La igualdad de género podría ser la otra víctima del coronavirus. Desde el inicio de la crisis, instituciones internacionales tan importantes como la Organización de las Naciones Unidas o la Organización Mundial del Trabajo dejaron el aviso: esta crisis afectaría de manera especial a las mujeres. Ahora, las expertas señalan además que, si el Gobierno no toma medidas, las consecuencias pueden llevarse por delante años de lucha por la igualdad efectiva entre hombres y mujeres.
Ellas son no sólo mayoría en los sectores más afectados por la crisis – la OIT estima que el 58,6% de las mujeres empleadas trabajan en el sector de los servicios, en comparación con el 45,4% de los hombres – sino que siguen siendo las que más se encargan de los cuidados, esa tarea que se ha invisibilizado durante décadas y que el coronavirus ha sacado a la luz.
“A las mujeres en los hogares les ha caído una carga. Ellas, que ya dedicaban antes muchas más horas que los hombres a las tareas del hogar, han visto esa carga multiplicarse”, señala Ángeles Durán, socióloga e investigadora del CSIC.
Durante estos meses, los hogares se transformaron en centros de trabajo y escuelas. A los padres se les pedía que teletrabajasen a la vez que cuidaban a sus hijos y ejercían como profesores. Y aunque los estudios sobre este periodo son aún incipientes, por el poco tiempo que ha pasado desde el inicio de la pandemia, arrojan ya datos que corroboran que ese peso ha estado a espaldas de las mujeres.
“Pese a que la implicación de los hombres ha aumentado en estas semanas no se ha compensado el incremento de las tareas del hogar”, señala Lidia Farré, economista y co-autora de uno de los estudios preliminares sobre este ámbito, cuyas conclusiones señalan que la mayor parte de la carga sigue siendo femenina.
La OIT estima que las mujeres realizan el 76,2% de todo el trabajo de cuidados no remunerado de todo el mundo, dedicándole 3,2 veces más tiempo que los hombres, según un informe de 2018. En España las mujeres dedican de media un 56% de su tiempo a tareas no remuneradas, mientras que los hombres sólo un 30%.
Según avance la crisis y dependiendo de lo que pase con las aperturas de los colegios, cómo se hacen y en qué condiciones, esta carga de cuidados podría ser clave. “No es posible compaginar el trabajo de los padres con tener a los niños en casa. Hacen falta o instituciones o personas. Y la inmensa mayoría de los hogares no pueden pagar un cuidador para que se haga cargo de los niños. Y, sin poder recurrir a los abuelos, es obvio que esa responsabilidad va a recaer de nuevo a las mujeres”, analiza Durán.
Los últimos datos disponibles del Ministerio de Trabajo, aún antes de la crisis, podrían corroborar esta tendencia: 92,3% de las excedencias por cuidados a hijos en el año de 2017 fueron solicitados por mujeres. En total, las excedencias ascendieron a 55.133 ese año. De estas, 49.934 correspondieron a solicitudes presentadas por mujeres y 5.199 fueron las presentadas por hombres. Lo mismo pasa con los cuidados a otros familiares, donde el porcentaje de mujeres que han pedido excedencias por este motivo asciende a los 83,6%.
Brecha laboral
Para ello, más allá de la dedicación a los cuidados contribuye también la brecha laboral que existe a día de hoy. Ellas son las que tienen los contratos más precarios, con más índices de temporalidad, las que cobran los sueldos más bajos y una brecha en la tasa de empleo femenina del 11,7 % con respecto a la masculina.
“¿Esto qué hace? Que a la hora de renunciar a un sueldo en el hogar, el que menos falta hace es el de ella”, explica Durán. “Nos han vendido cosas que no eran ciertas. No existe una política de conciliación y no tenemos las mismas oportunidades. Porque nosotras hicimos el camino de lo privado a lo público, pero ellos no hicieron el camino del público a lo privado”, añade Belén Blázquez, profesosra de ciencia política en la Universidad de Jáen y especialista en estudios de género.
