“Me despierto y no me lo creo. Ahora tengo tiempo libre y no sé qué hacer con él. No estoy acostumbrado a gestionar eso, sino los apuntes que he ido estudiando”. La voz que responde al otro lado del teléfono es la de Emilio Rubio, un joven que en los últimos siete años se ha dedicado en cuerpo y alma a opositar. A partir de este jueves, su profesión cambiará por completo ya que tomará posesión como letrado del Consejo de Estado.
Su incorporación refuerza la presencia de malagueños en la institución, siendo el cuarto nacido en la Costa del Sol que ingresará en el supremo órgano consultivo: “En los últimos nueve años, hemos entrado tres de la provincia. 2014, 2017 y ahora yo, en este 2023”, explica. Así, se podría decir que estamos ante uno de los territorios con mayor incidencia acumulada de letrados de todo el país.
Pero dejando a un lado la estadística, su historia es la propia de cualquier persona que acaba encontrándose con la vocación de servicio público a una edad temprana: “Lo tuve claro desde segundo de carrera, cuando un profesor me explicó en qué consistían las oposiciones. Dar el paso fue una locura: por un lado, me tentaron de un despacho en el que estuve haciendo las prácticas; por otro, no hay un temario, sino que cada uno tiene que ir elaborándolo”, explica en conversación con EL ESPAÑOL de Málaga.
Esta ausencia de apuntes no es la única peculiaridad. El proceso está marcado por un tridente de liturgia, misterio y romanticismo que dota de cierta belleza al estudio hasta convertirlo casi en un arte. Aunque no hay altares, los opositores cantan en la sacrosanta biblioteca del Consejo de Estado y, aunque no es necesario sacar del armario el esmoquin, sí que requiere cierta etiqueta.
La preparación es gratuita por los últimos letrados que aprueban y el número de opositores no ha superado diez en toda España en los últimos años: “He vivido en una residencia de opositores y siempre decía que nuestras oposiciones eran las más exóticas”.
Así, las normas escritas conviven con la costumbre, convirtiendo a la institución en una de las figuras más desconocidas del Estado. Por ejemplo, no todo el mundo sabe que el pleno es el órgano encargado de reunir a todos los consejeros (permanentes, natos y electivos) en las deliberaciones que se celebran cada mes, o que entre sus integrantes hay algunos cargos vitalicios y otros que son elegidos por razón de su cargo, como el director de la RAE o el gobernador del Banco de España. Sin embargo, el trabajo del día a día recae sobre los letrados y los consejeros permanentes.
El momento del aprobado
El pasado tres de mayo, el BOE publicó la resolución por la que se nombraba a los nuevos miembros. La frialdad del documento no es capaz de aglutinar la emoción que se vivió el momento en el que tanto Emilio como sus otros dos compañeros recibieron la noticia del aprobado. Un fenómeno que también se vivió con los condicionantes que caracterizan al órgano.
En este caso, cualquiera pensaría en una notificación telemática o un tablero colgado en la entrada de la administración. Nada más lejos de la realidad. Las pruebas se celebran en el salón de plenos, presidido por un cuadro de Carlos V (fundador del Consejo en 1526): “Es imponente”, destaca Rubio.
Al finalizar la jornada, el secretario sale y anuncia quien aprueba y quien suspende. No hay notas, pero sí matices que constatan la rotundidad de la admisión: “Se diferencia entre mayoría o unanimidad; en este caso, los tres lo hemos conseguido por la unanimidad del tribunal”, subraya.
Durante cada prueba, Emilio estuvo acompañado de su novia o algún amigo. El último día fue especial porque, además de sus padres, también fueron sus hermanos: “Se notó el espíritu andaluz”, bromea.
También conoció el lado oscuro
Aunque la sensación de haber logrado un objetivo vital es insuperable, todavía quedan vicios de aquellos siete años de estudio. Los ritmos de sueño o los nervios nada más despertar siguen estando presentes, pero en esta ocasión por motivos distintos a los que vivió hace un año: “Después de seis años estudiando, suspendí. Fue duro quedarse fuera casi al final”, relata.
Sin embargo, el apoyo que sintió de la gente de la casa y el cariño recibido fueron el motor necesario para continuar en la carrera: “Me fui a Austria para aprender Alemán; algunos me decían que era muy arriesgado, pero me vino bien para coger fuerzas y descubrir Viena. Es verdad que me costó, pero convocaron estas oposiciones rápido y eso me ayudó”.
El nombramiento de Emilio Rubio como letrado del Consejo de Estado pone fin a una etapa en la que, más allá del sacrificio, reconoce “haber vivido”: “Me he esforzado en tener una vida normal y no perderme nada. Por ejemplo, he ido a algunas bodas, pero me tenía que volver después del postre para seguir estudiando. Aun así, no me ha faltado tiempo para disfrutar con mis amigos”.
Horas antes de tomar posesión de su cargo, cuenta que todavía falta el último paso para dar por concluidas las oposiciones: “Ese momento llegará cuando responda a la última felicitación”, afirma emocionado ante el aluvión de mensajes de apoyo que le han enviado en los últimos días.