Regresar al origen y reencontrarse con quienes te ayudaron a ser cómo eres es la esencia de la ópera prima de Carol Rodríguez, Chavalas con la que el pasado mes de julio consiguió tres galardones en el Festival de Málaga. La película que se estrena este viernes 3 de septiembre en cines reúne a las actrices Carolina Yuste, Vicky Luengo, Elisabet Casanovas y Ángela Cervantes en una quedada de amigas de la infancia que invita a reflexionar sobre las raíces, el camino a tomar y los estereotipos que separan la vida de ciudad de los barrios más humildes.
El barrio marca, ya lo vimos en Yo soy la Juani (2006) donde también se reflexiona sobre la situación de la mujer en un entorno obrero, con ese choque cultural entre el barrio y la "gran ciudad". Micromachismos a pie de calle, el síndrome de la impostora que aletea alrededor de la figura femenina y una dosis de humor se enmarcan en el barrio de Cornellá barcelonés, donde se ha rodado esta maravillosa propuesta.
"Soy una chavala orgullosa de barrio", afirma la directora durante su entrevista con EL ESPAÑOL en la que nos cuenta que el barrio donde se ha filmado su debut es el mismo en el que se crio ella. "Literalmente hay calles y edificios que nosotras hemos recorrido mil veces a lo largo de nuestra vida, como el edificio de las ventanas", explica. Su hermana Marina Rodríguez Colás, es la guionista. Algo que ha ayudado a crear una naturalidad aplastante en las conversaciones y escenas que comparte este grupo de actrices, con una química que sobrepasa la pantalla.
El poder de las amigas
La historia de Chavalas cuenta el reencuentro de Marta, Desi, Soraya y Bea, amigas inseparables en la adolescencia que vuelven a verse las caras en el barrio donde se criaron para revivir una auténtica y tragicómica amistad. Esta quedada les obligará a hacer frente a la gran pregunta: ¿quiénes somos? Para descubrirlo analizarán cómo eran en la adolescencia que compartieron, desde una perspectiva diferente y "madura" que deja a los espectadores desde escenas tiernas hasta otras muy gamberras. Es Marta, la protagonista encarnada por Vicky Luengo la que acude a su pasado tras perder su puesto de trabajo en Barcelona y sentirse totalmente fuera de lugar.
"Para mí la amistad entre amigas ha sido parte de mi crecimiento emocional a lo largo de mi vida. No entiendo la jerarquía que se hace de las relaciones, en las que parece que son más importantes las relaciones de pareja que las que tienes con tus amigas. Tus amigas te acompañan mucho más tiempo en tu vida que tu pareja, al final las amigas perduran y las relaciones vienen y van. Con ellas he tenido la relación de amor más importante de mi vida", declara la directora.
El choque entre el personaje de Luengo y el resto del grupo se da cuando comienzan a infravalorarse unas a otras por el modo de vida tan contrapuesto que existe entre el barrio y la ciudad. Una crítica mutua, ya sea por la diferencia a la hora de vestir o de entender la felicidad vital que se apoya en la figura de la mujer (o chavala) de barrio.
Mujer de barrio
Todo este viaje de la protagonista le sirve para llegar a la conclusión de que, quizás volver al origen es la respuesta y la fuente de inspiración que se necesita en realidad. La clave está en enfrentarse a quien es realmente, aceptar de dónde viene y alejarse de lo superficial para hacerse un hueco en lo terrenal en esa búsqueda de su propia identidad.
"Creo que ser de barrio es un plus en el techo de cristal que tenemos. Ya tenemos ese techo por el hecho ser mujeres, imagínate por ser de un barrio de clase trabajadora, todavía lo tienes más difícil para hacerte un hueco laboral", explica Carol Rodríguez, que recuerda las pocas compañeras de clase de la periferia que había en su universidad. "Creo que estamos igual de evolucionados e involucionados en la periferia que en el centro de la ciudad. Incluso creo que hay asociaciones feministas con mujeres muy currantes y luchadoras por los derechos de las mujeres en los barrios, donde la lucha vecinal es muy potente", afirma.
La magia de comer pipas en un banco con amigas o de tomar cañas en el bar "de siempre" se recoge en este film, que se apoya en la sororidad y en las conversaciones entre amigas como medio de escape para estas jóvenes de casi treinta años.
La directora ya hizo un cortometraje en 2017 llamado Superchavalas, donde tres heroínas de 12 años pasaban las tardes muertas jugando en el barrio. Sobre este casi aperitivo de hace cuatro años, la directora afirma que no es ningún tipo de precuela sino que es una señal más de su obsesión por sus orígenes. "Con tus amigas eres tú misma y durante la adolescencia compartes muchas experiencias y pensamientos que con tus padres no puedes hablar porque son peliagudos. Compartir estas aventuras y hablar entre nosotras de cosas triviales y también de cosas profundas es la vía de escape que más equilibra", expresa la directora.
Cuatro actrices al frente
Uno de los aspectos más destacados de la película es el espectacular elenco de actrices españolas que lo protagonizan. Una elección orgánica que ayuda a dar papeles de gran calidad a las mujeres de la industria. "La mayoría de guionistas y directores son hombres, las cifras están ahí y la desigualdad es evidente. No hay tantas directoras debutantes ni voces femeninas, hay pocos relatos femeninos y por lo tanto menos roles para mujeres. Es tristísimo todas las buenas historias que se quedan fuera", denuncia Rodríguez, que además afirma que ha sido más juzgada y examinada que otros compañeros a la hora de sacar adelante este proyecto. "He tenido más trabas. Hasta el lenguaje cambia: cuando una mujer tiene las cosas claras es mandona, pero si es un hombre escuchas adjetivos como talentoso o lúcido", añade.
Con esta película, Carol Rodríguez hace un homenaje al orgullo de ser de barrio, con todo lo que ello conlleva, y nos invita a descubrirlo desde una mirada femenina que no dejará indiferente a nadie. Ya seas de barrio o de la metrópolis.