Irina Vega es fundadora y directora de la web independiente Altporn4U. Su intención es desarrollar un porno “feminista, justo y ético”, por eso desde 2005 produce escenas para adultos a su manera, llegando a ganar premios como el Mejor Sitio Web en Galaxy Awards o Mejor Web en los Ninfa Awards. “Yo hablo con los performers sobre lo que quieren hacer y cómo lo quieren hacer, cómo se quieren ver. No les doy órdenes sobre eso. Las escenas las construimos entre todos”, cuenta a este periódico.
“Me gusta trabajar con mucha gente diferente, de diferentes géneros, estéticas, cuerpos distintos… hay muchas formas de explorar la sexualidad. Yo tengo dos vertientes. Una, con escenas más realistas, donde antes de empezar grabo una entrevista con los performers para presentarlos al público. Porque siempre está esa barrera de: ‘ay, son actores porno’, como si fueran de otro planeta, y no, son personas con las que puedes hablar perfectamente de cualquier cosa”, relata.
Y continúa: “La otra vertiente es más fantasiosa. Juega con el BDSM, con los colorines… con distintos roles. Hace poco me escribió un chico que era skin, pero de la subcultura de la clase obrera de Inglaterra, no de ningún grupo racista, obviamente. Quería jugar a algo con esa estética y estamos trabajando en ello”.
Ella trabaja compartiendo contenido: “Es decir, yo suelo aportar toda la producción y los actores aportan su performance. Compartimos escena y la comercializan luego como quieren. Es una manera equitativa”, dice, en referencia a que, en general, las actrices porno cobran más porque también están más expuestas sexualmente -y el menoscabo a su imagen pública es mayor, lo que también es machismo-. “Yo he sido performer y vas allí, grabas una escena y ya está, no vuelves a saber de ese contenido, pero de esta forma la escena es tuya para siempre”.
El porno 'macho' y gratuito
Vega cree que las mujeres no consumen tanto porno como los hombres porque “la mayoría del porno está hecho por y para ellos, basado en sus fantasías… y eso es caduco”. “Hay que investigar un poco más para encontrar porno feminista, porque no te va a salir en las primeras búsquedas, igual que cuando buscas un libro: de primeras sólo vas a encontrar best-sellers que igual no van contigo”, explica.
La productora cree que también hay mujeres a las que les gusta el porno más duro, y hombres que se excitan más “con un relato, con una historia bien armada”: “Muchos amigos me dicen que echan de menos las antiguas películas porno porque se ponían más cachondos con lo que estaba sucediendo que con el momento en sí. Ese juego previo”.
También recuerda que las productoras sí siguen unos protocolos y sí están reguladas, “pero las páginas tipo Tube, no. “Hacen mucho daño a la industria, roban contenido y descontextualizan todo. A lo mejor yo grabo una escena a mi estilo y la cogen cambiándole el título: ‘Puta rubia se folla a no sé quién’, con perdón. Los títulos son terribles. Por mucho que quieras hacer algo bonito, te lo destruyen enseguida”. Cree que la ley debería prohibir el porno gratuito, porque, además, es a esas páginas a las que “acceden los menores”.
Relaciones abiertas
Ahora Vega se ha pasado a la novela. Le hizo la propuesta Penguin Random House porque querían arrancar con ella su nueva serie de literatura erótica (Serie Cómplices), editada por Bruguera. Aquí está Dame más, donde Vega se lanzó a contar la historia de Julia y Hugo, una encantadora pareja que apenas lleva saliendo año y medio y que se adora: comparten amigos, vida, casa. Todo se complica cuando empiezan a tener la misma fantasía por separado: tener sexo con otras personas. Es ella la que abre el melón y se lo confiesa un buen día. Al descubrir que a él le pasaba lo mismo, entran juntos, y de lleno, al mundo swinger.
“Es como la vida misma: eso le pasa a muchas parejas pero no se atreven a decirlo. Están reprimidos y eso hace que acaben haciendo cosas que en verdad no quieren del todo, como ser infieles o irse con prostitutas. Hay que hablar. Y hay que separar el amor del sexo. Se puede explicar: ‘Mira, te quiero, pero quiero tener sexo con otras personas’. ¡Y no pasa nada! Es compatible eso con cuidar y respetar al amor de tu vida, que es un amigo con el que acabas compartiendo todas estas cosas también”, desliza Irina.
¿Por qué no se hace más? ¿Por qué el modelo social prefiere a las parejas presuntamente monógamas pero que, en secreto, se son infieles -al menos alguna vez en la vida- a las parejas abiertas? “Creo que hay mucha influencia de la religión. Parece que tiene que existir la renuncia para tener un amor verdadero, y no es así. Si tú tienes una pareja y haces tríos con ella, o de vez en cuando quedáis con otra pareja, o lo que sea… si la gente se enterase, diría: ¡bua, qué pasa aquí, no se quieren!”, resopla.
Cree Irina que, lejos de separar parejas, abrir relaciones las solidifica, las hace más fuertes y más cómplices. “Es un nivel de intimidad y de confianza enorme con tu pareja. Es un nivel de diversión y de libertad también muy alto”, esboza. Pero sigue siendo difícil ‘salir del armario’ como swinger.
España reprimida
“En España hay mucha gente que está en el mundo swinger y que lleva una doble vida. Es un tabú, es algo muy oculto. Pero he visto sitios en Holanda -donde hay un gran movimiento de swingers- que son muy abiertos y lo cuentan sin problemas, hasta a su familia. Hay discotecas swingers y ves a la gente haciendo cola ahí”, cuenta. “Eso es algo que me gustaría explicar en otros libros: la diferencia entre España y otros países en el ámbito sexual”.
Reconoce que entre parejas homosexuales sí se da más el aperturismo en la relación, aunque sea con códigos internos. “Los gays tienen más normalizado separar el amor del sexo, pero las parejas heteronormativas están más condenadas al sexo cerrado”. La escena del libro que le resulta más excitante es, quizá, la primera, que se desarrolla en una iglesia. “Es una regresión. Sucede en un momento de la historia, hay ahí un salto en el tiempo. Luego arranca y vemos la progresión de los dos hasta el mundo liberal”, comenta. “No quiero destripar nada… pero empieza fuerte”.