El drama de Alba, encerrada y con anorexia: "Es difícil cuando ves que se va la vida"
Muchos padres pueden descubrir durante el encierro que sus hijas o su hijos sufren algún trastorno de conducta alimentaria. Lo mejor es buscar ayuda de forma inmediata.
16 abril, 2020 02:35Alba estaba a punto de cumplir 17 años cuando le confesó a una amiga que sufría anorexia. Aunque no era consciente de ello, quizá fue una pequeña charla que le ha salvado la vida. Su amiga llamó a sus padres y, desde hace seis años, luchan juntos contra el trastorno de la conducta alimentaria (TCA).
"Empezó con anorexia y luego ha derivado a bulimia. Teóricamente todos los trastornos están muy definidos cuando se clasifican pero luego las líneas no están tan claras", explica su padre a MagasIN.
Cuando recibieron esa llamada fue como "un bofetón". "No nos habíamos enterado de nada. Siempre ha sido muy delgada y la verdad es que no nos dimos cuenta de cómo estaba. Nada de nada", reconoce.
Su suerte es que Alba, nombre ficticio de una historia que se está repitiendo ahora mismo en muchos hogares, había dado el paso de reconocer que sufría un TCA, una fase a la que casi nunca llegan solos estos enfermos: "Nosotros no hemos tenido que vivir la guerra de convencerle de que algo le estaba pasando".
Sin embargo, hay muchas familias que no han corrido esa suerte y pueden estar recibiendo ahora mismo ese bofetón de realidad o estar conviviendo con enfermos que están aún en fase de tratamiento, con sus picos y sus bajadas.
"Los familiares están desesperados. Estos enfermos igual tienen momentos en que se meten a su habitación y no quieren ver a nadie, no quieren salir y otros muchos en los que no pueden estar en casa porque si ya de por sí se sienten acosados, ahora además tienen que compartir día y noche una estancia. Es terrible y se ponen nerviosos, se ponen agresivos, están perdidos", relata Pepi Aymat, presidenta de la Asociación para la Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa, Adaner, y madre de un enfermo ya recuperado.
Aunque el 90% de las pacientes son mujeres, cada vez hay más hombres diagnosticados y, advierten todos los expertos, estos trastornos no tienen edad ni condición social.
Altas por el coronavirus
Marian Fernández, psicóloga de Adaner, relata que la situación de estos enfermos está siendo muy complicada por el Covid-19 porque se han paralizado todos los tratamientos que se estaban dando a nivel público: "Incluso gente que estaba ingresada en las unidades se les ha dado el alta para cerrar esas plantas y dedicarlo todo al coronavirus".
Lo único que les queda a muchos es aguantar y tirar de recursos privados: "Los piscólogos privados sí que están hacían terapias vía online y se siguen ingresando personas en hospitales privados, pero a nivel público nada, salvo que sea algo muy grave como una inanición", aclara. En la asociación siguen atendiendo en el teléfono de ayuda, a través de las redes sociales y en los grupos informativos "para que la gente no esté sola en esto".
El padre de Alba sabe de lo que hablan en la asociación. La primera vez que llamó para informarles le aconsejaron que empezara a cuidarse él, a estar tranquilo. "Pensé que estaban locos. Hasta que te das cuenta de que tienes que callar mucho y escuchar a tope". Una receta que no es fácil: "Vives situaciones muy dolorosas. Le ves que se les está yendo la vida. Baja tanto de peso que es una situación muy estresante para todos y sólo puedes fijarte en esos síntomas, que está en riesgo su vida, pero eso no cura. Le salva la vida pero no le cura".
Precisamente en esto insisten los psicólogos: la anorexia, la bulimia o cualquier TCA es lo primero que asusta a las familias pero "se trata de la punta del iceberg porque estamos hablando de trastornos psicológicos en los que la manifestación más visible es la comida". Sin embargo, a nivel emocional es donde está el trastorno en sí, recuerdan desde Adaner: "Ese control no te permite hacer nada más que pensar en comida continuamente, no te permite disfrutar de la vida porque son tan rígidas ellas que si no consiguen hacer lo que creen que tienen que hacer, esto es un fracaso. Destruyen su autoestima".
