El capital social se puede definir como la suma de los recursos reales y potenciales integrados en la red de relaciones que posee un individuo o una unidad social, disponibles a través de ella y derivados de la misma. Así pues, el capital social comprende tanto la red como los activos que pueden movilizarse a través de ella.

En el caso de la empresa familiar, el capital social es único e irrepetible. La familia actúa como un sistema de personas que comparten valores, relaciones y propósitos comunes, y cuyos miembros están integrados en el capital social familiar. La familia es una fuente constructora y usuaria de capital social y las relaciones entre los miembros de la familia se convierte en un entorno ideal para desarrollar el capital social de la empresa familiar.

El capital social familiar es un elemento esencial de la socialización, dado que los niños reciben su socialización primaria de la familia durante la infancia. Asimismo, la estabilidad familiar mejora la comprensión de los valores, las normas de comportamiento y los esquemas cognitivos utilizados por los miembros de la familia.

Esta comprensión facilita la integración, la cohesión y la supervivencia de la unidad familiar. A medida que se prolongan las relaciones familiares, la creciente interdependencia y las interacciones producen mayores niveles de confianza, principios de reciprocidad (obligaciones) e intercambio entre los miembros de la familia. Por ejemplo, las ayudas (es decir, el apoyo sin reembolso específico) que los padres dan a sus hijos suelen intercambiarse con amor y gratificación.

En consecuencia, dentro de la familia, cada miembro tiene la oportunidad de “intercambios” con otros miembros; los demás miembros de la familia pueden actuar como "donantes" en su favor. El miembro de la familia se beneficia de la información disponible, la influencia y la solidaridad que le proporcionan otros miembros de la familia. A menos que existan problemas importantes, estas características "crean devoción, generosidad y solidaridad" dentro de la familia, lo que permite a la familia funcionar más como un equipo. Los miembros de la familia se comprenden extremadamente bien entre ellos, dado su lenguaje, experiencias e historia compartidos.

Además, a lo largo de los años, los miembros de la familia establecen fuertes vínculos de redes dentro y entre diferentes sectores, particularmente con otras familias empresarias. Las empresas familiares suelen aprovechar este capital social para construir relaciones más efectivas con los stakeholders: clientes, proveedores, entidades financieras o las comunidades dónde se encuentran insertas, entre otros.

En consecuencia, el capital social de la empresa familiar es a menudo un recurso valioso, escaso, difícil de imitar y sin sustitutos, por lo que suele ser una gran ventaja competitiva empresarial. La buena voluntad y los recursos puestos a disposición de la empresa familiar a través de relaciones recíprocas y de confianza contribuyen sin duda a su competitividad; a nivel interno, reduce los costes de las transacciones, facilita los flujos de información y la creación y acumulación de conocimientos, y mejora la creatividad; a nivel externo, aumenta el éxito de las alianzas.

Por lo tanto, incrementar la fuerza del capital social de una familia eleva la probabilidad de supervivencia empresarial. Pero, también ayuda a sus miembros a prosperar. Algunas personas de la familia pueden incluso soñar con ser admitidos en una élite social y económica con muchas recompensas: reconocimiento público, inclusión en una red que promete contactos sociales para ellas y sus hijos, y papeles de liderazgo formales e informales en la comunidad. En definitiva, todos estos aspectos únicos explican por qué el capital social desarrollado en la familia es probablemente una de las formas más duraderas y poderosas de capital social. Empresa + Familia = Bienestar social.