El usuario que quiera utilizar uno de los 350 Smarts eléctricos aparcados en el interior de la almendra de la M30 madrileña ha de descargarse la aplicación, en primer lugar. El registro se realiza de forma rápida, si bien existe un pequeño problema en el diseño del formulario de datos: no queda muy claro si la fecha de expedición del permiso de conducir es la que indica en el anverso del documento -fecha de renovación del carnet- o la del reverso. Esta última es la que solicita Car2Go.
Una vez registrado, el servicio envía por correo un código BiDi (o QR) que hay que llevar físicamente (impreso o en el móvil), junto con el carnet de conducir, a uno de los puntos de validación que existen por todo Madrid. La compañía tiene un acuerdo con Autoescuelas Gala y también existen estos puntos en los concesionarios Smart y Mercedes Benz. Es el único trámite que no se puede realizar desde el teléfono móvil.
Una vez validado -no se tarda ni dos minutos- ya se puede alquilar el coche. Lo primero que hay que hacer es encontrar uno cercano en el mapa de la aplicación. Se puede reservar durante media hora simplemente seleccionando la opción, para que nadie se ‘adelante’ mientras uno llega al vehículo. Una vez al lado, el Smart se abre pulsando la opción desde la aplicación.
El coche se abre en unos diez segundos… ¡y habla! “Bienvenido”, dice una profunda voz. En la pantalla del navegador hay que marcar un código PIN seleccionado por el usuario, introducir la llave de contacto en su lugar y arrancar. Al ser eléctrico no suena absolutamente nada, pero el coche avisa con la palabra “ready” en el salpicadero. Y ya estamos listos para conducir.
Los Smarts de Car2Go son, además de eléctricos, automáticos, así que tienen sólo dos pedales y una sencilla palanca con cuatro posiciones: aparcamiento, marcha atrás, punto muerto y marcha adelante. Y cuentan con dirección asistida. Es decir, su conducción no puede ser más sencilla.
Si bien a los nuevos clientes Car2Go les regala el equivalente a una hora -normalmente cobra 0.19 euros cada minuto-, no hay que dejarse engañar: los trayectos por Madrid pueden ser largos por diversos factores tales como atascos, semáforos mal sincronizados, búsqueda de aparcamiento o las lógicas limitaciones de velocidad. No obstante, hemos podido comprobar que un viaje entre la sede de EL ESPAÑOL en la Av. de Burgos de Madrid y los alrededores de la Plaza de Cibeles-Recoletos (calle Bárbara de Braganza), que tarda entre 17 y 24 minutos, cuesta entre 4,75 y 5 euros. Y sólo se paga por el tiempo consumido, ya que no hay cuotas ni se abona aparcamiento regulado SER. El mismo trayecto en taxi viene a salir por unos 12 euros.
Para aparcar, no existe un vehículo más cómodo: cabe casi en cualquier hueco. Eso sí, sólo se puede estacionar en zona azul y verde; ojo con las áreas prohibidas y, especialmente, con los vados y estacionamientos de carga y descarga. Si se deja ahí el coche, la multa se carga al usuario responsable y éste no se va a poder escapar. Para finalizar, sólo hay que colocar la llave en su sitio original, avisar en la pantalla táctil que el alquiler se ha terminado, salir, cerrar la puerta y esperar 15 segundos -lo indica en la pantalla- para que las puertas se cierren.
La experiencia es, en general, muy positiva. Se trata de un servicio muy práctico y bien pensado para lo que es: un medio alternativo para circular exclusivamente por el centro de Madrid. La única pega destacable es que, en algunas zonas y según a qué horas, puede haber escasez de coches. Sucedió el pasado lunes por la mañana, concretamente: a las 7:00 horas no había ni un solo Smart en casi todo el distrito centro. Son las dificultades de gestionar una flota a disposición del público.