Hace pocas semanas recibí su emocionada llamada comunicándome que había sido admitido para realizar el curso de doctorado en la Universidad de Málaga. No es moco de pavo. Acceder a dicho nivel educativo no está al alcance de cualquiera, pero si analizamos sus circunstancias lo podemos equiparar a subir el Everest con una mano atada a la espalda. Lo conozco desde que él tenía unos 10 años y vive junto a una de las zonas más degradadas de Palma Palmilla. Pero no ha estado solo.
De pequeño siempre quiso estudiar. Quería ser médico como un familiar suyo. La vida le ha llevado por otro camino, pero siempre por el correcto. Su padre, una persona dinámica y creativa como pocas e imposibilitada para trabajar, siempre pudo estar pendiente de él y de su hermana.
Al igual que su madre, de la que podemos contar horas y horas de trabajo, con desplazamientos de hasta 2 horas por trayecto en transporte público para llegar al hotel de la costa donde trabajó un tiempo o haciendo cuidados a domicilio. En cualquier caso siempre con bajo nivel de ingresos. Además, aprovecharon todos los recursos educativos y asociativos a su alcance. Hace unos años, tras superar sus estudios universitarios, abrió una consultora de comunicación que le permitió seguir avanzando. Y ahora está a un paso de ser doctor.
Conozco además decenas de casos como el suyo, con la salvedad del doctorado. Son jóvenes de Palma Palmilla que con su esfuerzo y el apoyo de sus familias y los recursos disponibles han culminado su formación en diferentes niveles: enfermeras, biólogas, abogados, historiadoras del arte, peluqueras, cerrajeros, profesores, electrónicos, deportistas, educadoras, etc., …. y no son noticia, pero es que no debería serlo. La normalidad es estudiar, trabajar o buscar trabajo, ir al médico, verte con tu gente, etc., … Los hechos extraordinarios son los noticiables y los que desgraciadamente entierran de prejuicios a la normalidad.
Me gustaría además en este punto hacer mención de los equipos educativos y al tejido asociativo que actúa en la barriada, que tiene que hacer un importante esfuerzo para abrir ventanas y mostrar a los jóvenes que hay muchas alternativas vitales más allá de los estereotipos a los que algunos les condenan. Es una carrera de fondo, con el objetivo puesto en una línea de meta a largo tiempo y que no puede ser alcanzada con el dopaje del cortoplacismo o del populismo. Solo vale poner medios y prepararse.
Cada cual tiene unas capacidades y un camino que recorrer. No se trata de que todo el mundo opte a un doctorado sino de que todo el mundo tenga igualdad de oportunidades para desarrollarlas. Y eso no se da en plenitud en cada una de las 187 zonas desfavorecidas existentes en Andalucía y en las que, no lo olvidemos, viven casi un millón de personas. Para ello es necesaria una visión estratégica y la coordinación efectiva de todos los agentes implicados que, salvo en alguna excepción, ni está ni se le espera.
Existen muchos espacios donde ofrecer expectativas a la gente joven de esas zonas pero, por el motivo que sea, no llegan a estos colectivos. La formación profesional pública está cada vez más inaccesible y la privada es una quimera para muchas familias que ven cómo sus hijos se quedan en el fango de la precariedad por falta de oportunidades educativas. Y mientras tanto no son pocos los sectores que se quejan de falta de mano de obra cualificada.
Nuestro doctorando no ha llegado aún a la meta, de hecho, le queda mucho por recorrer, pero tiene la satisfacción de que nadie le ha regalado nada. Él ha sabido y podido aprovechar los recursos que le han permitido colocarse en la línea de salida. De eso se trata, de que los tenga a su alcance, y eso no siempre es posible.