Dicen que todos los españoles llevamos en la cartera como mínimo cuatro o cinco objetos fabricados aquí: el carnet de identidad, algún billete de dinero en efectivo, el carnet de conducir o un boleto de lotería… Toda esta oficialidad impresa sale de este lugar. Al llegar al control de acceso de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT) situada justo detrás del multitudinario Wizink, una mujer nos solicita precisamente el DNI, ese rectángulo plastificado que representa legalmente nuestra identidad. A través del cristal acorazado se puede observar encima de su mesa de recepción un calendario oficial editado internamente sobre “Mujeres inspiradoras”.
Un simpático trabajador de la FNMT nos confirma que todos los días hay gente disfrazada de ladrones en la puerta del trabajo, “lo cual no deja de ser divertido”. Hoy no, pero unos estudiantes revolotean en la esquina del edificio, al final de la calle Jorge Juan, para acceder al centro de formación de diseño y grabado. Otras personas preguntan por el acceso al museo de la Casa de la Moneda, todo en la misma manzana.
Bajo unos techos altísimos y tras pasar por un nuevo arco de seguridad se llega al hall más famoso de Netflix (aunque muchas de las escenas de interiores no fueron rodadas aquí), circundado por escaleras a dos alturas bajo cubiertas doradas con pan de oro en formas geométricas: unas llevan a los despachos de arriba y otras a las cámaras acorazadas del sótano. En el centro, sobre el suelo de mármol pulido, ninguno de los actores de la serie: una antigua maquinaria, muebles expositores, algunos carteles, y unos cuantos trabajadores que se mueven en distintas direcciones del espacio.
Isabel Valldecabres Ortiz, conocida como Bela (Valencia, 1965), es la máxima autoridad de este lugar conspicuo. Concretamente, su cargo es el de presidenta y directora general de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre -Real Casa de la Moneda, desde el pasado mes de agosto-.
Llegó en mitad de la pandemia, como cuenta animadamente mientras accedemos a su despacho desde la salita contigua: llegó en un caluroso agosto, a un edificio sin ventanas. Impresiona fijarse en esos enormes ventanales de seguridad con cristales blindados: que por seguridad, no se pueden abrir. “De hecho, cuando hay altas en Covid, tenemos que entrar y desinfectar toda la zona, es más complejo”. Unas 1.300 personas trabajan bajo sus órdenes entre esta sede y la fábrica anexa en Burgos y lo cierto es que todos los españoles dependemos del correcto funcionamiento de sus máquinas que imprimen nuestros billetes, certificados y documentos oficiales.
Esta Doctora en Derecho por la Universidad Carlos III (UC3M, 2002), licenciada por la Universidad de Valencia (1988), cuenta que el pasado verano había pedido de hecho su reingreso como magistrada (había ejercido entre 2012-2017 como suplente y desde 2017 de carrera), tras haber terminado una etapa profesional que la había hecho conocida por el gran público como la jefa de gabinete de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, de 2018 a 2021.
Dejas de ser pioneras
En la antesala del que es ahora su despacho, cuelga un gran cartel con un listado de los responsables de esta institución. Comienza con D. Cristóbal Gómez de Sandoval y Rojas y De la Cerda, que fue el primer tesorero de este lugar durante más o menos una década, entre los años 1614 y 1624. Después viene una larga lista de hombres hasta llegar a los últimos presidentes de la era moderna, todos masculinos: Pedro, Gonzalo, Sixto, Ángel, Jaime... De repente, Lidia Sánchez Milán (2020-2021), y actualmente Isabel Valldecabres Ortiz, Bela.
“Que no tengamos que ser pioneras”, explica, era una obsesión de su última jefa, la vicepresidenta, “y a mí se me quedó grabada porque es verdad. No dejamos de escuchar que tal o cual mujer es pionera porque ha llegado a tal sitio. Y en algún momento tendríamos que tener una historia donde la primera abre el camino y la segunda ya lo tiene más fácil, ¿no crees?”, pregunta.
Pregunta: En su caso se cumple este hecho, no es la primera…
Respuesta: Exacto. Y siempre que puedo, menciono a Lidia, [señala el cartel con la mano diestra].
