Son un escueto batallón de 50 psicólogos y 101 psiquiatras en la salud mental pública en Málaga para atender a un número creciente de pacientes: solo en los tres primeros meses de 2021, fueron 42.687 personas las que acudieron pidiendo ayuda. El tiempo es limitado, los recursos son limitados, las personas son limitadas, ¿por dónde empiezas? Entendiendo que lo fundamental es evitar el mayor número posible de muertes, ¿cómo puedes conseguir priorizar la atención urgente a las personas que más riesgo tienen de acabar con su vida? ¿Serías capaz de identificarlos?
Parece un retorcido problemas de matemáticas, y en cierto modo lo es. La salud mental está encontrando en los algoritmos y el machine learning un aliado para llegar a donde el mero criterio humano muchas veces no llega, y la Universidad de Málaga y el Hospital Regional no se quedan atrás.
"Tú ves cientos y cientos de pacientes y, si te pusieras frívolo y apostaras quién va a intentar acabar con su vida, no aciertas la mitad de las veces. El humano, en su lógica, no es capaz de diferenciarlo, o por lo menos no lo hace de manera muy fiable", explica el psiquiatra de ese centro sanitario Carlos Gómez.
Según relata a EL ESPAÑOL de Málaga, el actual sistema de clasificación de los pacientes, la escala Columbia para evaluar la seriedad de la medición suicida, "falla bastante", ya que solo detecta entre un 50 y un 60 % de los casos: "Es mucha gente que estás dejando atrás".
Es ahí donde entran en juego los números. Pongamos el ejemplo de la cardiología: si la inteligencia artificial tuviera una base de datos lo suficientemente grande y amplia, podría saber cuáles son los factores más comunes encontrados entre las personas que han sufrido un infarto. Así, cada vez que el sistema encontrara en un paciente una de esas características demasiado desarrolladas, saltarían las alarmas: su riesgo de embolia sería muy alto. Los cardiólogos podrían saber al momento que deben centrarse en él.
Es la aplicación de factores predictivos en la medicina, un terreno todavía infradesarrollado pero que en EE.UU., Alemania o los países europeos nórdicos avanzan mediante el aprendizaje de la inteligencia artificial. La dificultad llega cuando hay que aplicarlo a medidas más subjetivas, como la de la salud mental:
"Los resultados están siendo complicados, no todos están teniendo esa efectividad. Esto no es como la presión arterial, que es algo objetivo. Hay un componente cultural muy importante, de ahí que no podamos extrapolar tal cual los algoritmos de otros países", explica Gómez.
Es por ello que han pedido financiación para desarrollar su propio proyecto, con el que "identificar los factores comunes de las personas que acuden a un servicio de atención, vía habitualmente urgente pero también a médicos de cabecera o psiquiatra".
Una vez tengan la luz verde para la iniciativa, que esperan que tengan "alguna oportunidad" con la Agenda 2030 y los fondos europeos, calculan que pueden estar seis meses con el desarrollo del programa del algoritmo, después en torno a un año o año y medio con un programa piloto de en torno a 300 o 400 pacientes. Después de ese tiempo, podrán evaluar si el algoritmo ha predicho de forma fehaciente los ingresos de urgencia.
"Hemos desarrollado el protocolo: tenemos las bases, las previsiones optimistas son que en un par de años ya lo podamos hacer", resume Gómez. Su idea es que no quede en un proyecto pequeño, sino que sirva "a buena escala" y también se pueda extender por todos los hospitales andaluces.
Para lograrlo, cuentan con la colaboración del Departamento de Psicología y el de Informática de la Universidad de Málaga, además de la empresa madrileña Savana, creada por un médico y especializada en la aplicación de datos a los tratamientos sanitarios.
Berta Moreno es Doctora en Psicología y Profesora Titular de la Universidad de Málaga, con 3 sexenios de investigación. Desde hace año y medio, lidera una iniciativa similar al que plantea el Hospital Regional de Málaga, pero con el Servicio de Emergencias 061.
Explica a este periódico que ya han analizado en torno a 300.000 demandas de ayuda a este teléfono de urgencia, a partir de las cuales buscan las de intentos de suicidio. El objetivo es que "cuando llega un perfil determinado al operador, el que contesta sepa que está ante una probabilidad mayor de suicidio".
Su proyecto todavía está en marcha, no se está publicando sobre él ni se está aplicando, pero ya lo están llevando al estudio de otras parcelas: la historia clínica, la atención primaria... Justo los campos que interesan a los psiquiatras del Hospital Regional de Málaga. "Puede ser complementario", apunta Moreno.
Carlos Gómez prevé trabajar con ella una vez tengan la validación para el proyecto, al igual que sigue atentamente iniciativas en Barcelona y Bilbao con intenciones similares. Todo una apuesta por la prevención para ayudar a evitar tener que lamentar el horror más tarde.
"Como el suicidio está en esto de que nadie quiere hablar de él, tenemos a una cantidad de jóvenes intentándose suicidar, lo ignoramos y hacemos como que no pasa nada. Al final esto lo que viene a hacer es ser proactivo por esta gente. El algoritmo para mí es fundamental: si las personas no sabemos detectar quién tiene el riesgo, alguien tendrá que saber", sentencia.