Miguel Sánchez es uno de los grandes protagonistas en la historia turística de la Costa del Sol. Nació en un pequeño pueblo de Salamanca, pero con 17 años quería hacer carrera en la coctelería y estaba entre irse a Málaga o a la Costa Brava. El azar le llevó a Fuengirola y, 60 años más tarde, aquí sigue. Pero ese joven camarero es ahora el propietario del grupo MS Hoteles, con seis establecimientos hoteleros.
Tiene 75 años pero parece que no pasa el tiempo por él. Dice que no se piensa jubilar, que disfruta con su trabajo y que se encuentra bien física y mentalmente para seguir adelante. Nos recibe en la terraza del hotel MS Amaragua, un cuatro estrellas junto a la playa en Torremolinos. La piscina está llena, hay muchas personas tomando el sol en la hamaca. Dan ganas de darse un chapuzón, pero la verdad es que es mucho más interesante escuchar la historia de Miguel, que visualiza como si fuera ayer aunque hayan pasado seis décadas.
¿Cuántos años lleva en la hotelería y hostelería?
Soy de Salamanca, pero empecé con 17 años en Fuengirola en un hotel que ya no existe de ayudante de camarero en el bar. El 29 de septiembre voy a cumplir 76 años, por lo que llevo casi 60 años trabajando en este sector en Málaga.
Debe ser uno de los profesionales más longevos en activo en la Costa del Sol, si no el que más.
Estoy en primera línea casi siempre. Es verdad que empecé muy temprano.
¿Cómo fue su llegada a Málaga?
Llegué en 1958. En aquel momento no existía ni La Carihuela. Yo soy de Peromingo, un pueblecito al lado de Béjar, en Salamanca, y trabajaba en un hotelito de botones y en el bar cuando me dejaban. Y aquello fue lo que me enganchó a trabajar en los hoteles. Pasado un tiempo pensé que para ser camarero de verdad tenía que irme a otro sitio y ya empezaban a sonar la Costa Brava y la Costa del Sol. Tenía un compañero cocinero mayor que yo y hablando los dos nos animamos a irnos. Llegamos los dos a Madrid en un autobús y cogimos un taxi. El taxista nos preguntó, ¿chavales, a dónde os llevo? Le pregunté al taxista qué estación era la más cercana, la de Atocha o la del Norte, para que nos costara menos el taxi. Nos dijo que Atocha, así que fuimos a Atocha y nos vinimos para Málaga.
Es decir, que la decisión de su vida fue cosa totalmente del azar.
Sí, (se ríe), por pagar menos el taxi llevo 60 años en Málaga. Teníamos un contacto en la Costa Brava y otro de la Costa del Sol. Cuando llegamos a Málaga cogimos un coche de caballos para que nos llevara a Fuengirola para ver a la persona de la que teníamos referencia. El cochero empezó a andar y cuando llevábamos un rato le pregunté cuánto tiempo quedaba. Me miró extrañado y me dijo que eran unas cuatro horas. Mi compañero le dijo entonces que menos mal que no habíamos cogido un taxi y el cochero frenó rápido el caballo. Nos preguntó estupefacto si pensábamos que el taxi iba a ser más caro que ir en coche de caballos. Es como si lo estuviera viendo ahora mismo. Nos preguntó, chavales, ¿vosotros sabéis lo que cuesta esto? Le dijimos que no y cuando nos dijo el precio no teníamos suficiente dinero entre los dos. Le comentamos que veníamos de un pueblo, que nos habíamos criado con el ganado y para nosotros ir a caballo era una forma natural de transporte. El cochero nos dijo que se veía que éramos inocentes, que no habíamos tenido mala intención y nos dejó en la parada del autobús de Portillo que iba a Fuengirola. No nos cobró nada. Eso fue para nosotros como un golpe en la cabeza, darnos cuenta de que esto no era Peromingo, que había que informarse bien de todo. La verdad es que nos quedamos los dos blancos. Luego fuimos varias veces a Málaga a buscar a ese cochero, pero nunca le encontramos. Le estábamos agradecidos.
