Una joven de quince años coge su guitarra y se recorre los bares y pequeños escenarios de México. Aunque su cante está teñido de folclore y su voz es un canto dulce y tierno, su valentía le convierte en una artista bastante "punk", como ella misma explica durante nuestra entrevista.
Silvana Estrada (México, 1997) usa su voz para reflexionar sobre el amor, el dolor, la belleza y ese abrazo feminista que es tan necesario entre las mujeres mexicanas. Ahora, la artista regresa por cuarta vez a Madrid, la ciudad que ya siente como "su segunda casa" para promocionar una de sus giras más especiales. De Granada a Barcelona, pasando por Menorca o Valencia, y con un concierto único en el Palacio Real de Madrid donde le acompañarán varios amigos, entre ellos Leiva o El Kanka.
Su nuevo disco, Marchita (2020), está a punto de salir a la luz, una oda al desamor y una apertura en canal que muestra los sentimientos más puros de la ruptura amorosa.
Parece que España siempre te recibe con los brazos abiertos, ¿qué expectativas tienes de cara a la gira?
Después de haber estado un año en pandemia sin salir de casa, ser la única mexicana haciendo una gira de este tamaño en España es ya una expectativa cumplida en sí misma. Volver a sentir y conectar en un escenario es un regalo. Me encanta componer, pero es un proceso solitario, y la gira es esa parte de viajar, convivir, conocer personas y es lo que me mantiene con los pies en el mundo, porque yo soy muy de irme para dentro. Además, viajo con la familia, mis músicos, muy a la gitana y eso me encanta. Es como una fiesta de reencuentro para celebrar que estamos saliendo de un momento súper duro.
Tus padres son luthiers por lo que siempre has vivido rodeada de música, ¿estaba claro desde el principio que éste era el camino?
Siempre canté, tocaba el violín, el piano, la trompeta, la viola… cuando terminé el colegio y tuve que escoger una carrera entré en la universidad de música. Y todavía ahí dudaba porque pensaba “no sé si el jazz es lo mío”. Pero cuando empecé a componer, y pude mezclar mis dos pasiones que son la literatura y la música y fui creando mi propio universo a raíz de esas referencias que yo tenía... Ahí ya no hubo vuelta atrás.
¿Qué es lo mejor de la vida de cantautora?
En mi cabeza los músicos no se iban de gira, sino que leían partituras, tocaban en orquestas o en bares de jazz. Eran músicos de escuela que hacían maestrías, doctorados, ese es el tipo de música con el que yo me crie y crecí. Por eso ha sido una sorpresa todo esto, es otro universo. En mi familia nadie hace canciones ni sabe de contratos con disqueras, o de irse de gira con una guitarra y un vuelo nada más.
Con suerte, mis papás, han sido muy pacientes conmigo. Yo empecé a hacer música sola en México que es súper peligroso como mujer. Sé que se angustiaban un montón pero aguantaban y me apoyaban. Les avisaba tipo a las cinco de la mañana desde el hotel como “ya llegué”, y siempre me contestaban.
México afronta una crisis de violencia machista, con 10 mujeres asesinadas a diario, según datos de la ONU Mujeres. ¿Cómo lo vives como mujer mexicana?
Es muy fuerte y duro. Creo que las mujeres en México vivimos con una angustia que aprendimos de nuestras mamás, y ellas de nuestras abuelas. Y es una angustia reforzada por la prensa que revictimiza todo el rato a la mujer y muestra la violencia. Vivo en un país en el que a los asesinos se les tapa la cara para que no se le reconozca, pero si una mujer es descuartizada ponen la fotografía en los periódicos. Eso es la cultura del miedo. El mensaje social imperante es "si eres mujer tu vida importa mucho menos, y si te matan será tu culpa porque algo hiciste mal". Y si te violan se cuestionan qué llevabas puesto.
¿Es ese dolor la semilla de toda esta nueva generación de artistas?
Sí, ahora hay más mujeres componiendo, haciendo poesía, hay un boom de mujeres artistas líderes de sus proyectos. Nos han quitado tanto el espacio público que estamos todas volteando hacia el espacio privado y buscando politizar un poco, no ya en el sentido militante sino en hablar sobre nuestra vulnerabilidad como mujer y convertirnos en un referente representativo para mujeres de todas las edades. Creo que eso lo vuelve bastante político y contestatario en un país donde te dicen que si sales de noche y te matan es tu culpa.
Lo personal es político, algo que ya demostrabas cuando de muy joven ibas sola a cantar con tu guitarra...
Sí, es importante que las niñas tengan referentes porque ni mi madre ni abuela los tuvieron. Mi generación ha tenido a gente como Julieta Venegas, Natalia Lafourcade, Mon Laferte... Tenemos que ver que se puede vivir sola, ser dueña de tu proyecto, cantar tus propias canciones, elegir que ropa te pones, no tener que estar buenísima y matarme en el gimnasio para tener la posibilidad de subirme a un escenario. Eso es nuevo y no lo tuvieron las generaciones pasadas y es muy importante y político. Es vital que las niñas digan "no pasa nada si no quiero casarme, no pasa nada si no quiero tener hijos y no pasa nada si quiero trabajar y tener hijos", es decir, ampliar el espectro. En ese sentido la música a mí me salvó.
