Una joven de cabello ondulado y rasgos asiáticos se sienta en la terraza de un bar de la Plaza de la Merced. Es un día soleado y muy caluroso, típico del julio de una costa estival. Un educado y suelto “ponme un mitad con hielo por favor” delata que no es una turista. Se nota que ha hecho de ello una costumbre. Una rutina de una malagueña más como la que peregrina a Casa Mira sin perdón todos los veranos.

Con algo de inseguridad, pero decidida a hacerlo, “siempre se me cae”, vierte el café sobre el frío vaso. Pega el primer sorbo y dice con una sonrisa, “me encanta esta ciudad”.

Rurika Usui es una joven estudiante de 18 años con el mejor expediente académico de Málaga. De origen japonés, se vino a los 9 años con su madre a España para aprender el idioma. Hoy, tras ser becada por la Fundación ‘La Caixa’ y sacar un 13,04 en selectividad, la joven originaria de Tokio se ve obligada a marcharse de la provincia para estudiar medicina por la alta nota de corte que tiene la UMA.

Rurika se convirtió en una chica de mundo antes incluso de nacer. A pesar de venir de una familia muy tradicional, sus padres viajaron desde Tokio a Hawái la semana prevista del parto para que su hija naciera allí y así poder obtener la nacionalidad estadounidense. Esto le facilitaría el visado en caso de que en un futuro quisiera estudiar en Norteamérica. Su madre ya tenía claro desde un principio que Rurika gozaría de todas las oportunidades que ella no tuvo.

Nunca fue una estudiante ordinaria en Japón. Durante los 9 años que pasó allí, estudió en un colegio privado internacional. Fue aquí donde Rurika aprendió a la perfección inglés y se le abrió la puerta del español como segundo idioma obligatorio. Aunque solo se formó en las enseñanzas básicas debido a su pronta partida, el germen por la lengua latina ya había proliferado.

Con tan solo 10 años y sin hablar bien castellano, Rurika y su madre, en un movimiento más que valiente, se trasladaron a Málaga en busca de un futuro académico más enriquecedor. El motivo de porque fue Málaga y no otro punto de España es tan azaroso como que la madre de Rurika lo ubicó en el mapa, vio fotos y le gustó la ciudad. A raíz de esto se construyó una nueva historia en la familia.

En el siguiente curso lectivo que comenzaba, Rurika entró en el Colegio San Juan de Dios La Goleta. Admite que no fue una buena experiencia. El no hablar bien español y tener enfrentarse a materias complejas en un idioma que desconocía casi en su totalidad hizo de la enseñanza un verdadero tormento. Además, esto le dificultaba también mucho la interacción con sus compañeros y profesores, por lo que se sintió muy aislada.

Paralelamente a esta aventura que estaban viviendo al otro lado del mundo, la vida en Japón seguía su curso con normalidad. A pesar de las grandes aspiraciones de su madre, Rurika venía de una familia japonesa ordinaria. Su padre es mecánico en una empresa de aire acondicionado, su hermano estudiante de derecho y su madre, hasta que decidió emprender esta vuelta al mundo con su hija, se dedicaba a dirigir una plantilla de cuidado de personas mayores dependientes.

En 2017 Rurika y su madre tuvieron que volver a Japón debido a que su abuela enfermó gravemente. Estuvo durante un año en la educación pública japonesa para darse cuenta de que aquello no era lo suyo. A pesar de las dificultades, Málaga era ya su ciudad.

En 2018, cuando las aguas se calmaron, Rurika volvió con su madre e ingresó en el IES Vicente Espinel (Gaona), donde se sacó los cuatro años de la ESO y bachiller. Aquí, admite la joven japonesa, se sintió más respaldada por el ambiente, en parte porque en un curso había 22 nacionalidades diferentes y esto ayudó a que “no me sintiera excluida por ser extranjera”. Rurika se convirtió poco a poco en la estudiante modelo que es hoy y fraguó su expediente académico sobresaliente.

A pesar de haber vivido más tiempo en España que en Japón y de admitir que no se siente identificada con la mentalidad y el sistema educativo de su tierra natal, Rurika tiene muy interiorizada la disciplina y la autoexigencia japonesa. Sacó un 13,04 en selectividad, pero “no estoy orgullosa de ello”. Dice no haber dado el 100% de lo que podía y que las cosas “si se hacen, se hacen bien”. Quiere estudiar medicina, y a pesar de haber tenido el mejor expediente académico de bachiller de toda Málaga y haber hecho una más que buena EBAU, el 13,4 que tiene medicina como corte en Málaga la obliga a decantarse por Barcelona como próximo destino universitario.

Sin embargo, la autodisciplina militar que se ha exigido estos dos últimos años ha tenido sus frutos. Rurika ha sido becada por la Fundación ‘la Caixa’ por su excelente expediente académico de bachillerato. Esto la dotará de una ayuda de 600 euros mensuales los años que dure su grado universitario, 1.000 en caso de que se vaya de Erasmus, y se le subvencionaran las clases y exámenes de cualquier idioma extra que quiera estudiar. De los casi 1.000 candidatos que se presentaron de toda España, solo 50 fueron becados, suponiendo un desahogo económico que tanto a ella como a su madre les vienen como agua de mayo.

Y es que sí, Rurika planea su vida con su madre como si fueran unas inseparables hermanas siamesas. “Somos un equipo, para todo”. Llevan casi 10 años viviendo juntas, solas, teniéndose única y exclusivamente la una a la otra y, por supuesto, si se va a Barcelona a estudiar medicina “mi madre se viene conmigo”. Su relación es especial. No tienen secretos y todo lo que hacen en su día a día es un complemento para la otra. Cada una hace lo que se le da bien y así funcionan. “La gente nos ve por el barrio de Lagunillas y nos saluda como el dúo inseparable. Somos la madre y la niña japonesa”, cuenta Rurika en un tono entrañable.

Málaga las acogió con los brazos abiertos cuando llegaron y hoy en día Rurika se siente una boquerona más enamorada de la ciudad donde vive. “La mentalidad tan abierta que tiene este país es maravillosa. La gente nos ha acogido desde el principio y prueba de ello es que me han concedido una beca que en Japón sería impensable para un extranjero”, comenta Rurika. Además de eso, su madre y ella son unas apasionadas del buen clima y la cultura tan enriquecedora que tiene Málaga.

No tiene planes de volver a su país natal. Intenta visitarlo al menos una vez al año para ver a su familia y no perder completamente el arraigo, pero Rurika tiene claro que su sitio está en occidente. De una forma u otra, su madre ancló su futuro a Málaga, y ella le está eternamente agradecida.

Además de por los motivos vitales, detrás de su reticencia a volver a Japón también hay algo de esta disciplinada personalidad, y es que “si volviera mis títulos académicos no servirían de nada allí, mi esfuerzo habría sido en vano”. Estudiar ha sido su vida. Ha sacrificado gran parte de su juventud en pos de convertirse en una alumna modelo. Ahora que lo ha conseguido quiere mantenerlo y seguir haciendo lo que mejor se le da.

Rurika es el ejemplo perfecto de una persona hecha a sí misma que no ha dejado que las limitaciones la frenen. Venir a un país desconocido tan joven, aprender el idioma, integrarse, fraguarse un futuro y, más allá de todo ello, superar las barreras culturales y ser la mejor en lo suyo.

“Si dejas lo que tienes que hacer hoy para mañana, eres una persona poco inteligente”, decía un proverbio japonés que recitaba Rurika. Y es que la vida es un breve recorrido lleno de obstáculos y trabas. Si algo podemos absorber de esta historia es que no hay tiempo que perder.

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