"¡Viva Andalucía libre! ¡Viva Andalucía libre!". El último verso del estribillo de la comparsa Matria es una declaración de intenciones. Un lema convertido en bandera que se izó el pasado lunes durante la tercera sesión de preliminares del Carnaval de Málaga. Un canto a la autonomía andaluza que engalanó las paredes del teatro con alusiones y referencias a su cultura y a su historia, dentro de un formato innovador y vanguardista.
El responsable intelectual de este alegato es Miguel Gutiérrez, autor de la letra. En declaraciones a EL ESPAÑOL de Málaga explica que su propuesta temática tenía un objetivo muy claro: reivindicar el andalucismo de Blas Infante: "Queríamos defender sus postulados clásicos y su vigencia, presente en los lastres estructurales de nuestra tierra que busca hacer efectivo ese mantra que nos pide ponernos en pie y lograr un porvenir próspero".
Para ello, la comparsa presentó uno de los forillos más espectaculares que se recuerdan en la historia del concurso: "Buscábamos una puesta en escena rupturista, transgrediendo el propio concepto y siguiendo un lenguaje vanguardista. No es algo típico, sino que hemos indagado en lo contemporáneo", subraya Gutiérrez.
El escenario sigue una arquitectura ascendente, en la que cada una de sus partes actúa como ancla que se agarra a la tierra. Lejos de vinilos e impresiones, el suelo abraza una suerte de naturalismo en la que el romero, pino, olivo y tomillo recrean de forma real el propio campo andaluz, dibujando un paisaje agrario que se entrelaza con el litoral, presente también en el disfraz.
En segundo plano, nueve murales que escoltan a los integrantes del grupo. Un horror vacui de Andalucía que vienen a representar monumentos y personalidades de las provincias de esta comunidad. Con una excepción: el panel central. "Está ambientado en la casa de la Alegría de Blas Infante, situado en Coria del Río y sede del museo de la autonomía andaluza". Concebidos bajo la imaginación de Caye Villodres y Freso, y la digitalización de Chivy, esta obra ha sido fruto de una tormenta de ideas en la salieron a la palestra elementos tan dispares como Julio Anguita, Pata Negra o el Gran Poder de Sevilla. La idea era reflejar, en esa apoteosis, signos distintivos de la cultura, la historia, el folclore o el pop, como ocurre con La Veneno: "Es un crisol que la ciudadanía andaluza ha heredado a través de muchísimas formas de ser. Se ha perseguido una conjugación apabullante, llena de detalles de la tierra. Todo tipo de reivindicaciones sociales como una patera sobre la que se puede leer la palabra futuro; muy cerca de ella, una escena de La desbandá o las mariquillas de la Macarena".
Freso relata que ha sido un punto a favor coincidir con Gutiérrez en la visión que ambos tienen de Andalucía: "Cuando me explicaron el proyecto lo vi claro, ya que esta temática está muy presente en mis dibujos. Ha sido muy cómodo trabajar así, aceptando siempre las locuras que se me iban ocurriendo". Como detalle, destaca que desde el principio tuvo claro que no quería hacer obras independientes de cada ciudad, sino un remix acorde a su riqueza y pluralismo: "Cada una con sus virtudes y sus defectos. Por eso está todo mezclado".
Un olimpo andaluz
En el tercer bloque, y a modo de telón, se encuentra la pintura mural realizada ex profeso por José Carlos Torres. Miguel Gutiérrez apunta que su propósito ha sido reforzar la entidad artística del carnaval: "Una manifestación riquísima de música, letra e imaginación merece genios de la creación para que pongan lo mejor de sí al servicio de la fiesta", explica. Mientras que en muchas agrupaciones se opta por el photoshop, la comparsa de Málaga ha querido contar con este pintor malagueño tan vinculado al mundo de las cofradías.
