Amor, sexo y otros problemas: “Ayudo a mucha gente a volver a lo antiguo”
La psicóloga y sexóloga Lorena Berdún disecciona este jueves en La Térmica cómo ha cambiado la visión de la sexualidad y las relaciones de pareja en la última década.
21 septiembre, 2023 05:00Noticias relacionadas
Ejemplo ficticio y estereotipado. Se abre el telón y aparecen tres parejas. La primera está formada por un hombre y una mujer de poco más de 70 años. Se conocieron en una verbena, intercambiaron un par de cartas y se casaron apenas unos meses después, sin ni siquiera haberse besado a gusto. Llevan casi 50 años juntos. La segunda también está formada por un hombre y una mujer, en este caso de unos 45 años. Ellos se conocían de toda la vida y, después de varios escarceos, comenzaron una relación que ya supera la mitad de sus días y que ha estado cerca de desfallecer en los últimos años, pero se aferran en mantener. La tercera la forman dos jóvenes casi treintañeros que debaten entre tener una relación abierta o darse un tiempo. Se conocieron por Tinder hace un año después de un arsenal de rollos y desde entonces no se han separado.
Estos tres casos podrían escenificar el cambio en las relaciones que la sociedad ha experimentado en los últimos años, pero ¿han cambiado tanto como parece? Lorena Berdún lleva años buceando entre los entresijos de las parejas, que acuden a ella buscando ayuda para encontrar la fórmula mágica que les lleve a tener una relación perfecta, de esas de las que siempre imaginamos que tienen los demás. Ella considera que en los últimos años hay cosas que han evolucionado, como las nuevas maneras de entender la sexualidad o la perspectiva de género. Otras, en cambio, siguen como antes.
En concreto, menciona dos que están clavadas en lo más profundo de la sociedad y que urge desechar. La primera, que “todavía seguimos con una visión extremadamente coitocentrista de la sexualidad”. Esta idea parte de la creencia (errónea) de que las relaciones sexuales completas son solo y únicamente aquellas en las que hay penetración y acaban con el orgasmo. Aunque el sexo se haya disociado del mero hecho de procrear, aunque ahora se hable más del squirt o del dogging e incluso aunque los juguetes sexuales hayan llegado a muchas camas (u otros lares) para quedarse, “la losa de la penetración y el orgasmo sigue estando presente”, apunta Berdún.
Lo segundo que permanece intacto es el sentimiento de “pertenencia” entre los miembros de una pareja, “esa sensación de ser único para el otro”. Esta idea acaba por convertir las relaciones en tóxicas. “Hay que comenzar a entender que la otra persona tiene deseos y una vida aparte de ti”, recomienda.
EDUCACIÓN AFECTIVO-SEXUAL
Otro lastre que la sociedad lleva arrastrando años es el de la educación sexual. “En eso no es que no hayamos evolucionado, es que hemos retrocedido”, apunta esta sexóloga y psicóloga, que defiende que esta materia cada vez tiene menos espacio en colegios e institutos y que las noticias que llegan casi cada día a los titulares de los periódicos con menores implicados -desde agresiones sexuales a la publicación de fotografías de chicas desnudas manipuladas con IA- “tiene que ver con esta carencia”. “Son todos temas que requieren una educación afectivo-sexual. La gente joven es el caldo de cultivo”, sostiene.
En su opinión, poner en las manos de un niño un móvil sin ninguna vigilancia es algo parecido a poner ante los mandos de un avión a una persona sin experiencia. “Es lógico que hagan mal uso de ello”, apostilla, censurando radicalmente a los adultos que dicen que sus hijos pasan horas en su habitación con sus dispositivos y no saben qué hacen. “Eso no puede ser. Tenemos que aprender y enseñarles, aprovechar cada noticia para hablar con nuestros hijos. Hay mucha información mal gestionada y dificultades para abordar temas que son incómodos”, asegura.