Y es complicado que no afecte a la familia al completo: "Nosotros tenemos cuatro hijos. Ahora estamos encerrados con tres. Pero lo más duro para nosotros es asimilar el cambio que necesita hacer la familia para apoyarla de verdad. Con esto se remueve toda la familia, la relación entre marido y mujer, los hermanos... Es un mejunje emocional tremendo", asegura el padre de Alba.
Parece una locura recetar calma actualmente en cualquier hogar pero con la olla a presión que suponen estas enfermedades, todos los miembros de la familia tienen que estar muy concienciados: "La ansiedad derivada del confinamiento puede agravar aún más los síntomas y llevar a que se agarren al trastorno para tener la sensación de que controlas la situación que nadie controla ahora mismo", advierte la psicóloga de Adaner.
Por eso, "hay personas que se van a ir a restringir, que no tenían desarrollado el trastorno pero que ahora les ayudara a sentir que controlan algo, personas que padezcan atracones, personas que se purguen por lo mismo... Hay mucha ansiedad y este trastorno tiene mucha ansiedad y gente que no puede dormir".
"La atmósfera de angustia que se crea es el caldo de cultivo para mantener vivo el trastorno. Cuando consigues que el ambiente se relaje y eres capaz de trasmitir la responsabilidad de curarse a ella, se colocan cosas. Pero es complicado llegar a ese punto, porque estás muy alterado", habla el padre de Alba desde su propia experiencia.
Gestionar la situación
En la asociación tienen presentes a cada uno de sus pacientes pero no se quitan de la cabeza a las familias que estén descubriendo durante el encierro que sus hijos o hijas padecen anorexia, bulimia u otro TCA.
"Hasta ahora estos adolescentes han engañado a las familias porque tienen mucha facilidad para ocultarlo y porque no puedes estar todo el día encima de ellos. Ahora los padres pueden darse cuenta ya que en un piso es complicado no oírlos cuando acuden al baño o ver si falta comida o no y tampoco saben qué hacer. Su desesperación es terrible. Es como un guerra porque de repente van a empezar a estar encima de ellos y eso es una bomba de relojería", advierte Pepa Aymat, que ya ha pasado por eso.
El mejor consejo en estos caso es acudir a las distintas asociaciones especializadas que siguen manteniendo su atención telefónica y sus grupos de ayuda. Pero también piden un poco de tranquilidad: casi un milagro "incluso para los familiares que pueden estar lidiando con otros problemas laborales o del propio coronavirus".
Marian Fernández explica que lo primero que notamos en estos casos es un cambio en la alimentación, que se restringen mucho, o gente que se purga después o que realiza atracones: "Puede ser que de repente desaparezca comida o ves que tu hija va al baño continuamente y te das cuenta de que se ha purgado".
En esos momentos, la psicóloga advierte de que "hay que ser un poco más flexibles porque no tenemos tratamientos ni terapias adecuadas por lo que les recomendamos a las familias que intenten a la hora de comer que les insistan con que es una necesidad básica, que necesitan energía, verlo como algo saludable para estar bien y estar sana. No meternos en otro tema porque cualquier tema en el que nos metamos no vamos a salir bien parados".
Por eso, mientras que la situación no se regularice y se pueda acudir a los recursos adaptados, es preferible poner un plato y que se dejen comida que cada vez ponerles platos más pequeños y, sobre todo, hay que intentar que el momento de la comida sea un momento más tranquilo, aunque estemos pendientes, más relajado.
"Van a tener emociones muy dispares, la ansiedad va a subir tremendamente, por lo que les recomendamos técnicas de relajación, respiraciones, que busquen cosas divertidas, películas, música que nos haga sentirnos bien. Como un botiquín de emergencias pero no de medicamentos sino de cosas que nos relajen e intentar no machacarlos con los pensamientos que van a venir", añade Fernández.