La obra, que lleva por título Levantaos, pretende ser el cielo de la comparsa. Un olimpo andaluz en el que se desglosan los nombres propios de aquellos que han convertido esta tierra en un lugar de pensamiento, filosofía, rebeldía y transformación. De izquierda a derecha, se conjugan personalidades como de Falla, sobre el que vuelan notas musicales; Juan Ramón Jiménez (Premio Nobel), que aparece representado con las orejas de platero; Carlos Cano, compositor y poeta; María Zambrano, con el morado del feminismo o Lorca, bajando de un columpio del cielo, tocado por las alas de la mariposa propia de sus mundos oníricos y el corazón traspasado de la Dulce queja.
Junto a ellos, Mariana Pineda, cuyo retrato se trata una licencia del artista que ha pintado a su bisabuela nacida durante La desbandá, ya que no hay fotografías de la intelectual liberal. En el centro, Blas Infante, que sustituye a Hércules, se muestra como presidente perpetuo de Andalucía desde un prisma ideológico. De hecho, sobre él aparece el lema Dominator Hércules Fundator, con la salvedad de que el nombre propio está tachado con un grafiti en el que se puede leer Blas. Abajo, la letra M de Humanidad está dibujada con la tipografía de la comparsa Matria.
Picasso, en tonos cian por su etapa azul, aguarda en su interior el toro de Guernica. Continúa el camino con el triunvirato flamenco de Camarón, Lola Flores y Paco de Lucía. A la derecha, Velázquez, cuyo detallismo se manifiesta en las gotas cayendo del pincel, y finalmente Bécquer, poesía decimonónica que, en una analogía simétrica con Falla, posa con letras rondando su cabeza. Todos ellos orbitando el cielo andaluz.
"Para mí ha supuesto salir de mi zona de confort, ya que la mayoría de mi obra está enfocada al mundo de la Semana Santa. Con ella, he buscado los iconos de nuestra cultura. Ha sido un orgullo tremendo dar forma a este cuadro", destaca José Carlos.
El disfraz
En cuanto al tipo, el personaje no sigue un perfil concreto: "No quería algo definido, sino un soporte que permitiera crear un discurso", explica el autor de la comparsa. El gorro, con forma de semicopa imperfecta, creado por Berta Miró, se inspira en la estética del jornalero. En un lado, se recrea el campo, con espigas, trigo, barbafina y plantas de los pueblos rurales, todas ellas presentes en el jardín de la casa de la Alegría. Al otro lado, el mar, visto a través de dos anclas y una rosa de los vientos en color verde y blanco: "Es un homenaje a los emigrantes andaluces que siempre tienen como fin de sus vidas volver". Está cruzado con una banda blanca, en cuyo interior van versos de pensadores, reflejando que de la cabeza han nacido las letras más destacadas de nuestra literatura.
De esta tela nace la bandera andaluza, la arbonaida, defendiendo que hay que quererlas con la cabeza, y no de forma visceral o como arma arrojadiza: "La camisola blanca bebe de la estética de los jornaleros, con un cinturón de esparto que evoca a la tradición cofrade, convertida en un vistoso pañuelo flamenco en su extremo", explica.
Todo ello exornado con distintos parches con las capitales andaluzas y botonadura geométrica, evocando al pasado morisco de la tierra. Las cadenas, que atrapan y profundizan en la importancia del metal en la poesía lorquiana, completan la creación. Especial detalle guarda la espalda: "Se recrea una cruz con concatenación de estrellas tartésicas, reflejo del mudéjar andalusí. Todas de ocho puntas y con alegorías que señalan las cruces de nuestra identidad: represión, abandono escolar, de la sanidad y de los pueblos, pobreza, gentrificación, inmigración y turistificación. Una impronta moderna que persigue huir del tópico", expone.
"Es una manera de representar el andalucismo cultural, pero que no quede ahí, sino que abarque los enfoques sociales y religiosos de este movimiento", afirma Caye Villodres. Desde el Recreativo de Huelva hasta Pata Negra, pasando por la Virgen del Rocío. En un forillo, "el sentimiento de un pueblo".