Ahora que el verano va llegando a su final, hace pocos días recordábamos la visita que una niña danesa efectuó a una familia amiga, en un intercambio entre colegios, y que en el último fin de semana de agosto la acompañaron sus padres y hermanos, que habían acudido a Malaga para compartir con ella las vacaciones y para disfrutar de nuestro clima y de nuestro sol, mucho más escaso y sin playa en Copenhague. La llegada a nuestra ciudad les supuso la aproximación a la enorme vorágine de gentes diversas de nuestro aeropuerto. Tras levantarse, al día siguiente, decidieron ir a la playa por su cuenta. Al final del día nos llamaron que estaban en urgencias del hospital porque Aneka, así se llamaba nuestra niña visitante, había tomado sol de más.

El sol es primordial en nuestras vidas, y en la actualidad en nuestra sociedad con más valores ecológicos y de vida sostenible, aun adquiere mayor relevancia. Sin embargo, como todo en la vida, si no sabemos dosificarlo o no tomamos las medidas adecuadas de protección, puede llegar a ser peligroso o incluso un elemento patológico para nuestro organismo. Los niños son los de mayor riesgo, soportando con frecuencia más horas diarias de contacto con el sol. Actualmente, un niño recibe de media tres veces más radiación ultravioleta que un adulto en un año, y en los primeros 18 años de vida se recibe del 50 al 80% de la radiación total acumulada.

Los niños tienen menos protección que los adultos frente a los efectos nocivos de la radiación solar y, además, necesitan que alguien les recuerde estos riesgos. Al estar la piel infantil más expuesta a la radiación solar, serán los bebés más pequeños y los niños los que correrán más riesgos frente a la radiación solar inicialmente en forma de enrojecimiento o incluso quemaduras.

Por otro lado, los daños producidos por el sol son acumulativos e irreversibles a lo largo de nuestra vida, de tal forma que el exceso de sol, sobre todo en la edad infantil y juvenil, que puede llegar a ser hasta dos tercios de la exposición total en la vida de una persona, se convertirá en la primera causa del cáncer de piel. Otro elemento a cuidar es la evitación del fotoenvejecimiento, esto es el deterioro gradual e irreversible de la piel por la destrucción del colágeno, la elastina y las diversas fibras que mantiene la estructura de la piel y que le dan buen aspecto. Aunque siempre es un elemento a vigilar lo haremos especialmente en verano por la gran cantidad de actividades que realizamos al aire libre y en contacto con el sol.

Desgraciadamente no se ha conseguido suficiente sensibilización sobre los efectos perjudiciales de la radiación solar, manteniéndose en buena medida los hábitos de exposición, y llevándonos todo ello a un aumento progresivo del cáncer de piel. Como todo en el niño y en el adolescente se requerirá que su familia le ayude a desarrollar la cultura que se requiere sobre la exposición solar.

Nuestra niña Aneka presentaba un eritema muy muy intenso en la espalda, que en realidad era una placa roja muy caliente con vesículas y algunas grandes ampollas, con alguna zona respetada en forma de dedo, porque era donde había llegado la crema de protección solar. Además, se observa un aumento de la temperatura local. En definitiva, teníamos una quemadura solar por incorrecta fotoprotección.

Estas son las consecuencias de la exposición prolongada a radiación ultravioleta solar y además sin adecuada protección. Se caracteriza por un enrojecimiento intenso que aparece a las 4-6 horas tras la exposición, acompañado de sensación de quemazón o dolor. La aparición de vesículas o ampollas indican la severidad de la quemadura y se acompaña de muy mal estado general, mucha sensación de enfermedad y de dolor, y a veces fiebre. Cuando mejore, tras varios días de curación, la piel se descamará.

El tratamiento de las quemaduras solares debe ir dirigido a impedir la progresión de las lesiones, aliviar el dolor, prevenir las infecciones cutáneas, tratar la deshidratación y favorecer la reepitelización. Para todo ello requirió de administración de líquidos y electrolitos por vía intravenosa con un suero, lo cual facilitaba la administración de analgésicos que al ser intravenosos eran de resultados más eficaces y se podían emplear fármacos mas potentes y diversos. Tras 48 horas de ingreso hospitalario pudo volver a casa de la familia que los acogía, aunque las ampollas rotas eran todavía muy patentes en la piel de esta niña.

Además de todos estos problemas de la radiación de forma aguda, tendremos todas las consecuencias ya comentadas a largo plazo, que hacen primordial la adquisición de la cultura de la protección solar o fotoprotección. Desde luego la primera línea de protección es el control de la exposición y el uso de ropa, gorra y gafas idóneas. Además, utilizaremos fotoprotectores, frente a las radiaciones ultravioleta. En los menores de 6 meses es muy importante protegerlos con ropa adecuada y poniéndolos siempre a la sombra, ante esta situación de insolación intensa. Muy importante también será el control de la exposición en los menores de 3 años y en todos aquellos que no hayan adquirido esta cultura y sensibilización sobre la fotoprotección.