La lechuza Olaf ya ha salido del nido y ha comenzado a cazar insectos como saltamontes y pequeños roedores. Es un hecho extraordinario, ya que se ha producido en un entorno poco habitual, en el que hace más de 20 años que no se avistan este tipo de rapaces. Alpandeire, un pueblo del interior de Málaga, es el escenario de este proyecto, que busca repoblar la zona con nuevos ejemplares de este ave.

La lechuza común es una rapaz nocturna, con un peso medio para los adultos de 350 gramos y sin diferencia aparente entre sexos. Olaf es un polluelo hembra, que ya busca alimento por sus propios medios aunque todavía precisa de un aporte extra por parte de los cuidadores, según explican desde el Ayuntamiento de Alpandeire, que colabora en este proyecto de reintroducción de la lechuza común organizado por la asociación Rastrea, el Grupo Micológico Havaral y el colectivo Grefa con la colaboración de expertos en cetrería.

Este tipo de aves eran habituales en Alpandeire y su entorno, pero desaparecieron de la zona hace más de 20 años: no ha habido avistamientos desde entonces, según detallan. El proyecto que trabaja por su recuperación tendrá una duración aproximada de 5 años, "hasta que se consolide una población estable de lechuzas".

Junto a Olaf, que ya se ha dejado ver por las calles del pueblo, se introducirán en el entorno siete nuevos polluelos en las próximas semanas. Todos ellos son de padres nacidos y criados en cautividad.

¿Cómo se desarrolla esta crianza? A través de la técnica hacking, se colocan polluelos en nidos artificiales, con una edad a la que el pájaro ya se ha desarrollado identificándose con su especie pero aún no puede volar. Estas crías deben ser capaces de termorregular y de alimentarse por sí mismas.

Pese a que se les da cierta libertad, diariamente se suministra en el nido suficiente cantidad de alimento, siempre con el objetivo de que los polluelos "no se percaten de la presencia humana". Tanto es así, que la ubicación de los nidos no se hace pública para evitar curiosos.

Olaf, en las calles de Alpandeire.

Las pequeñas lechuzas quedan fijadas en el entorno donde se ubica el nido, como si de su lugar de nacimiento se tratase. Llegado el momento dan su primer vuelo, familiarizándose con el lugar y volviendo al nido para descansar y comer, tal y como ha hecho Olaf.

A medida que van pasando los días, se va reduciendo progresivamente el aporte de comida para motivar al animal a cazar por sí mismo hasta que es completamente autosuficiente y no es necesario aportarle alimento adicional, según subrayan.

El proyecto también está estudiando la posibilidad de construir un criadero permanente de lechuzas comunes en Alpandeire, como punto central para una iniciativa que prevé recorrer toda Andalucía: los polluelos criados en este pueblo malagueño serán enviados a otras zonas para nuevas campañas de repoblación.

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