Hay decenas de documentales denunciando la situación que sufren las mujeres víctimas de trata, pero ninguno va a llegar nunca a ser la serie más vista de una plataforma como Netflix. Sin embargo, Sky Rojo se ha convertido en un fenómeno de audiencia donde capítulo a capítulo van mostrando la cruel explotación que sufren las prostitutas en un club mientras el espectador trata de digerir las píldoras que deberían arrebatarnos la careta de la tolerancia social con los puticlubs.
Para no hacer ningún spoiler, diremos que la serie, creada por Álex Pina, de la Casa de Papel, muestra la lucha de tres prostitutas por escapar de su proxeneta y sus sicarios. Cada una ha acabado en el prostíbulo por razones diferentes, pero todas nacen del abuso, la pobreza y la explotación donde la mujer siempre tiene las de perder.
Narrada con un estilo muy particular, a lo Tarantino cañí, las protagonistas van contando su historia, un relato muy parecido al que se puede escuchar en cualquier rincón de cualquier prostíbulo que dejamos a la derecha de la carretera por la que pasamos todos los días..
En los ocho capítulos de menos de 30 minutos cada uno se dan cifras reales como que el 40% de los españoles ha pagado por tener sexo. "Cuatro de cada 10 españoles que veis por las calles ha estado con un puta", advierte Asier Etxeandia, que interpreta al proxeneta que regenta el club.
También recalca para dejar claro la entidad de su negocio que cada prostituta trabaja "para un promedio de 15 clientes al día, lo que supone acostarse con 10.950 hombres en dos años". Los números de la explotación son fáciles: "Estamos hablando de una inversión de 6.000 euros para ganar casi 200.000 euros por cada chica. ¿Alguien conoce un negocio mejor?".
La sensación del dolor que sufren estas mujeres es patente en cada escena y en cada diálogo. "No es no, que sí es sí y que no sé también es no", se atreve a decir una de las prostitutas que huye cuando se entera de que un hombre ha forzado a su compañera en el baño de un bar: "Esperé toda mi vida poder decir que no a algo y cuando por fin lo voy a hacer, no pasó nada. Siguió todo igual", se lamenta la prostituta, de nuevo abusada.
En el otro lado, el proxeneta habla de la vulnerabilidad de las mujeres que llegan a ese club, de cómo es el primero en "probar la mercancía" para ver qué se puede sacar de ahí y, entre carcajadas, deja claro que: "Aquí el sí es sí y el no es sí también. Aquí siempre es sí".
La serie incluso muestra la relación que pueden tener algunas prostitutas con los clientes que son la "cara a" de la vida y van al club a mostrar su "cara b". A uno de ellos que le gusta tener sexo anal con penes de plástico le preguntan directamente por qué no le pide a su mujer que le haga esas cosas. "Con mi mujer tengo otro tipo de relación", contesta.
"¿Te crees que a mí me gusta que me pongan cocaína en la vagina? ¿O dar un beso negro? ¿O que me meen encima? Esto existe porque tú pagas", es la respuesta de las putas.
En toda la serie se evidencia la necesidad de que se tenga en cuenta el consentimiento explícito de las mujeres y como sólo el sí tiene que ser sí, un concepto que encaja perfectamente con el proyecto de ley que Igualdad ya ha empezado a tramitar y que está ahora mismo en el Consejo de Estado tras el informe negativo del CGPJ.
"Sólo el sí es sí y será ley", ha insistido una y otra vez Montero tras conocerse la opinión del Consejo General del Poder Judicial.
Sky Rojo llega a Netflix con la intención de ser otro pelotazo en audiencia. Si bien es cierto que las críticas la han mirado con reservas y, sobre todo, le achacan que haga un discurso tan antiprostitución con una sexualización constante de las escenas y de los personajes, puede ser un punto de inflexión para que mucha gente que, ni por asomo vería una ficción o documental sobre la trata de mujeres, llegue a pensar en algunos de los mensajes que constantemente se lanzan en la serie.
España es el tercer país del mundo en consumo de prostitución y es conocido por todos que los clubes son una cárcel para las chicas que son explotadas y abusadas con deudas que se agrandan hasta por los condones que utilizan y con amenazas constantes a sus familias en sus países.
De hecho, el Ministerio de Igualdad está trabajando ahora en una ley contra la trata de blanca que recuperará la persecución al proxenetismo, un delito que prácticamente desapareció de hecho en la reforma del Código Penal que aprobó el PP en 2015.
El pasado mes de noviembre, la propia Montero aseguraba que "en nuestro país ya existe la posibilidad de multar a los clientes de la prostitución, eso lo introdujo el Partido Popular en la Ley de Seguridad Ciudadana, y no está sirviendo para que haya menos puteros. (...) Las medidas más urgentes y que mejor nos pueden permitir luchar contra la explotación sexual tienen que ver con atajar el origen: la impunidad de la industria proxeneta".