“La carga mental sigue siendo nuestra, la responsabilidad no ha cambiado de manos y esta crisis podría hacernos volver a donde estábamos hace 10 años, a roles y estereotipos de género de hace años atrás”, continua Blázquez. “Y el problema ya no es volver a casa, sino la falta de oportunidades a partir de ahí para volver al trabajo”.
Una renuncia que tendrá muy poco de elección. “Hay un riesgo altísimo de que sean las mujeres las que dejen de trabajar y no por una elección libre, sino por coacción moral o económica. Y esto sería un fracaso total y seria privar a las mujeres de algo que la constitución del 78 les había garantizado. Esa no debe ser la solución”, resalta Durán. “El progreso no es algo lineal y en periodos cortos de tiempo se pueden perder derechos obtenidos tras décadas de lucha. Lo que se ha conseguido hasta ahora en igualdad de género, lo podemos perder si lo damos por supuesto”, enfatiza Ana Gálvez, profesora de psicología social del trabajo y de las organizaciones e investigadora de la Universidad Oberta de Cataluña.
La crisis, destacan las expertas, va a hacer mella en las familias y estas, puestas a recortar, recortarán en esos trabajos externalizados que tendrán que volver a los hogares. “Las comidas que se podían hacer fuera antes, las guarderías o los centros de día para los mayores, la ayuda doméstica de una trabajadora del hogar… cuando haya que recortar se recortarán en estos servicios. Y serán las mujeres quienes los asumirán”, prevé Ángeles Durán.
Priorizar políticas y fondos
Durante los inicios de esta crisis mucho se habló si este sería el punto de no retorno. Ese punto necesario para cambiar nuestro modelo productivo y colocar los cuidados en el centro. Casi tres meses después, la perspectiva es que todo seguirá igual. “Si no se establecen medidas efectivas que promuevan la conciliación, con servicios públicos que la respalden, medidas de corresponsabilidad, políticas que eviten la brecha salarial de género, la segregación profesional, no conseguiremos hacer virar el modelo productivo”, explica Gálvez.
Para ello hace falta voluntad política e inversión. “Lo que no me gusta es el pensamiento maniqueísta de que esto se puede hacer sin que nos cueste ningún esfuerzo”, denuncia Durán. “Podemos hacerlo pero hay que saber a qué nos compromete y qué tenemos que hacer. Y solo hay dos alternativas, o se lo pasamos a las mujeres para que lo sigan haciendo gratis, o necesitamos un presupuesto del Estado dedicado a estas cuestiones, con un aumento de los impuestos. La sociedad tiene que decidir qué quiere”, sintetiza.
Para evitar que esta brecha se profundice y abra una grieta difícil de cerrar las especialistas reclaman medidas efectivas al Gobierno. “Yo defiendo desde hace mucho un permiso para el cuidado de los menores no transferible. Es decir, si hay 12 semanas sin colegio seis semanas del cuidado de los niños tienen que ser para el padre y las otras seis para la madre. Y solo así se consigue que no sean ellas las que renuncian”, dice la economista Lidia Farré.
Solucionar el problema, dicen, es posible, pero depende del compromiso político y de la prioridad que quieran atribuirle. Porque la crisis, señalan, también se cebará con los presupuestos dedicados a esta materia. “Hasta que la conciliación y la corresponsabilidad sea una política prioritaria y se haga con perspectiva de género no conseguiremos que sea real, porque en tiempo de crisis, siempre recortarán por ahí”, denuncia Blázquez.
“Con esto pasará como con la crisis de 2008 que lo primero que se llevó por delante fueron los presupuestos de dependencia. Si queremos de verdad acabar con la brecha de género, hay que invertir y poner dinero en muchos sitios. Porque no hay ni un solo aspecto de la vida política, social y de la organización familiar que no tenga relación con la conciliación y la igualdad”, zanja Ángeles Durán.