En los últimos meses, de hecho, son recurrentes las informaciones que proliferan sobre el incremento de la violencia entre los menores, algo que Berdún señala, como muchos otros expertos, que está estrechamente relacionado con “el acceso al porno, a los dispositivos sin control”. “El verdadero problema es que sabemos qué pasa, pero no hay medidas a nivel político para que la violencia no se extienda”, asevera.
A su juicio, la pornografía “no es mala en sí, pero no puede ser accesible para un niño de nueve años porque no está preparado para asimilarla”. En concreto, lo que genera es que los menores tengan “una vivencia agresiva y tengan referentes que no son los adecuados” y, a partir de eso, a medida que crecen, “van a hacer lo que han aprendido”.
Berdún aboga por una sexualidad “lo más sana posible” y no solo como método de prevención de estas conductas, sino también para evitar que al llegar a la edad adulta el sexo haya perdido todo tipo de interés. “Hoy en día hay jóvenes muy aburridos porque han empezado la casa por el tejado. Antes, las parejas comenzaban con unos picos y poco a poco iban explorando, dando pequeños pasos. Ahora comienzan con en un punto de intensidad tan alto que todo lo que hay por debajo les parece la nada y no les queda mucho más por experimentar”, explica.
PAREJAS A LA CARTA
El acceso generalizado a la tecnología no solo ha cambiado las dinámicas entre los adolescentes. La proliferación de aplicaciones “han cambiado el paradigma respecto a cómo ligamos o buscamos pareja” y, lejos de valorarlo como algo positivo o negativo, esta sexóloga pone sobre la mesa los matices. Por una parte, han roto muchas barreras a personas que tenían muchas dificultades para relacionarse, para romper el hielo cara a cara. Por otra, han terminado por “automatizar las relaciones”.
Berdún recuerda, por ejemplo, que una de sus pacientes llegó a tener un “uniforme” para sus citas de Tinder y que otro llegó a su consulta “frustrado porque echaba de menos el ambiente de un bar, el cruzarse miradas y pasar la noche bailando con alguien que acabara de conocer”. “Ahora ayudo a mucha gente a volver a lo antiguo”, ironiza esta psicóloga que se pregunta cuántas parejas, antes de serlo, tenían mala relación. “¿Quién no conoce a alguien que no soportara a la persona que después se convirtió en el amor de tu vida?”, añade.
La idiosincrasia de las apps para ligar han proporcionado algo así como “parejas a la carta” que se van perfilando a partir de preferencias y filtros. Ahora son los datos y los algoritmos los que eligen con quién vamos a tener la próxima cita. “Y si algo no me gusta lo desecho”, añade. “No nos arriesgamos” pero tampoco tenemos la garantía de que vaya a salir bien. “Esos casos son una pequeña minoría. Las app no ayudan a encontrar pareja, ayudan como mucho al ligoteo. La realidad es más compleja, la vida piel con piel no puede funcionar así”, resume esta experta.
A su consulta siguen llegando, aseguran, pacientes por los mismos motivos que antes. “La mayoría tienen mucho que ver con desesperanza vital, con el aburrimiento, con no saber hacia dónde ir. Y no solo en el terreno de la pareja o sexual, sino más bien vital”, apunta.
Vidas llenas de estrés, saturadas por el trabajo, con cada vez menos tiempo vital para el ocio, para el sexo. Porque el mundo actual no es cómo se concebía hace unas décadas. “Hay falta de deseo por el tipo de sociedad que estamos creando. Tenemos menos relaciones porque tenemos menos tiempo”, asegura.
Con este cóctel de matices, Berdún ve claro que “la pareja está cambiando”. “Cambia el vínculo que hay entre las personas, las formas de convivencia. No queremos estabilidad, nos cansamos antes. Hay tanta información que buscamos lo que no tenemos y ahora hay formas diferentes de afrontar las relaciones, hay ganas de experimentar otra formas”, concluye.