¿Y si la gestación la hiciesen gorilas y no mujeres?: la obra distópica sobre el vientre de alquiler
Quien esté libre de culpa es el nuevo libro de la escritora Gema Nieto, que pone el foco en el futuro de los niños nacidos por gestación subrogada y explora la homofobia, el bullying y la identidad.
20 octubre, 2021 01:24Noticias relacionadas
¿Y si las madres gestantes fueran las gorilas? ¿Se acabaría el debate de la explotación del cuerpo femenino en torno a los vientres de alquiler? Este dilema ético, político y social es el que introduce la escritora Gema Nieto en su última novela Quien esté libre de culpa (Dos Bigotes). Nieto, que se define como "filóloga, lectora, escritora, gamer y hater… aunque no necesariamente en ese orden" regresa tras publicar La pertenencia (2016) y Haz memoria (2018) y nos presenta una historia distópica que no va a dejar indiferente a nadie.
La pureza, la familia, el bullying, el maltrato animal o la lucha de poderes son algunos de los temas que se expanden por las páginas del libro. Como novedad, Nieto nos invita a pensar en cómo se siente el niño o niña nacido mediante este polémico método y expone todas las dudas que invaden su mente según va creciendo y comprendiendo la forma en la que fue engendrado, con todas las cuestiones éticas que eso supone.
Una idea que establecían teóricas como Ariana Reines en su símil entre la explotación de la mujer y los animales del poemario The Cow, o que recuerda también Rebecca Tamás en su ensayo Extraños (2021) con esa "relación que guardan las formas de explotación del cuerpo femenino con las del cuerpo animal". Hablamos con Gema Nieto para conocer de dónde surge esta alocada (aunque muy posible) historia y reflexionar sobre los instintos más animales del ser humano del siglo XXI.
¿Cómo surge Quien esté libre de culpa? ¿Por qué te nace la necesidad de escribir sobre ello?
Surge de la necesidad de tratar algunos temas que han sido especialmente candentes en nuestra sociedad durante los últimos años pero desde un punto de vista diferente: a través de un género, el de la ciencia ficción, en el que no soy experta pero que siempre me ha parecido el más puramente “literario” de todos pese a ser también uno de los más denostados e infravalorados de cuantos existen…
Uno de esos temas es el de los vientres de alquiler sobre el que hay mucha polémica...
El tema de los vientres de alquiler, sobre todo, ha sido muy debatido en los últimos años, pero siempre me ha resultado curioso que en todos estos debates se haya pasado por alto un aspecto, a mi juicio, crucial: el punto de vista de los propios hijos gestados. Lo que quería hacer en Quien esté libre de culpa era llevar un tema polémico a mi propio terreno, situar el foco sobre esos personajes y conectarlos con mis propios temas literarios, como la formación de la identidad, los condicionantes biológicos o culturales que nos conforman, la memoria o las siempre problemáticas relaciones familiares, además de denunciar explotaciones e injusticias y darles voz a las presencias silenciadas.
¿Crees que se habla suficiente sobre la controversia de los vientres de alquiler?
La problemática de los vientres de alquiler se ha debatido hasta ahora, para defenderla o denunciarla, poniendo el foco en las mujeres gestantes y la denuncia de su situación, algo por supuesto necesario, pero me llamaba la atención que una cuestión tan polémica careciera de una perspectiva complementaria y olvidara la de los propios niños gestados, el desarrollo de su conflicto y de su identidad, la posible existencia del vínculo con sus gestantes y la necesidad de conocer sus orígenes.
No se trata de cuestionar el amor de los padres o de las familias, sino de poner sobre la mesa que nadie sabe qué efectos pueden tener en la propia psicología de un niño haber sido gestado en un vientre de alquiler, en su identidad y su necesidad de conocer sus orígenes cuando crezca. Quién sabe qué inquietudes, qué carencias, qué dilemas o conflictos desarrollarán cuando sean jóvenes o adultos, o si incluso podrán convertirse en detractores del método a través del cual fueron concebidos...
En tu obra creas un futuro distópico, aunque asusta ver que no se aleja mucho de nuestro presente...
La verdad es que no me resulta muy descabellado pensar que lo que imagino en mi novela podría suceder en veinte o treinta años. No me sorprendería; incluso me atrevo a afirmar que la posibilidad ya se ha considerado. Es cierto que en el futuro más o menos próximo de mi novela algunas luchas e injusticias se han superado, pero han dado paso a otras que en el fondo son las mismas, porque el ser humano siempre encontrará motivos de desprecio, odio y discriminación del “otro” a quien considera distinto. Y en Quien esté libre de culpa, los “niños mono” han pasado a ser el blanco de la ira de los intolerantes, son ese sentido un trasunto perfecto de las personas LGTBI.
