Te dispones a recorrer la Ruta 66 con la Harley Davidson VRSC V-Rod que has comprado para la ocasión. Llevas una chupa de cuero y On the road, de Jack Kerouac, guardado en el maletín. Pocos días antes de enfilar los casi 4.000 kilómetros que separan Chicago de Los Ángeles, empiezas a mimetizarte con el ambiente estadounidense. Buscas descontroladamente algún restaurante perdido por el camino en el que las luces de neón hagan presagiar que allí se comen "los mejores sándwiches del condado". Nada más entrar, te saluda Joe, el dueño de aquel bar de carretera que lleva 40 años siendo el verdadero rey de la parrilla: "What's up Doc?", te pregunta. Pero antes de que puedas responderle, caes en la cuenta de que vives en Málaga y que esa experiencia queda lejos de tus posibilidades. O no.
Situado en la calle Méndez Núñez, en pleno Centro de la ciudad, se encuentra Smash by Black Label. Un restaurante especializado en comida americana donde el valor diferencial reside en la manera que tienen de preparar las hamburguesas. Y es que lejos de todas esas creaciones gourmet con una lista de ingredientes interminable, aquí no hay más protagonista que la carne. No vas a encontrar esos discos de gran grosor en los que la elección del punto se convierte en una ardua tarea; solo puedes optar por una manera de disfrutar del vacuno: smash. O lo que es lo mismo, aplastada.
Los 160 gramos de la hamburguesa se dividen en dos bolas que van directamente a la plancha. Allí, sin ningún tipo de contemplación, se comprimen contra el acero caliente para que, en unos pocos segundos, se genere una capa externa caramelizada que le dé una textura crujiente, pero a la vez jugosa. Como aderezo, nada más que un poco de lechuga, tomate, algunos pepinillos y las salsas propias de la casa; todo ello envuelto en un pan suave, pero lo suficientemente consistente como para que no se desmorone la creación. Si eso no es una hamburguesa perfecta, se le debe parecer bastante.
Entre las selecciones más demandadas por los clientes, destacan la jalapeño cream (con rúcula, queso de cabra, mermelada de jalapeño, cebolla crunch y mayonesa), smoke bbq (pullpork, beicon ahumado, queso americano, cebolla frita, pepinillo, mostaza, mayonesa y barbacoa) y la cheseburguer (opción tradicional con queso estadounidense, cebolla, pepinillo, mostaza, kétchup marca de la casa y mayonesa).
La carta cuenta con un reducido número de creaciones, algo que evita grandes periodos de discernimiento a la hora de pedir. Ofrece una propuesta de entrantes clásicos en cualquier restaurante de este corte, pero con algunos detalles dignos de señalar. Así, además de las alitas ahumadas y fritas, bolitas de queso, aros de cebolla, rocas de pollo frito, nachos y patatas, podemos encontrar croquetas de pullpork o sweet potato cajún. Además, preparan fried chicken (con diferentes salsas y topping de acompañamiento) y perritos calientes. De postre, un sandy con salsa de fresa, caramelo salado, Kínder, Nutella, Lotus o chocolate blanco y pistacho.
Pero la experiencia trasciende lo gastronómico. La decoración de este pequeño local es otro de los elementos que lo convierte en una atracción per se. Cabezas de res, luces de león, algunos tapizados con reminiscencias wéstern... Todo el atrezo de Smash by Black Label es fruto de una cuidada selección de referencias de la cultura de los Estados Unidos. Incluso hay una colección de matrículas con los nombres de cada estado, ideal si hace dos años seguiste las elecciones entre Trump y Biden y ya no recuerdas qué regiones votan en el Súper martes o cuáles celebran caucus.
Es cierto que aquí no te vas a encontrar a Vincent Vega y Mia Wallace bailando You never can tell, pero sí que tiene rincones que pueden sorprender. Uno de ellos, el servicio: los aseos se encuentran mimetizados dentro de un espacio que emula a los grandes trailers en los que se transporta la carne. Además, de fondo suenan canciones de Chuck Berry o Elvis Presley mientras se escucha el rugir de la plancha al entrar en contacto con la carne.
Creado bajo el paraguas de Black Label, otro local American Style nacido en Málaga en 2016, Smash abrió sus puertas en octubre del año pasado y se ha convertido en una opción digna a destacar para aquellos amantes de las hamburguesas. Un sitio que le gustaría hasta a Tarantino: aquí no hay royale con queso ni mayonesa en las patatas.