Si Me Matan se ha convertido en todo un himno feminista, cuando lo escuchas es como un abrazo entre hermanas, ¿por qué decides hacer esta canción y presentarla visualmente de esta forma?
Me parecía muy importante la idea de mostrar que no estamos solas, entender que somos un solo movimiento. En México y en el mundo muchas veces el feminismo se divide. Hay mujeres súper independientes de 60 u 80 años que no se definen como feministas y está bien, por eso quería hacer una canción y un vídeo donde cupiese todo el mundo. A la de 80 años y a mí, de 24, nos duelen las mismas cosas, nos han quitado los mismos derechos, nos dan miedo las mismas situaciones, pero no estamos solas. Tú me apoyas y yo te voy a apoyar. Esa sororidad, amor y supervivencia.
Después de cada canción fue precioso ver qué decían las mujeres del vídeo, porque eran mensajes muy diferentes, recordábamos momentos mientras llorábamos, pero las señoras más mayores sentían que nadie había retratado su vida de esta manera, una de ellas me decía "nunca nadie había tocado a esa niña que fui y que vivió con miedo toda la infancia, es muy loco porque me siento cuidada por primera vez a través de esta canción". Fue muy emocionante.
Hay un fuerte movimiento en Latinoamérica, lo vemos con la "Marcha Lencha" y otras manifestaciones, ¿hay un cambio real en la política mexicana?
Hablar de la política en México es muy complicado porque tenemos un entramado jurídico terrible, llevamos tantas décadas de malos gobernantes y corrupción que es muy difícil hablar de un cambio político. Aunque nos volviéramos comunistas, está tan podrido el sistema que el cambio creo que en lugar de venir de arriba debería venir de abajo. Y en ese sentido creo que sí podemos hablar de un cambio político: el cambio fuerte lo estamos viviendo nosotres como ciudadanos, y las mujeres en ese sentido estamos haciendo un cambio enorme. Creo que la gran revolución y el gran cambio en Latinoamérica viene por el feminismo. Parte del amor, la conciencia, y hay que liberar a los compañeros también, todos nos estamos liberando y es un cambio social, amoroso, medioambiental...
Dentro de poco lazarás Marchita, ¿a qué canta Silvana Estrada en este nuevo disco? ¿Al amor? ¿A la pérdida? ¿Al miedo?
Realmente lo compuse antes de la cuarentena. Marchita es un disco que se ha ido creando muy lentamente y habla de una ruptura amorosa. Es un clásico de post breakup. Lo escribí tras una ruptura, y la composición fue un proceso muy solitario y muy duro. Curiosamente antes de la cuarentena me sentía bastante desconectada de este disco, pero volví a separarme de una pareja y fue como recorrer otra vez el mismo duelo, y tener esta referencia del dolor previo. Así que recuperé esas canciones y compuse nuevas. Esta ruptura fue como resignificar el disco, me reencontré y volví a sentirme identificada con él, con ese dolor. En la pandemia fui muy productiva, tengo muchas canciones preparadas, ya no tengo que componer en mucho tiempo (ríe).
¿Ha sido una especie de terapia?
Marchita habla de sanar aunque sea un disco muy oscuro. Lo que busca en su esencia más pura es renacer, encontrar la luz al final del túnel.
¿Qué te inspira más a la hora de componer el amor o el desamor?
Sin duda me inspira más el desamor. Me da pena porque ahora estoy muy feliz y me cuesta componer. La felicidad tiene más que ver con la paz y eso se entiende rápido, mientras que el dolor es tan turbio y tenemos tan poco entendimiento de él, que se necesita explorar más. Cantar del desamor y el amor sana.
¿Se puede disfrutar del romanticismo sin caer en el amor tóxico?
Lo primero, aunque es un cliché, es que el amor propio es la salvación. Si primero te amas a ti es más difícil que aceptes que alguien te haga daño. Cuantos más amores tengas y más horizontal sea el amor mejores relaciones tienes en general. Hay que repartir el amor democráticamente.
La enfermedad del siglo que es el tema que pone fin al disco, y sin embargo en esta canción no aparece tu voz, ¿por qué decides acabar de esta forma?
Esa canción es la versión instrumental en trompeta y órgano de la primera canción del disco, como una música de cantina. La enfermedad del siglo es un verso de esa primera canción, que es casi una canción de cuna, y me gustaba empezar con esa inocencia para pasar por todo el proceso de pérdida de la inocencia del amor. Me parecía poético y discursivo y el nombre creo que es maravilloso. La enfermedad del siglo es el amor líquido.
Por un lado es doloroso, pero, por otro, no hay tiempo de sufrir porque enseguida estamos con otras cosas. Crecí entre jazzistas y música de club de jazz, un ambiente muy decadente y quería retratarlo en esa canción. Recuerdo perfectamente cuando la grabamos, el trompetista y el organista en una sala junto a una chimenea, y yo acostada junto a ellos. Les escuchaba con la lágrima por la mejilla y pensaba "uff ya he acabado". Fue precioso, afuera llovía y pensé "vale, aquí no cantas, ahora te toca relajarte y disfrutar". Todo un regalo.