. Como decía Dickens: "El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta." Septiembre nos da la oportunidad de intentarlo, de desafiarnos y de redescubrir de qué somos capaces.
Además, la rutina nos ofrece una sensación de seguridad y control. En un mundo tan impredecible y lleno de sorpresas, tener una configuración que guíe nuestros días puede ser reconfortante. Nos ayuda a mantener los pies en la tierra, a establecer prioridades y a asegurarnos de que estamos avanzando, aunque sea a pequeños pasos, hacia nuestras metas.
Lo bueno de este mes es que, a pesar de las quejas y los suspiros, es también una oportunidad. Es un nuevo comienzo, una nueva ilusión, un tiempo que nos invita a plantearnos nuevos objetivos, a reflexionar sobre lo que hemos hecho hasta ahora y a decidir qué queremos hacer diferente.
Tal vez este sea el año en que finalmente te apuntes a ese curso de fotografía que llevas posponiendo, o que te atrevas a cambiar de trabajo, o que, simplemente, decidas dedicar más tiempo a cuidarte. Septiembre es ese mes que nos da una excusa para reinventarnos, para retomar esas promesas que hicimos en enero y que, de alguna manera, quedaron en el olvido.
Y aunque a veces pueda parecer abrumador, hay algo que nos libera en la idea de empezar de nuevo. Es la oportunidad de corregir errores, dejar atrás lo que no nos ha funcionado y explorar nuevas vías. Es el momento de hacer una pausa, mirar hacia adentro y preguntarnos: ¿qué es lo que realmente quiero? ¿Qué me apasiona? ¿Qué cambios estoy dispuesto a hacer para vivir una vida más plena y feliz?
Es cierto que a veces la rutina nos atrapa y nos hace sentir como si estuviéramos en una rueda de hámster, corriendo sin parar pero sin avanzar. Sin embargo, septiembre nos la oportunidad de salir de esa rueda y observar el panorama completo. Nos da la libertad de rediseñar nuestro camino, de elegir una nueva dirección y de caminar hacia ella con determinación.
No debemos ver esa vuelta a la rutina de manera amarga. Podemos verla como una nueva aventura, un desafío que, aunque a veces nos haga sudar (literal y de manera figurada), también nos hace crecer. Al final del día, lo importante es cómo decidimos enfrentar este mes: con resignación o con una sonrisa.
Porque, al final, si lo piensas es solo un mes más en el calendario. Un mes que, si lo permitimos, puede ser el inicio de algo grande. Así que, la próxima vez que sientas el peso de la rutina, recuerda que estás en el camino correcto, que estás avanzando y que, como en todo en la vida, lo importante es disfrutar del viaje.
Y no te olvides de ser amable contigo mismo durante este proceso. El regreso a la costumbre no es fácil para nadie, y es normal sentirse un poco perdido o desmotivado al principio. Lo importante es no rendirse, seguir adelante y recordar que, aunque el camino pueda ser complicado, las recompensas que nos esperan al final valen la pena.
Ya, ya sé que podéis pensar que cada año es lo mismo, pero a mí me gusta verlo como un tiempo distinto, y siempre me gusta agarrarme a él con la ilusión de un cambio de rumbo.
Confucio dijo: "La mayor gloria no es nunca caer, sino levantarse siempre." Y eso es lo que hacemos cada septiembre. Nos levantamos, nos sacudimos la arena del verano y seguimos adelante, más fuertes, más sabios y, sí, también un poquito más preparados para lo que venga.
Considera este nuevo mes como un mes de renacimiento, de oportunidades y de crecimiento personal. Es un recordatorio de que, aunque la vida puede ser dura y exigente, también está llena de posibilidades. Todo depende de cómo decidamos enfrentarla.
Así que este septiembre, en lugar de temerle a la rutina, abrázala. Úsala como una herramienta para alcanzar tus metas, para redescubrir tus pasiones y para reinventarte. Y, sobre todo, no te olvides de sonreír, piensa que es una nueva oportunidad para ser la mejor versión de ti mismo.