En la gestación subrogada entra en juego aspectos como los privilegios o la precariedad, ¿qué otros puntos crees que deberían formar parte de este debate?
No se insiste suficiente, ni desde el punto de vista correcto, en el tema de la supuesta libertad de las gestantes y su motivación económica, que es la única que llevaría a cualquier persona a gestar el bebé de un desconocido. Las voces a favor de la gestación subrogada se apoyan en la supuesta libre voluntad de las mujeres a la hora de decidir llevarla a cabo, pero cuando se impone una necesidad económica, del grado que sea, no existe libertad de elección ni de decisión.
Al suplantar, en un futuro hipotético, a las mujeres por animales, mi novela lleva al extremo la explotación de seres inocentes en beneficio de un mercado cada vez más pujante, de los intereses capitalistas y de los deseos individuales, y alguien podría estar tentado de reprocharme que he hecho trampa, puesto que en el caso de los animales no existe ninguna posibilidad de decisión mientras que las mujeres siempre la tienen. Pero esto tampoco es así en realidad: ¿hasta qué punto somos verdaderamente libres los trabajadores, las personas que dependen de un sueldo precario o de unos ingresos mínimos? ¿Pueden de verdad decidir sobre aspectos de sus vidas que otras personas más adineradas dan por supuestos y son capaces de solucionar con facilidad?
Y, por otra parte, hace falta insistir también en la perversión que supone mercadear con la génesis de la vida desde que se introduce una transacción económica. Si el ser humano tiene posibilidad de mercantilizar cualquier necesidad y de poner en marcha con ello una industria pujante a costa de lo que sea, lo hará. Lo llevamos viendo desde hace siglos. Lo que ha hecho en el caso de la gestación subrogada es disfrazarla de regalo maravilloso, envolverlo con un lazo y ofrecerlo como un adelanto cuyo fin es mejorar la vida de la gente y conseguir su felicidad. Pero no es más que la consecuencia última y más brutal del capitalismo.
¿Crees que se plantearía el mismo cuestionamiento ético si no fueran gorilas? ¿Si fuera otro animal que no se pareciese tanto a nosotros?
Es verdad que escogí a las gorilas para darle mayor verosimilitud al planteamiento debido a la enorme coincidencia genética que compartimos ambas especies, más de un 90%, pero también por motivos emocionales, sí: resulta más fácil empatizar con un primate, que se parece más a nosotros, que con una osa, una cerda o una elefanta. Por un lado, esto nos habla de la necesidad del ser humano de “humanizar” a otros seres, concediéndoles o proyectando su mismo aspecto sobre ellos para ser capaz de sentir empatía o compasión, y por otro lado es también revelador de su egoísmo y su soberbia: sólo consideramos dignos de consideración, de ayuda o de derechos a aquellos que se parecen más a nosotros. Lo hemos comprobado también con refugiados o con inmigrantes.
En una de tus páginas escribes: “había gorilas que sufrían depresiones incurables tras el parto. La tristeza las llevaba a actitudes erráticas o violentas; aullaban, golpeaban los cristales, caminaban en círculos durante horas…”, ¿se infravalora la depresión postparto?
Creo que se infravaloran en general todas las experiencias y vivencias propias de las mujeres, que hasta hace muy poco no han encontrado reflejo en la literatura por considerarse temas “menores” o no universales. Los temas importantes eran aquéllos sobre los que escribían los autores hombres y que les afectaban principalmente a ellos, así es como se ha construido el canon literario y cultural a lo largo de los siglos.
Por suerte esos principios comienzan a cuestionarse o revertirse. En cuanto a la depresión postparto, yo no la he vivido nunca en carne propia pero me alegra que muchas lectoras se hayan identificado con esa parte y me hayan agradecido su inclusión, incluso siendo una gorila la que la experimenta en la novela.
Ofreces una mirada a la maternidad muy distinta a la que estamos acostumbradas, ¿por qué decides darle este enfoque?
Quizá porque no soy madre ni tengo intención de serlo, y nunca he sentido ese deseo. La maternidad es un tema que, como tal, personalmente no me interesa, así que tal vez es eso lo que me ha llevado a adoptar un enfoque distinto: no todas las mujeres somos madres, pero lo que es seguro es que todas somos o hemos sido hijas. Y desde ahí sí podemos situarnos y hablar, desde la perspectiva de los hijos y la relación con los padres.
