No fue Joaquín Sorolla un pintor feminista, pero sí un artista que con su obra trató de dignificar a las mujeres. Sus pinceladas y dibujos se enmarcaron en los albores del movimiento sufragista y en aras de la igualdad de derechos, todavía las primeras olas de una marea que desborda la actualidad. Sin embargo, en las campesinas, en las pescadoras de su Valencia natal, en toda madre infatigable a pesar de las agotadoras jornadas de trabajo doméstico y también en las burguesas modernas, encontró el artista impresionista el hilo conductor de su trabajo pictórico. "La mujer es la protagonista fundamental de su obra", dice Lorena Delgado.
La conservadora del Museo Sorolla es también la comisaria, junto a Consuelo Luca de Tena, de la nueva exposición que se inaugura este martes en la antigua casa del pintor: Sorolla. Femenino plural. Una revisión en clave de género que pretende evidenciar la abundante y variada presencia de personajes femeninos en los lienzos del artista valenciano, tan importantes como la naturaleza. Una faceta de sobra conocida atendiendo a los retratos que le dedicó a su musa y esposa, Clotilde, o a sus hijas y otras familiares, que abarrotan el palacete ubicado en el Paseo del General Martínez Campos.
Esta muestra, no obstante, enmarcada en el programa expositivo del Ministerio de Cultura de dar visibilidad al "patrimonio femenino", reúne un total de 36 creaciones de Sorolla bastante desconocidas, muchas de las cuales se conservan en colecciones privadas. Todas ellas evidencian el respeto del pintor valenciano hacia la mujer sin ser precisamente un militante del incipiente feminismo español; con su pincel y potentes colores carga de heroísmo a féminas sencillas, trabajadoras, las dota de un gran realismo en el que se reflejan sus duras condiciones de vida.
"No fue un pintor reivindicativo, pero sí tenía una gran conciencia sobre la situación de la mujer, la dignifica con su obra", asegura Lorena Delgado. "Era partidario de la educación, como demostró con sus dos hijas, y estuvo muy ligado a la Institución Libre de Enseñanza". Alguno de los cuadros fueron también de denuncia social, aunque no explícita, como el titulado Trata de blancas, que retrata con compasión y dignidad a cinco mujeres que van a ser prostituidas en el interior de un vagón minúsculo, como si fuesen un mero transporte animal, todas muy juntas y exhaustas. Una escena conmovedora.
El objetivo de esta exposición, según explica Consuelo Luca de Tena, es presentar los distintos tipos de mujer que Sorolla reflejó en sus lienzos. "Y también las que no", añade la otra comisaria en relación a aquellas féminas que a caballo de dos siglos, el XIX y el XX, comenzaban a asomar la cabeza en la escena pública. El impresionista, que se inició con desnudos mitológicos, escenas muy sensuales como Mesalina en brazos de un gladiador, se decantó luego por mujeres de pueblo, trabajadoras, de las clases populares, primero campesinas y luego las de la costa.
"En el tipo de pintura que más a gusto se sintió fue en cuadros del mar y de pescadoras. Se las representa como mujeres fuertes, valerosas, con mucha naturalidad", señala Consuelo Luca de Tena. Son sus paisanas valencias las verdaderas heroínas de Sorolla, a las que retrata en situaciones variopintas, como vigilando a los niños que corretean en la playa o en un atardecer de angustia ante el regreso que no se produce del marido que se echó a la mar horas atrás.
La última parte de la exposición recoge los retratos del pintor impresionista de ciertas mujeres que podían aspirar a una situación de mayor independencia, las "modernas", como la actriz María Guerrero, ataviada como la Dama Boba; la cantante Raquel Meller, que mantuvo un romance con uno de los hijos del artista, cosa que no le hizo demasiada gracia por la pose de pretenciosidad con la que la pintó; o la condesa María de los Ángeles de Beruete y Moret. Unos cuadros donde también entran en juego los vestidos, la moda, otra de las grandes pasiones de Sorolla.