De momento, nadie quiere los ferraris del rey emérito. Los dos Ferrari modelo FF que don Juan Carlos recibió en otoño de 2011 del jeque Rashid al Maktum siguen sin dueño. Hacienda los ha sacado esta esta mañana a una subasta en Madrid que ha quedado desierta, según ha confirmado el ministerio a EL ESPAÑOL. Ello, a pesar de la sustancial rebaja que han sufrido los vehículos, cuyo precio de mercado es de 500.000 euros pero que han sido ofertados hoy a 345.000 euros cada uno.
Hacienda no ha recibido ni siquiera una oferta a la baja, y eso que uno de ellos había sido rebajado 5.000 euros debido a una rayadura. Ése, el de color negro, es precisamente el que recibió el rey Juan Carlos, que sí lo probó personalmente. El segundo, gris metalizado, lo envió el jeque al Maktum para el entonces príncipe Felipe, que no llegó a montarlo.
Ambos coches, de apenas 700 kilómetros de rodaje, están en magnífico estado: tienen un motor en V12; 660 caballos de potencia y son capaces de alcanzar los 100 km/h en apenas 3,7 segundos. El interior está tapizado en cuero color hueso, que es el característico de los cavallini rampanti. El detalle personal está en la guantera con la bandera a rayas verde, negra y blanca de Emiratos Árabes Unidos (E.A.U., una federación de siete monarquías absolutas lideradas por Abu Dabi, la más rica).
El jeque al Maktum, primer ministro de Emiratos y ruler de Dubai (la segunda monarquía en importancia después de Abu Dabi), envió los coches a Don Juan Carlos y a Don Felipe en señal de agradecimiento porque el entonces rey de España acudió personalmente en noviembre de 2011 a la Fórmula Uno que se celebró en Abu Dabi. Además, don Juan Carlos estaba recuperándose aún de una operación en el talón de Aquiles y se desplazó convaleciente hasta el Golfo Pérsico para asistir a unas carreras que aún no tenían mucho renombre allí. Los emiratíes quedaron muy agradecidos por el gesto del monarca.
Zarzuela optó por transferir los ferraris, que llegaron a España en pleno estallido del caso Urdangarín, a Patrimonio Nacional, que al no verles utilidad práctica alguna decidió venderlos en 2012. Tres años más tarde, y aún sin dueño, Hacienda tendrá que decidir ahora qué hacer con los vehículos.