"Salir de un problema de salud mental no es como cuando tienes dolor de cabeza y te dan un ibuprofeno y al rato ya estás bien. Esto es una carrera de fondo donde tú y solo tú eres el más importante para llegar a la meta", relata Daniela (nombre ficticio).
Daniela es una veinteañera que puede decir que ha superado una depresión y diversos cuadros de ansiedad en los últimos años gracias a pedir ayuda, algo que considera fundamental y que a ella le "ha salvado la vida".
Lo mismo piensa Marina, que también prefiere no mostrar su nombre. Lo hace por el estigma que hay hacia la depresión en el entorno laboral. "Estoy en paro y necesito encontrar una estabilidad laboral. Si encima digo que sufro una depresión, jamás voy a encontrar", justifica. Para ella, está mejor visto en una empresa una baja por una extremidad rota que por un problema de salud mental que además "incapacita incluso más al trabajador".
Ambas mujeres han tenido que mirar a los ojos a una enfermedad que no les hacía ser ellas mismas. Una enfermedad que les ha hecho darse cuenta de que, en ocasiones, merece la pena ser egoísta y pensar solo en una misma porque a veces es la única manera de salir adelante. Daniela ya la ha superado, pero Marina aún está librando en silencio su batalla contra ella.
Daniela, 21 años
Daniela comenzó a darse cuenta de que algo fallaba con tan solo diez años. Lloraba cada día, sus padres la veían muy apagada. Pese a que acudió a un psicólogo, en la Seguridad Social, nada cambió en su mente. En esos años acudía a natación y su entrenador percibió también que algo no funcionaba en la pequeña. Un día, la sacó del agua y le propuso un trato. De las dos horas que estuviera en la piscina, una hablarían y otra nadaría como recompensa. La pequeña aceptó. "Hoy día creo que mi entrenador tiene el cielo ganado. Estuvimos siguiendo esa mecánica todos los días durante meses y fue algo muy reparador para mí", relata.
Tiempo después, los profesionales detectaron que lo que le estaba pasando a Daniela era algo muy común en pequeños. Su cerebro no asimilaba que llegaba la hora de abrir otra etapa y tenía que dejar la niñez atrás. "No quería crecer", detalla.
Cuando parece que todo iba bien, llegaron los 19 años, "ya no era ninguna niña". Daniela iba conduciendo, una de sus pasiones, y, de repente, comenzó a alterarse muy rápido hasta el punto de tener que frenar el coche y llorar para desahogarse y poder seguir su marcha. "Eran cuadros de ansiedad que el psicólogo al que acudí achacaba a cambios que estaba viviendo en mi vida".
Pero, cuando creía que al fin salía a flote, llegó esa palabra que lleva aturdiéndonos casi dos años: la pandemia, que ha afectado muchísimo en la salud mental de todos los sectores de edad, pero especialmente en los jóvenes. "Viví bien el confinamiento, pero las restricciones, no poder ver a mi pareja, que se encontraba en otro municipio, ni a mis amigos, me empezó a colapsar", relata la joven, que se recuerda "mentalmente desestabilizada" en aquellos momentos.
No podía con todo. Estaba desmotivada y con su vuelta al pueblo por el inicio de las clases online volvieron a su vida personas de su pasado. Se dio cuenta de que no podía seguir así y volvió a pedir ayuda. "En noviembre de 2020 pedí mi primera cita con el psicólogo y fui cada dos semanas. En Nochevieja de ese mismo año me puse de propósito que iba a salir yo sola de esto y dejé de ir a terapia. ¿Y qué pasa cuanto te crees una superheroina y te das por ti misma la baja médica? Pues que recaes, pero el triple que antes", cuenta la chica con honestidad.
Sin embargo, el año que acabamos de despedir supuso para ella un antes y un después. No salió sola de su pesadilla, pero sí con ayuda de un nuevo psicólogo, al que acudió recomendada por una amiga. "Sentía que en tres sesiones me resolvió la vida. Dio con la tecla en un momento muy importante. Siempre diré que me salvó la vida, porque la gente no puede imaginarse lo que a mí se me llegó a pasar por la cabeza cuando estuve mal. Es muy importante pedir ayuda", repite.
Comenzó sus sesiones en febrero y, tras idas y venidas, en cierta medida por el estrés de la universidad, finalmente, dejó de acudir a terapia y ahora, recuperada, siendo "una nueva Daniela", espera volver a ver a su psicólogo para contarle lo mucho que ha cambiado como persona. "Ojalá todos fuésemos al psicólogo, aunque no tengamos problemas, simplemente para mejorar y conseguir una personalidad más fuerte y segura. Nos iría mejor", manifiesta Daniela.