Y tras esa travesía empieza a trabajar en un hotel en Fuengirola.
Sí, estuve allí dos años. Una tarde, se pasaron por allí unos hermanos que habían comprado unos terrenos y estaban haciendo el proyecto para el hotel Alay y unos apartamentos. Les atendí yo en el bar, me preguntaron de dónde era, les conté mi historia y tal y se fueron. Estos dos hermanos estaban viendo los cuatro hoteles que había entonces en la costa. A las dos semanas llegó otro señor preguntando por mí en el bar. Era el secretario de los hermanos y me comentó que estaban haciendo tres bloques de apartamentos, que habían abierto una oficina de venta, que iban a montar un bar para atender a los clientes que fueran a comprar y que me querían contratar. Me fui con ellos y estuve casi un año en esa oficina de ventas. Luego abrieron los apartamentos Alay con un bar inglés precioso. Estaba ya de barman cuando me tuve que ir a hacer el servicio militar. Cuando regresé empezaron a hacer el hotel Alay y cuando lo acabaron me fui de barman al hotel, donde realicé toda mi formación. Estuve de camarero, de maitre, de director de Alimentación y Bebidas, director de explotación y los últimos 11 años de director general de todo el complejo, que incluía también el hotel San Fermín y bloques de apartamentos.
¿Empezar de botones y ser director general es ya complicado no?
Eso requiere primero una fe y una ilusión tremenda en lo que estás haciendo. Muchísimo sacrificio, renunciar a muchas cosas, trabajar sin horas, nada más que empujando por la ilusión de aprender y de ascender. Los dueños de la empresa tenían 16 hijos entre los dos y cinco de ellos estaban trabajando conmigo. Estaba claro que iba a llegar un día en el que yo sobraría, era lógico, por lo que me adelanté, hablé con el dueño, le agradecí infinitamente los 28 años que estuve allí y le comenté que ese camino se había acabado, que tenía la ilusión de crear mi propia empresa y lo entendió perfectamente. Era 1988.
¿Y cómo pasa a ser empresario hotelero?
Tenía un solar en el Bajondillo y allí hice mi primer hotel, el Aguamarina. Después, junto a un americano, compramos un bloque de apartamentos del Alay. Cogí el Málaga Palacio en gestión, el hotel Marinas de Nerja y un bloque de apartamentos en Benalmádena. Arrancamos con cinco edificios. El Amaragua lo compré en 1994 y el Jorge V en 1997. En el año 2000 hicimos una gran reforma y unimos estos dos hoteles, que estaban juntos pero eran distintos.
¿Cuántos hoteles tiene ahora?
Seis. En Torremolinos el Amaragua, el Tropicana y el Aguamarina Suites; el Maestranza en Málaga capital; los apartamentos MS Pepita en Benalmádena; y el Fuente las Piedras en Cabra (Córdoba).
Tenía usted un proyecto en el Caribe. ¿En qué quedó?
Sí, en Costa Rica junto a unos socios, pero ahora mismo aquello está cerrado y estamos viendo qué hacemos con ello.
Lleva usted 60 años trabajando en la Costa del Sol, por lo que ha visto en primera persona el desarrollo turístico completo de la zona. ¿Qué cambios ve entre el turismo y los turistas de aquella época y los de ahora?
Una de las cosas que yo más echo en falta de aquella época era con la ilusión que todos trabajábamos para el turismo. Trabajar en un hotel, en una agencia de viajes o en un restaurante era una ilusión tremenda para la gente joven. Se ha perdido esa ilusión de prepararse para trabajar en turismo. En cuanto al turista, bueno, el que venía aquí era de un nivel adquisitivo alto porque era complicado llegar, había pocos vuelos, y lo que había era caro. Entonces se empezó a crear la industria del ocio y fue el boom de Torremolinos. Hoteles podía haber en cualquier sitio, pero venir a Torremolinos era espectacular. En mi época de barman en el hotel Alay, pocas noches me podía ir a casa cuando cerraba el bar porque siempre había algún cliente que se quedaba a que luego lo acompañaras a Torremolinos.