El maltrato animal es otro de los frentes que abordas, ¿solo le importa a los vegetarianos y veganos? ¿O crees que hay una mayor implicación social en esta problemática?
Creo que en las últimas décadas hemos avanzado un largo camino en la sensibilización respecto al maltrato animal, aunque aún queda mucho por recorrer, y que por suerte ha dejado de ser un tema considerado perteneciente sólo al ámbito de los vegetarianos o los veganos. Y, del mismo modo, personas que no lo son pueden tener la misma autoridad cuando exponen argumentos a favor de los derechos de los animales.
El ser humano se ha creído siempre el dueño supremo de las vidas animales, una especie de dios o de rey de la creación, que puede disponer de ellas a su antojo tanto para su disfrute como para sus caprichos más sádicos, como en el caso de la tauromaquia.
¿Crees que la maternidad y paternidad es un acto de egoísmo?
Es curioso que normalmente a las mujeres que no hemos querido ser madres nos hayan llamado egoístas con frecuencia, cuando, sinceramente, tal y como está el mundo en estos momentos, y como nos encaminamos a dejarlo, no tener hijos me parece lo más sensato y considerado hacia el planeta e incluso hacia los propios niños que el día de mañana lo habitarán.
Soy muy pesimista en este sentido, aunque quizá hemos llegado al punto en que ese pesimismo sea ya puro realismo. La gente sigue teniendo hijos por muchas razones, algunas de las cuales un tanto irreflexivas y que reflejo en el libro, como el deseo de perpetuarse, de dar sentido a sus vidas o a sus matrimonios, de vivir la experiencia de la maternidad, de cumplir con lo esperado o con lo establecido por la sociedad o por sus propias familias, de obedecer a la presión de su entorno… No juzgo esos motivos, sólo los expongo porque existen, al igual que otras personas deciden tener hijos después de madurarlo muy bien; unas y otras pueden llegar a convertirse en padres y madres excelentes, regulares o pésimos.
También hay hueco para hablar sobre el acoso escolar, la homofobia o la manipulación mediática. ¿Por qué crees que es esencial que estos temas formen parte de tu relato?
El acoso escolar o bullying es un problema por desgracia todavía muy presente en nuestro país y que va unido con frecuencia a la homofobia provocada por la ignorancia, la intransigencia o los discursos de odio como los de la extrema derecha, promocionados y favorecidos por muchos medios. Las inseguridades, frustraciones, complejos y miedos que se desarrollan a menudo en la adolescencia, precisamente en la etapa de formación de la identidad, pueden dar lugar a actitudes violentas y comportamientos opresores, pero también a creencias erróneas y a prejuicios.
En mi novela establezco una analogía entre los niños gestados en gorilas y las personas que a día de hoy todavía sufren discriminación y persecución por cualquier motivo (homofobia, transfobia, racismo, etc.) o que se apartan de la norma y, por tanto, son consideradas indignas de ciertos derechos, una confrontación a la que se llega en gran parte gracias a una manipulación mediática brutal (a través de las tertulias televisivas, redes sociales, fake news, etc.) que tergiversa y reconduce los mensajes al antojo de determinados intereses para condicionar la opinión pública.
¿Cuál crees que es el instinto animal más presente en los humanos en el 2021?
Después de la pandemia que hemos vivido y sus consecuencias a todos los niveles, yo diría que el instinto de supervivencia y, en muchos casos, el de “sálvese quien pueda”. Me gustaría tener más fe en el ser humano, y aunque es cierto que cuando suceden tragedias afloran muchos instintos solidarios, protectores, generosos y colaborativos en el ser humano, a menudo los animales me dan más motivos para creer en su bondad y su altruismo.
¿Cuál es el fin de Quien esté libre de culpa? ¿Qué ideas quieres que calen?
Mi objetivo principal es acercarme a temas que han causado controversia en los últimos años desde una perspectiva original y distinta, adoptando el enfoque de la distopía para hacer reflexionar así a los lectores, ofrecerles nuevos puntos de vista y enriquecer el debate actual, no sólo sobre los vientres de alquiler, sino también sobre otras problemáticas como las que hemos comentado.
Una de las ideas fundamentales que he tenido en la cabeza desde el comienzo de la escritura ha sido intentar mostrar la perversión de un sistema que nos arrolla y que es capaz de mercantilizarlo y tergiversarlo absolutamente todo. Ojalá los lectores disfruten la lectura y ésta les ayude, aunque sea sólo un poco, a estar prevenidos contra ello.