El padre de Alba no se atreve a dar consejos y eso que ella lo está llevando "bastante bien" en este encierro pero asegura que "todo lo que sea ponerse en la situación de policía no hace más que agravar la historia": "La situación es muy especial y lo mejor sería estar lo más tranquilo posible y actuar poco, a no ser que esté en riesgo su vida y haya que hospitalizar. Si no, es un camino largo y presionar más ahora cuando estás encerrado sería contraproducente".
Además hay dos factores unidos al encierro que pueden hacer todavía más difícil la vida de estas enfermas: las redes sociales están llenas de comidas y cocineros aficionados y se está haciendo mucho énfasis en el deporte: "Cuando escuchan algunos de estos mensajes se sienten mal porque ellos no pueden hacerlo. Hay que vigilar también el tema del ejercicio físico porque un síntoma del trastorno es hacer deporte de forma compulsiva y se está dando información de que hay que hacer mucho ahora. Eso es para la gente que no tiene problemas, los pacientes con un TCA puede ser que estén haciendo ejercicio físico sin parar y otros que no puedan ni moverse de las emociones, que no tengan fuerza".
Y es que hay que ser muy conscientes en estos caso que "desde fuera la gente no entiende por qué alguien no puede comer bien, por qué no come. Nos enfrentamos a la comida de una manera diferente. Para ello es un enemigo, una batalla diaria".
Síntomas previos
Los expertos aseguran que cualquier persona puede acabar sufriendo un trastorno alimenticio y que cada vez se reportan casos de niños y niñas más pequeños. "Normalmente empieza a los 12 o 13 años pero tanto en el Hospital Niño Jesús como en dispositivos de toda España juveniles ya se están viendo casos de ocho y nueve años y algunos tener que ingresarlos", asegura Fernández.
Aunque hay una serie de factores de riesgos que hay que tener en cuenta, "suelen ser personas muy perfeccionistas, con la necesidad de tener todo controlado en su vida, son muy rígidos y dicotómicos: si lo consiguen al 100% perfecto, si no todo es un fracaso".
Además, son personas que aparentan que todo va bien pero que tiene la autoestima muy dañada y cualquier cambio, que no tiene por qué ser trágico, puede ser un cambio de ciclo escolar, un problemilla con los amigos... ya en adultos irse a vivir con la pareja, tener un hijo, pasar de la edad de trabajo a la jubilación... las desestabiliza completamente.
"A raíz de ahí descubren que la restricción de comida les hace sentir muy bien porque es algo que pueden controlar en sus vida. También puede aparecer el atracón, que ingieres en poco tiempo una cantidad de alimento que es imposible en condiciones normales, o compensarlos luego con ejercicios o purgándose (vómito o laxante y diuréticos)... Hay situaciones muy complejas", relata Marian Fernández.
Los tres ponen el énfasis en que cuando esto acabe va a haber mucho trabajo que hacer con estos pacientes. "Se está hablando mucho de la salud mental que habrá que cuidar tras el confinamiento por toda la ansiedad que ha venido, todo el estrés postraumático, pues mucho más para cualquier persona que ya sufre un trastorno psicológico. Tenemos que estar pendientes de todos ellos y apoyar a las familias porque son las que van a tener que tirar", asegura la psicóloga de Adenar.
Su presidenta insiste en que al volver a la normalidad, las familias tendrán que ir de cabeza también a la terapia: "No quiero pensar que me hubiera ocurrido lo que me ocurrió hace años en este momento porque con la angustia que es ver que tu hijo se va deteriorando de esta manera y que no puedes hacer nada ni acudir a ningún sitio... ¡pobres padres!".
Sobre todo, lo que advierte el padre de Alba, es que "hay que ser conscientes de que no es un juego, que no lo hace por fastidiar o como algo de moda. Hay mucha tendencia a pensar que se quita con dos bofetadas y no va por ahí para nada. Es es demoledor y cada paso que des hacia destruirle más la autoestima, aunque sea sin querer, es horroroso".
*Asociación Adaner: www.adaner.org / Teléfono de asistencia: 915770261