Cuando el 'Jumbo' Lope de Vega, un Boeing 747 de Iberia que cubría la ruta entre Nueva York y Barajas, tocó tierra a las las 8:27 horas del 10 de septiembre de 1981, la voz del comandante Juan López Durán sumió a todo el pasaje en una inesperada explosión de alegría. En la bodega del avión iba el último exiliado de la Guerra Civil, el símbolo que debía certificar al fin la reconciliación del país. "Señoras y señores, bienvenidos a Madrid. Tengo que decirles que han venido acompañando al Guernica de Picasso en su regreso a España", anunció.
Las azafatas Beatriz Ganuza e Isabel Almazán formaban parte de la tripulación. Ellas, como el resto de sus compañeros, desconocían que bajo sus pies iba enrollado y embalado en una enorme caja de madera la monumental obra de Pablo Picasso. Sabían que era un momento histórico: el gran símbolo político, ariete artístico contra la destrucción implacable y criminal de la guerra, aterrizaba en España. La única condición del artista para la repatriación del cuadro era que las libertades públicas debían estar restituidas. Aquel viaje fue un síntoma de progreso, de esperanza.
"Cuando llegamos a tierra, el comandante anunció que llevábamos el Guernica con todos nosotros y en ese momento naturalmente fue una ovación de todo el pasaje, muchos aplausos y mucha alegría", recuerda emocionada Beatriz Ganuza en un vídeo distribuido por Iberia este viernes, cuando se cumplen exactamente cuarenta años del histórico trayecto. "Cuando al poco rato se abrió la puerta, fue un gran acontecimiento ver tanta gente que estaba esperando al Guernica y darnos cuenta de la magnitud de aquel evento".
Su compañera Isabel Almazán -ambas tenían 38 años- describe unos recuerdos similares: "Me sentí una afortunada la primera vez que vi el gran Guernica en el MoMA de Nueva York, pero fue más emocionante todavía cuando al llegar a Barajas me enteré de que en nuestro vuelo habíamos lo habíamos traído. Cuando abrimos las puertas y había tanta gente y autoridades esperándonos fui consciente del gran acontecimiento que habíamos vivido".
Es una historia imposible de olvidar. Son las testigos y cómplices (sin querer) de una operación secreta que salió redonda, que confirmó que la Transición estaba siendo un éxito a pesar de que el eco de los tiros de la intento golpista de Tejero y compañía todavía producían escalofríos. "Vuelvo a revivir todas las emociones cuando traigo a amigos extranjeros o nacionales a visitar el Guernica y les comento que estoy muy orgullosa de que con un granito de arena ayudé a traer el cuadro a España", señala Almazán.
Historia del 'regreso'
Desde su primera presentación al público en el Pabellón de España en París de 1937, Guernica realizó numerosos viajes por Europa y América antes de llegar a España en 1981, primero al Casón del Buen Retiro y, a partir de 1992, al Museo Reina Sofía. El cuadro estuvo cuatro décadas expuesto en el MoMA de Nueva York por expreso deseo del artista y solo se ejecutó su traslado a España tras un arduo y largo proceso de negociación.
La operación Cuadro Grande, como se bautizó, se desarrolló entre el 9 y el 10 de septiembre de 1981. "Todo se hizo en secreto, tenían mucho miedo (…) Con lo que había costado traerlo, imagina si le hubiera pasado algo", ha explicado a la Agencia Efe Genoveva Tusell García, historiadora y autora de El Guernica recobrado (Cátedra), e hija de Javier Tusell, una de las figuras fundamentales en el traslado del cuadro y entonces director general de Bellas Artes de la época. Fue la persona encargada de conseguir un acuerdo junto al entonces ministro de Cultura, Íñigo Cavero.
El 9 de septiembre, el MoMA cerró sus puertas en su horario habitual. Su director, Richard Oldenburg, -el único que conocía la operación- avisó en ese momento a los conservadores de que había que desmontar y empaquetar el cuadro. Le quitaron el bastidor y lo enrollaron, en un proceso que duró hasta la madrugada. A la mañana siguiente se firmó toda la documentación y dos camiones salieron escoltados por la policía metropolitana de Nueva York.
El traslado coincidió con un corte de luz que había inutilizado todos los semáforos de la Gran Manzana, generando un gran atasco y aumentando el riesgo de accidente. La gran caja en la que se había escondido el Guernica se metió entonces en la bodega del citado Boeing 747, con una capacidad para 404 pasajeros -aquel día eran 319, entre los que iba un dispositivo de seguridad y cargos del Ministerio, más 19 miembros de la tripulación- y con el que la aerolínea cubría sus rutas de largo radio.
El cuadro no fue expuesto en el Casón del Buen Retiro hasta finales del mes de octubre, y su primera aparición fue entre fuertes medidas de seguridad: se colocó un cristal antibalas y a un guardia civil armado con una ametralladora. Cualquier precaución parecía poca teniendo en cuenta que el lienzo ya había sufrido un ataque el museo estadounidense y los Guerrilleros de Cristo Rey, el grupo paramilitar de ultraderecha, había asaltado una exposición de Picasso y destrozado todas las obras.
En 1992, el cuadro hizo su último viaje, por las calles de Madrid, hacia el Museo Reina Sofía, donde permanece hasta la actualidad como principal atracción, ya sin cristal antibalas, retirado en 1995. Este viernes la institución celebra una jornada de puertas abiertas para conmemorar la efeméride.