Marina, 47 años
Marina ha vivido más experiencias vitales que Daniela, que se encuentra estudiando en la universidad en estos momentos. Marina ha pasado por un matrimonio, el nacimiento de sus tres hijos, un divorcio y dos despidos en tres años. Una serie de acontecimientos que, en mayor o menor medida, han acabado desembocando en un problema de salud mental como es la depresión.
Ella lleva dos meses diagnosticada, pero siente que todo viene de mucho tiempo atrás. Se dio cuenta de que algo no iba bien ya cuando vio que esas pequeñas cosas de la vida que antes tanto le apasionaban, las más simples, ya no tenían sentido para ella. Ya no sentía alegría por llevar a sus niños al parque, algo que le encantaba antes, porque siempre ha sido "muy madraza", con un gran instinto maternal.
Marina opina que, pese a que se suele asociar mucho la depresión a la tristeza, en su caso, el primer indicativo de la enfermedad fue esa apatía que no le hacía disfrutar de la vida. "Es duro afrontar que tienes tres hijos y que no tienes ganas de estar con ellos, lo que se traducía en episodios de llanto que se alargaban desde que me despertaba hasta que me acostaba", relata.
Así, si Marina iba por la calle y veía a una madre jugando contenta con su pequeño, o veía a alguien feliz con su trabajo, también lloraba. Se sentía mal por estar en paro o no sentir lo mismo con sus hijos. También le ocurría al ver imágenes tristes en una película o al recibir un mensaje de ánimo de un amigo. Todo se resumía en el llanto. "Me di cuenta de que esto no era un estado de ánimo. Tenía que pedir ayuda a alguien y no dudé en acudir a un psiquiatra", declara Marina.
En el caso de la depresión, esta puede ser de dos tipos: endógena, si esta está asociada a factores genéticos o hereditarios y exógena, si factores externos han podido afectarte. Desde la pandemia hasta un despido.
En su caso, está luchando contra una depresión exógena derivada de circunstancias que ha vivido en los últimos años. Tras divorciarse de su marido, este le pidió la custodia compartida, algo que ella no terminaba de compartir. "Pasan una semana con él y otra conmigo. Me sentía sola sin ellos las semanas que estaban son su padre", cuenta emocionada.
Asimismo, en el ámbito laboral también ha tenido complicaciones. En los últimos tres años ha sufrido dos despidos. El primero porque ya había pasado dos años en la empresa y no quisieron hacerla fija y, en el segundo caso, fue la pandemia la culpable del fatal desenlace.
"Estoy de alquiler, estoy haciendo algunas colaboraciones para poder seguir hacia delante y pagar mis facturas", dice. A finales de 2021, además, empezó en un trabajo que finalmente tuvo que dejar por encontrarse incapacitada para sacarlo hacia delante.
Marina, sobre ello, destaca además la importancia de visibilizar la toma de medicación. Explica que su psiquiatra le recomendó que no dijera en el trabajo que tenía un tratamiento para la depresión. "No miramos raro al que escayolan porque tiene el brazo roto, pero sí al que se medica por un trastorno. La depresión existe hasta detrás de una sonrisa, muchos no la ven, pero hay que saber tratarla y pedir ayuda", explica.
Además, cuenta que ningún sector de la sociedad está exento de sufrirla. Es algo que ha afectado a personajes famosos y a los más humildes, que no tienen nada. También afecta a los ancianos, generalmente por su soledad, y a los más jóvenes, que responden a esta con ira y rabia. Por lo común que es, en el mundo ya hay más de 300 millones de personas que la padecen, Marina reivindica la importancia de señalar que la mayoría de los casos de suicidio tienen relación con episodios de depresión.
"En España hay un desconocimiento brutal de la depresión y de la salud mental. Hasta en los propios pacientes, algo que no se debería permitir", comenta.
Para ella, la enfermedad es una lucha constante contra su mente y su cuerpo. Un túnel oscuro del que parece que nunca vas a salir por culpa de la desesperanza, pero cree que la clave está en comprometerse con una misma y decir que sí puedes con todo.
Un mensaje: pide ayuda
A los que están ahora mismo como ellas, lanzan un mensaje alto y claro: "Pide ayuda cuanto antes, ten un compromiso contigo mismo, porque en ocasiones, tu entorno tenderá a huir cuando sepa de tu enfermedad por la desinformación que hay sobre esta. Reúnete con tu "Comité de Sabios", tu círculo más cercano, y sal a caminar y disfrutar de la naturaleza y huye del sofá, que es lo que el cuerpo suele pedirte cuando estás deprimido".
Si te sientes identificado o identificada con las historias de Daniela y Marina, contacta con la Fundación Anaed a través de su e-mail: info@fundacionanaed.org o escribe un mensaje de Whatsapp al 601059804. Ellos te ayudarán. Si has tenido el pensamiento de quitarte la vida por tu depresión, no dudes en llamar al Teléfono de la Esperanza: 717003717.