Desde hace unos años Shirin Neshat (Qazvin, 1957) tiene dos sueños recurrentes, en ambos aparece su madre. Como preámbulo cuenta que todos los días le habla por teléfono, ya tiene 92 años, vive en Irán y por lo tanto no la ve desde 1997.
A veces sueña que su madre está en una gran ciudad estadounidense, la ve de lejos, ambas corren para acercarse y cuando se abrazan, se da cuenta de que su madre es un monstruo. “Por supuesto que siempre tengo miedo de perderla, es muy triste porque nadie me ama incondicionalmente como ella”. Vuelve a la realidad con los ojos vueltos un río, hace una pausa para interpretar esa pesadilla repetitiva como la pérdida definitiva del último hilo que la conecta con Irán, y “creo que la esencia de mis sueños es que tengo miedo”, afirma.
Unos gruesos trazos negros delinean los ojos de Shirin Neshat. El pelo recogido en un moño en la nuca deja completamente despejado su rostro. Mira y habla con calidez y dulzura, pero con entereza.
Convertida en una reconocida y aclamada fotógrafa, artista audiovisual y cineasta, en su trabajo artístico ha explorado la identidad y el origen, las estructuras de poder, pero sobre todo los devastadores impactos de la ley islámica en las mujeres a través de sus obras como Unveling (1993), Women of Allah (1993-1997), Turbulent (1998), Rapture (1999), Soliloquy (1999) así como en Women Without Men (vídeo y su primer largometraje, 2009).
Shirin Neshat, tan apegada a la realidad, cuenta que hace tiempo se sintió seducida por lo que no es real. “El realismo mágico, el surrealismo, los sueños”, enumera sus intereses sin jerarquizarlos. “Me parece importante prestarle atención al subconsciente”, afirma. Y encuentra la génesis de su fascinación hacia lo onírico en El Palacio de los Sueños, un libro que le impactó “tanto por sus connotaciones políticas y religiosas, como también por su poesía”, asevera.
El libro de Ismaíl Kadaré, publicado en 1981 en Albania durante la dictadura, es una historia que se desarrolla en un pasado remoto y que narra cómo se recolectaban los sueños de propios y extraños con la finalidad de detectar algún peligro hacia el statu quo del imperio. Los sueños como el último bastión de control.
Todos soñamos
De la fascinación Shirin Neshat pasó a la acción artística, la cual dio como resultado un gran proyecto que tituló Land of Dreams. Pero no solo fue la obra de Kadaré el impulso definitivo, sino también el asfixiante ambiente social y político que se había extendido por Estados Unidos con la llegada al poder de Donald Trump.
Después de más de cuatro décadas viviendo en EEUU, la artista iraní nacionalizada estadounidense era testigo de la avanzada de la extrema derecha y del racismo feroz. Por primera vez sintió la necesidad de darle otro enfoque a su trabajo artístico, que hasta la fecha había estado relacionado sobre todo con las culturas islámicas.
En la época prepandémica de 2019, el mandato de Trump ya había concretizado varias amenazas: además de la construcción del muro en la frontera con México, y con ello la aplicación de una férrea política de inmigración hacia la nación vecina, se había hecho efectiva la prohibición (primero temporal en 2017, luego indefinida hasta 2021) de la entrada a los EEUU de ciudadanos de países islámicos.
“Dudé durante mucho tiempo en dar este paso porque no sentía que tuviera las suficientes agallas para hacerlo”, se sincera, “cómo podía yo criticar a Estados Unidos, un país que me había acogido. Además, como no nativa, no me sentía con la licencia para criticar con propiedad y adecuadamente a un país al cual no pertenezco por completo. Sin embargo, en los últimos años la realidad me sobrepasó, sentí que precisamente los inmigrantes y todas las minorías teníamos que tomar la palabra, porque nos encontrábamos en riesgo”.
Y es que para los “no blancos” vivir en EEUU se había convertido en un peligro, el American Dream se esfumaba como una fata morgana dándole paso a un temor constante a ser atacado hasta por hablar en otro idioma en un supermercado.
Pero ¿cuál podría ser el vínculo que uniese tantas diferencias? “Da igual si eres nativo americano, hispano, negro o iraní, todos soñamos”, disecciona Neshat, “y especialmente en esta época, los sueños son proyecciones de nuestros miedos”.
