Carolina, una malagueña en el supertifón Rai en Filipinas: "Aprendes a sobrevivir como un animal"
El pasado 16 de diciembre tocó la isla de Siargao, turística y dedicada al mundo del surf. Los locales se esperaban fuertes rachas de viento, pero no un fenómeno de tales características y tan destructivo. Ahora la malagueña recoge fondos para sus vecinos.
8 enero, 2022 06:48El pasado 16 de diciembre el tifón Rai embestía la isla turística de Siargao, una zona ideal para los surfistas. Llegaron a registrarse vientos de hasta 200 kilómetros por hora, convirtiéndose en el tifón más potente que ha sufrido Filipinas en 2021.
Más de 300.000 personas optaron por huir de sus casas si estas no eran de cemento y de sus habitaciones de hotel, puesto que hay muchas personas que se dedican al surf y residen en hoteles en primera línea de playa. Una de ellas, Carolina, una malagueña que llegó a Filipinas tras viajar con una amiga hace cuatro años. Ambas estuvieron un mes descubriendo sus encantos por once islas diferentes. Susi, su amiga, se marchó y ella decidió quedarse un tiempo ya que había dejado su trabajo como responsable de marketing.
"Yo solía hacer kite surf y me traje mi equipo. Estuve haciendo windsurfing en una isla que se llama Boracay y que es La Meca del viento aquí en Filipinas. Viví allí tres meses y me volví a Siargao, porque me dio muy buen rollo, y eso que solo había pasado cuatro días antes allí", relata.
En Siargao, la isla que acaba de sufrir esta tragedia, se quedó otros tres meses, en los que conoció a un chico de la zona. Tras ello, pese a volver a Málaga cinco meses, el amor por la isla y el chico le hicieron volver. Desde entonces, lleva tres años y medio en la isla, donde su pasión por el dibujo y su imaginación, le hicieron crear un proyecto de diseño y venta de camisetas. Antes del tifón tenía incluso una tienda de recuerdos muy bien posicionada. "Me daba para vivir", dice.
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El tifón
"Sabíamos que venía un tifón muy grande, de grado tres, pero teníamos la información de que era de grado tres y en el último momento se convirtió en un supertifón de grado 5", recuerda aún con terror Carolina, que tuvo la suerte de poder refugiarse en la casa de cemento de una amiga que se encontraba de viaje en España.
"Me parecía una mejor opción que el sitio donde yo vivía, una habitación de hotel en primera línea de playa que estaba construida con materiales nobles, más endebles. Además, no era buena idea pasarlo en primera línea de playa porque se preveía que el mar iba a entrar en el pueblo", añade.
Pese a refugiarse en un sitio más seguro que donde vivía, les entró agua por todos lados, "unos cuatro dedos" desde el suelo. "Pese a que no se rompieron las ventanas, hubo un momento en el que parecía que la casa se iba a partir en dos, pero resistió", confiesa.
Decidió encerrarse en el baño, le parecía el lugar más seguro de la casa. En esa estancia de la casa solo había una pequeña ventana que actuaba de tragaluz a la que le añadieron unos paños para que, en caso de partirse, los cristales no le cortaran.
"No había vivido nada igual", dice. Ha sido su primer tifón y espera "que sea el último". Carolina se emociona recordando el infierno que vivió aquel día. Entre lágrimas, declara que "hay un momento en el que no sabes si vas a morir".
"Te ves en el cuarto de baño, sin escapatoria, gastando tu última opción sin saber si el cemento de la casa va a colapsar", dice la joven, que ha vivido cinco años en Chile y ha experimentado terremotos que superaban los siete grados en la escala de Richter. "La diferencia es que Chile tiembla mucho y ya es una ciudad que está diseñada para ello. Se la saben todas. Pero un tifón de tal magnitud en un país como Filipinas y en una ciudad como Siargao, por mucho que te protejas, no tienes ni idea de qué va a ocurrir", explica.
Se da cuenta de lo grave que era lo que estaba ocurriendo conforme lo estaba viviendo. A la mañana siguiente, cuando sale el sol y consigue divisar algo a su alrededor, observa que la ciudad ha cambiado al completo y se acuerda de esas familias que no tuvieron la oportunidad de irse a una casa de cemento. Esas que vivían en cabañitas de madera con techos de metal y a las que ya no le queda nada.
"Me había preparado para ver gente muerta por primera vez en mi vida y de una forma horrible. Sin embargo, la tasa de muerte ha sido pequeña para lo que fue. No sé cómo lo hicieron para sobrevivir", cuenta con un poco de esperanza la malagueña. En toda Filipinas han fallecido unos trescientos personas.
Los dos días después de vivir el tifón, se dedicó a "sobrevivir como un animal". Con un estilo de vida muy lento y con muchas complicaciones. "Fuimos a por agua y gasolina y tuvimos que preguntar en muchos sitios. Estaba todo agotado. No había nada. Tenías que irte a una ciudad más grande o a un pueblo más lejano. Era muy difícil", relata.
Así, hasta doce días después del supertifón, Carolina no es capaz de actuar. Estaba en estado de shock y, además, cayó enferma. Tenía fiebre e infección e inflamación de garganta. "Pasé tres días en cama por ello. A lo que se sumaba todo el esfuerzo que había hecho durante esos días con el estrés y la insolación que cogí", justifica.
Ayuda por las redes sociales
Sin embargo, en cuanto pudo, decidió acudir a las redes sociales para lanzar un mensaje de socorro. Tenían que ayudar a Siargao, ese lugar que tanto le había dado a Carolina. Creó una petición en 'gofundme' para conseguir fondos y, poco a poco, fue obteniendo dinero para ayudar a todos sus vecinos, aunque no lo suficiente.
"Desde España se puede ayudar mandando mucho ánimo y mandando dinero, porque ahora las necesidades básicas de comida y agua se están atendiendo, pero ahora quieren rehacer sus casas", explica.
En Siargao se las están rehaciendo con los propios escombros de las que eran sus casas. "Si en una casa vivían once personas con sus propias habitaciones, ahora todas viven en una misma estancia. Se han reducido muchísimo. Y para ir al baño imagino que irán al campo. Necesitan ayuda porque las profesiones más básicas viven el día a día. No tienen ahorros", dice. Por no tener, no tienen ni para comprar los clavos para reconstruir sus hogares.
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De momento, Carolina ha conseguido unos mil euros para ayudar a sus vecinos desde Manila, donde está residiendo ahora mismo. Además, ha cedido todos los beneficios de su marca de camisetas para un barrio del pueblo de General Luna, que necesitan mucha ayuda. "Viven con muy poco, pero son muy felices", dice. Desde Filipinas, pide que, quien pueda, eche una mano donando a través de PayPal a islabonitasiargao@gmail.com o bien por transferencia a ING o aquí. Puedes contactar con ella a través de sus redes sociales. En Instagram, @_viva_la_vida._