Los bares, las discotecas, las salas de fiestas… Pero todo de una categoría, una seriedad y un ambiente espectacular. Yo echo en falta esas cosas. En eso hemos ido para atrás, no hemos sabido mantener aquella infraestructura tan maravillosa que se había creado en la industria del ocio. En el tema gastronómico fue en aquella época cuando empezaron los pescaítos de La Carihuela, que le dieron una promoción enorme a toda la zona porque no había un cliente que no viniera a la Costa del Sol que no probara los pescaítos y los espetos. Eso sí se ha mantenido, pero el ocio no. Es fabuloso el crecimiento que hemos tenido, el posicionamiento que tenemos en Málaga y la Costa del Sol y Andalucía en general en el mundo entero. Por esa parte fenomenal, pero no tiene que ver nada el ambiente actual con el que había.
Antes venía más famoseo y ahora se ha masificado todo.
Sí, porque el turista venía a una zona virgen por completo y todo era casi artesanal. Más auténtico y natural. En La Carihuela había casas, el señor era pescador y traía el pescado, ponían tres mesas en la puerta, la señora los freía y allí comían los clientes que podían pagarlo. Pescado recién sacado del mar y el cariño con los que te los servía la señora o el familiar que fuera. Solo con dos o tres mesas.
El origen de los chiringuitos.
Sí. Eran varias viviendas particulares. Empezaron a poner pescado a la sal, los espetos, etcétera.
Respecto al turismo, se habla siempre de que si hay turistas buenos o malos por su nivel de gasto. El turismo es bueno todo y la gente es buena toda, otra cosa es lo que gaste. Ahora estamos en un turismo de masas, los hoteles tenemos que planificarnos, los márgenes son bastante cortos y la competencia es bestial en el segmento de sol y playa, por lo que es necesario tener unas ocupaciones muy altas.
Marzo de 2020. Tras un 2019 espectacular, llega el Covid, se cierra el tráfico aéreo, todos los hoteles y el mundo confinado sin saber si iba a durar un año o cinco. ¿Qué pensó en ese momento?
Eso fue horroroso. El 2019 fue un año estupendo y la mayoría de los hoteleros teníamos planificadas mejoras en nuestras instalaciones, iniciar más procesos de digitalización, etcétera. Y fue un cierre tan radical que nos quedamos todos blancos y maniatados porque no podíamos decidir nada. Si tienes una ocupación baja puedes tomar medidas, pero aquí nada dependía de nosotros. Las empresas que ya habían hecho reformas previas y que tenían un alto nivel de endeudamiento lo pasaron muy mal y las que no teníamos esa deuda tan alta también.
No ingresaban un euro y sin saber por cuánto tiempo.
Claro, la situación era caótica. Todo cerrado. Nos llamábamos los compañeros unos a otros y todos estábamos en shock. Hubo que pararlo todo. Y a eso se le añadió el endeudamiento que tuvimos que echarnos encima para poder soportar los gastos de estar cerrados, de hipotecas, de amortizaciones de inversiones, impuestos, de luz, etcétera. Nos endeudamos el 100%.
Al final, dentro de lo que cabe, se ha salido relativamente rápido de esta situación. El 2022 fue más o menos bueno y el 2023 está siendo récord de nuevo.
En 2022 arrancamos en mayo y el 2023 está siendo bueno. Mayo fue estupendo, hubo un frenazo en la segunda quincena de julio que nos preocupó, así como las ventas para agosto y septiembre, pero afortunadamente la venta de última hora ha funcionado muy bien.
En el caso de Torremolinos, según los datos del INE de julio, líder en pernoctaciones hoteleras en la provincia, entre los 10 mayores de España y un 91% de ocupación. No se pueden quejar.
Sí, sí. Torremolinos es el municipio con más camas hoteleras de toda Andalucía. Tiene una situación fenomenal al lado del aeropuerto, a un cuarto de hora de Málaga capital, que es importantísimo con el tirón que ya tiene Málaga. Eso es una las cosas que valoro muchísimo, porque en otras épocas lo sufrí. Málaga capital ya es una referencia. Antes la gente venía a la costa y no se iba sin probar los pescaítos de la Carihuela y ahora no se van sin pasar por Málaga, y eso es un plus para la costa.