Los miedos recurrentes
En 2019, Shirin Neshat fijó rumbo hacia Nuevo México, uno de los cuatro estados que colindan con el país azteca y en donde existe una mezcla bastante representativa de la variedad social de EEUU. Nuevo México es un mosaico de hispanos (la mayoría), una gran población de nativos americanos (navajos, apaches y puebloans), anglo-estadounidenses, afroamericanos y asiáticos.
“Como no nativa, no me sentía con la licencia para criticar con propiedad a un país al cual no pertenezco por completo”
“Allí fui de puerta en puerta presentándome como una artista iraní con la intención de recolectar sus sueños y hacer retratos”, relata. “Luego, por detrás de las fotografías escribí con caligrafía y en farsi los sueños que me contaron”.
“Fueron encuentros fascinantes”. La atrapasueños recuerda además las afinidades que como iraní halló en muchos de sus 200 entrevistados y describe como poética la relación entre lo onírico y la fotografía. “Los sueños se desvanecen rápidamente, mientras que el retrato capta un momento determinado para siempre”, reflexiona.
Land of Dreams primero fue concebido como un conjunto de 111 fotos en blanco y negro de gente de diferentes etnias, religiones, estatus socioeconómico, edades y género. A los retratos se le sumó la idea de hacer vídeos, y de esta surgió casi simultáneamente la determinación de rodar un largometraje.
Codirigido con su pareja sentimental Shoja Azari y coescrito con el autor francés Jean-Claude Carrière, la extensión cinematográfica de ese proyecto artístico se desarrolla en un futuro cercano en donde Simin, interpretada por Sheila Vand, es una iraní-estadounidense que tiene como tarea hacer un registro de los sueños de los ciudadanos para transmitir esa información a la misteriosa Oficina del Censo de EEUU. La Simin de ficción viene a ser el alter ego de Shirin Neshat.
Land of Dreams es una película que bebe de las aguas del surrealismo y mezcla la sátira política con la distopía. “A través de Women without Men (basado en el libro homónimo de Shahrnush Parsipur) me di cuenta del poder y la utilidad que pueden tener la sátira y el humor en historias muy oscuras”, sentencia quien con sus colaboradores Carrière y Azari se propuso que este filme no resultara un ataque a los EEUU, sino más bien una representación de esa nación.
“Quería que fuese una película lúdica y cinematográficamente experimental, pero al fin y al cabo que fungiera como un cuchillo afilado”, explica. “Podría ser algo que los estadounidenses realmente odien, pero como siempre digo: esa es mi perspectiva como inmigrante que ha vivido en ese país por mucho tiempo”.
Land of Dreams, estrenada en el Festival Internacional de Cine de Venecia, es también arte y parte de un gran puzle que junto a 111 fotos e instalaciones de vídeo, así como obras previas de la artista, conforman la exposición Living in One Land, Dreaming in Another de la Pinakothek der Moderne (Múnich, Alemania, hasta el 24 de abril de 2022).
Los sueños y la ficción le sirvieron a Shirin Neshat para hablar de la cruda realidad en EEUU en lo referente a la inmigración, el racismo, la intolerancia, el sentido de pertenencia e identidad, de las ansiedades, así como del ejercicio de mecanismos de control.
En esta conversación a cielo abierto, volvemos a su afirmación de que los sueños son proyecciones de nuestros miedos. Ante la pregunta de cuál es su mayor temor, el recurrente, tal como los sueños con su madre, no duda.
“Ser abandonada”, afirma entre el aplomo y la fragilidad. “Es un miedo que he llevado conmigo desde hace mucho tiempo”, que se remonta a sus 17 años cuando se encontraba estudiando Arte en la costa oeste de EEUU y estalló la Revolución en Irán (1979). Por más que le rogó a su padre hacerla volver, este se negó a que regresara a una sociedad que poco a poco se sumía en el fundamentalismo islámico.
“Fue aterrador quedarme sola en un país extranjero, sin apoyo familiar, sin orientación, sin dinero”, se sincera. “Odiaba absolutamente los EEUU, estaba furiosa porque me habían abandonado a mi suerte. Hasta que volví a ver a mi familia pasaron 11 años. Mis años en soledad fueron muy duros, desarrollé una ansiedad hacia la separación y el miedo a ser desplazada”.
En su esposo, su hijo y su trabajo artístico dice que ha encontrado un asidero. Sin embargo, siente que ese temor identificado lo sigue llevando consigo a pesar del paso del tiempo. “Aunque parezca muy fuerte, soy también muy frágil y vulnerable”, reconoce con pasmosa firmeza.