La guerra civil española y el posterior régimen franquista dejaron demasiadas víctimas en toda España. Entre ellas, las mujeres, que muchas veces sufrieron un tipo de violencia diferente en muchos casos a la de los hombres. Así les pasó a 'las rapadas', esas mujeres a las que el bando nacional peló como represalia al ganar la guerra. Lejos de ser casos aislados, miles de mujeres sufrieron esta forma de humillación pública en todo el territorio, a veces como castigo por ser simplemente 'hijas de' o 'mujeres de' republicanos.
La llegada de la democracia tampoco les dio la reparación que necesitaban. Sus historias se dejaron a un lado y durante mucho tiempo se les consideró menos importantes que las de los exiliados o milicianos encarcelados. Para recuperar la memoria de estas mujeres, las directoras Gema y Mónica del Rey Jordà, junto a la psicóloga y antropóloga María Dolores Martín-Consuegra, han creado Sacar a la luz. La memoria de las rapadas.
El documental, que se podrá ver a las 20:00 horas en los cines Yelmo de Sagunto del 5 al 7 de noviembre, recopila decenas de testimonios de personas que vivieron esta época y vieron con sus propios ojos la crueldad con la que se trató a las rapadas. "Hay mucha entrevista en el documental, pero es que es un documental de escucha", explica a MagasIN Mónica del Rey, una de las directoras y parte del grupo artístico Art al Quadrat, junto a su hermana Gema.
Cada una de las historias que muestra el documental es diferente, pero todas están atravesadas por el dolor. Como la de Ofelia, cuya madre fue encarcelada en Alcázar de San Juan y volvió tres años después; o Basilia, también hija de una rapada en Villafranca de los Caballeros. "A mi madre se la llevó La Falange. Mi abuela fue al ayuntamiento a ver qué pasaba con su hija y cuando salimos oímos un ruido y vimos que era mi madre que iba a gatas con un perro, toda llena de sangre. Iba toda pelada, hecha de vientre y con un quiqui rojo colgado", cuenta temblorosa.
Además de ser rapadas, a muchas de ellas se les daba aceite de ricino para que se hiciesen sus necesidades encima y luego se las paseaba por el pueblo para que todo el mundo se pudiese burlar de ellas. A otras se les dejaba un mechón de pelo en la cabeza y se les ponía una especie de lazo. De nuevo, tenían que ir por el pueblo barriendo las calles y cantar consignas como: "Quiquiriquí, por mi mala conducta me veo así" o "quiquiriquí, por revolucionarias nos vemos así".
Concepción Fernández, hija de una rapada en Villarrubia, que en el documental relata cómo a su madre la sacaron para pelarla mientras amamantaba a su hijo, recuerda que la subieron a un carro junto a otras mujeres con un cartel que decía: "Así os peléis por rojas y por putas".
Además de raparles el pelo, despojándolas así de un símbolo tradicionalmente relacionado con la feminidad, y 'marcarlas' públicamente, a muchas también les pegaron y violaron, unos crímenes que nunca se reconocieron ni condenaron. "Lola (la directora), cuando empezó a documentarse, empezó a conocer muchos casos en el pueblo en el que ella vivía de mujeres que habían tenido hijos de fascistas porque habían sido violadas, y lo supo hace unos pocos años", asegura Del Rey.
Historias que se heredan
En muchas ocasiones estas mujeres se habían quedado viudas o sus maridos estaban encarcelados, por lo que tuvieron que sacar adelante a sus hijos ellas solas, en una época de postguerra especialmente cruel. "Las mujeres que se quedaron detrás con sus hijos merecen un homenaje", afirman en el vídeo.
Para el documental, Mónica del Rey explica que les costó encontrar fuentes directas, básicamente debido a los años que han pasado desde que ocurrió. Algunas de las personas que cuentan sus historias son ya nietas de las rapadas. Por miedo o vergüenza, muchas de ellas no contaron lo ocurrido durante muchos años, hasta el punto de que en muchas familias desconocían las vivencias de sus propias abuelas o bisabuelas.
Las propias directoras de Arts al Quadrat desconocían que por una de las principales calles de su pueblo desfilaron en su momento las rapadas. "Nos contó nuestra tía que esto pasaba en nuestra ciudad, pero ya cuando éramos mayores. Pensamos: estamos pasando por la misma calle que estas mujeres tuvieron que barrer y nadie nos ha contado nada. Fue como un punto de partida".
Por eso, el objetivo de las directoras no es solo cerrar heridas y evitar que lo ocurrido caiga en el olvido, es también reflexionar sobre cómo estos traumas se transmitieron de generación en generación. "En el documental muchas de ellas decían: 'mi abuela no nos dejaba salir nunca'. Ese miedo que se pasó a las generaciones de después", afirma Mónica del Rey. Ella espera que el documental sirva para que cada espectador vaya "confeccionando su propia historia". "Para eso tiene que entender de dónde viene, si en su familia ha habido este tipo de casos y si esto se relaciona con la manera de ser antes. Creo que es una herramienta de autoaprendizaje para cada uno".