Después de la pandemia llega la guerra de Ucrania, ¿cómo les está afectando?
El porcentaje de turistas rusos era cada vez más alto en la costa y son muy educados. En el hotel Amaragua teníamos 40 habitaciones reservadas fijas desde hace seis años desde principios de mayo hasta finales de septiembre para un touroperador ruso y las hemos perdido. Por ahora el touroperador no se atreve a poner de nuevo el programa en marcha. Y luego está el aumento de todos los costes por la guerra. Nosotros no podemos repercutir esa subida de los costes de forma inmediata en los precios a los touroperadores porque los contratos se hacen con un año de antelación. En 2021, 2022 y 2023 no se pudo subir nada.
Eso a los touroperadores, pero a los turistas que reservan por su cuenta sí que se les ha subido el precio y mucho. Es el verano más caro de la historia.
Efectivamente, en las ventas directas sí se ha subido el precio y está costando más a los clientes.
Aún así, están prácticamente llenos.
Gracias a Dios tenemos una zona que es una maravilla. Veo mucha más unión por parte del tejido empresarial y esto se refleja en que se mejora la comunicación, el entendimiento con las administraciones y es importante que haya una paz social. Ahora en lo que estamos es en ver cómo podemos formar y motivar más a la gente joven para trabajar en el turismo.
¿Qué condiciones económicas suelen tener en los hoteles?
Pues un camarero base puede ganar unos 1.600 euros netos al mes, con 14 pagas, dos días de descanso a la semana y 30 días de vacaciones. Y eso sin incluir las propinas que dependiendo del hotel varían pero que pueden ser unos 200 ó 300 euros más al mes. Si se es jefe el sueldo es mayor.
Los hoteles llenos o casi llenos y las viviendas turísticas también. ¿Qué opina de este segmento?
La vivienda turística tiene un potencial importantísimo y es un segmento más. Hay que respetarlo y aceptarlo. Lo único que pedimos los hoteleros es que tengan las mismas obligaciones y los mismos impuestos que pagamos los hoteles o los apartamentos reglados.
Para las familias muchas veces es más fácil alojarse en una vivienda turística que en un hotel, donde hay que pillar dos habitaciones y sale más caro.
Hay que respetar la voluntad y la opinión de cada persona. Si una familia o cuatro amigos se encuentran más a gusto en una vivienda porque solo la van a usar para dormir hay que respetarlo, pero que esa vivienda esté legalizada, dada de alta y cumpliendo todos los requisitos fiscales que tenemos los demás.
Por lo demás, todo tiene sus pros y sus contras. En una vivienda te tienes que hacer tú todo e ir hasta a comprar la leche para el café. El tema de las vacaciones no es un consumo de primera necesidad, pero sí es un bien social irrenunciable, es decir, que todo el mundo va a ir de vacaciones y ya cada uno decide dónde se quiere alojar o qué servicios quiere tener.
Lleva 60 años en el mundo de la hostelería y la hotelería. Si el Miguel Sánchez de 17 años de Peromingo no hubiera cogido ese autobús ni hubiera querido ser camarero, ¿qué le habría gustado hacer?
Pues mira, yo tenía dos opciones. Me gustaba el tema de la ganadería. Podía haber sido ganadero porque mis padres nos criaron en el pueblo con el campo y el ganado y me encantaba. Otra de las cosas que me encantaba era la policía secreta.
¿Y eso?
Me alucinaba ver cómo la policía aclaraba un asesinato o detenía a un delincuente, cómo había sido la investigación. Pero bueno, a mí me enganchó rápidamente lo que era el turismo, tratar con la gente, atenderla, hacerla feliz aunque sea tomando una caña en el bar. Y ahí fue cuando empecé con la coctelería en mi época de barman. Entonces la referencia era Perico Chicote, un barman con un bar en la Gran Vía de Madrid, que era un genio.
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