Valldecabres relata una de las situaciones más denotativas que le han sucedido desde que llegó. Al poco de empezar, recibió una carta de una señora que se había enterado de que “por primera vez, una mujer presidía la fábrica” y le decía que se alegraba mucho y que tenía que contarle algo, ahora que había muerto su marido. Había sido históricamente la primera secretaria de alta dirección de Presidencia. “Llegó en los años cuarenta, como me contaba, y consiguió que sus dos hermanas hicieran también oposiciones aquí. Cuando se jubiló, escribió un libro sobre lo que había visto y vivido, y parece ser que en el año 2000 lo había mandado aquí mecanografiado y se lo habían devuelto sin decir nada”.
Esta tenaz mujer mandó de nuevo a Valldecabres el libro en 2021 como último intento para llegar a la nueva presidenta (la anterior le pasó desapercibida por la pandemia y su bajo perfil mediático), y Valldecabres decidió visitarla para explicarle su intención de ponerle una placa y depositarlo. “¿Puedes creerlo? Con 98 años encontré a esta mujer haciendo yoga, resulta que habla dos idiomas y tiene un sentido del humor... Luego ya, lo que Trini Pozas me contó, me lo guardo para mí”, explica. Y aclara rápidamente que “esto no es una anécdota” (enfatiza el no). “Yo tengo una responsabilidad con mujeres como ella, pero sobre todo para con quien venga detrás, precisamente porque soy la segunda mujer al cargo en cuatrocientos años”.
Valldecabres se describe a sí misma como alguien capaz de “subirme a los trenes en marcha sin mucha dificultad. A finales de julio me llamaron para proponerme venir aquí y me pareció una oportunidad especialmente interesante”. Y llegó el pasado agosto.
Digitalización de la FNMT
Pregunta: ¿Conocía usted la FNMT cuando le ofrecieron este puesto?
Estuve tres años en Vicepresidencia del Gobierno y conocía muy bien la Administración, pero no conocía en profundidad esta parte. Ahora me he convertido en la primera comercial de esta casa y uno de mis objetivos es que se conozca muy bien.
Toda responsabilidad contiene una gran oportunidad, ¿cuál es la de la FNMT en su opinión actual?
Una parte del trabajo desconocido de la Fábrica, precisamente, es que somos un instrumento de las administraciones justo en el momento en que llega la revolución de la digitalización.
Curiosamente, cuando uno llega a un lugar que tiene cuatro siglos de historia, no espera entrar en materia hablando de blockchain, pero así sucede; toda la parte tecnológica y digital de la FNMT es un área “muy potente que se ha desarrollado en los últimos años”, explica Valldecabres. Y en cierto modo, tiene lógica. En una sociedad obsesionada por los datos, una institución como esta, que controla el dinero y los documentos oficiales que se expiden, cuenta con los elementos de seguridad, confianza y servicio público que deberían acompañar a todo uso de datos.
“Yo antes era muy desconfiada del blockchain porque lo único que conocía eran proyectos privados y la criptomoneda, que me parecía meramente especulativa… Pero cuando he conocido los proyectos de la Fábrica y las vinculaciones con Europa, estoy muy implicada”. Hace unos días, explica Valldecabres, “estuve con el responsable de digitalización del Ayuntamiento de Madrid, que es un tipo brillante, y también con la responsable de la Junta de Andalucía, hablando de todos estos nuevos proyectos y fue increíble”.
“Somos un instrumento de las administraciones justo cuando llega la revolución de la digitalización”
Esta “certificación de las identidades descentralizadas” puede servir, en su visión, “para absolutamente todo. Desde 2018 los ingenieros de aquí trabajan en los certificados digitales, pero también en proyectos de la Comisión Europea como ente público con esa futurible “identidad europea” que tendrá millones de aplicaciones, entre otras, “la certificación de los estudios que has cursado”. Los datos, en su forma de verlo, “son de los ciudadanos, y ellos deben decidir sobre los mismos”.
La FNMT cuenta además con algunas ventajas administrativas al ser un “medio propio” o “ente público empresarial”. En la enorme lista de organismos públicos que no son propiamente la Administración, recuerda Valldecabres, hay “empresas” que sirven para facilitar y agilizar. “Efectivamente”, explica en sus palabras, “somos como una empresa, pero en lugar de tener un consejo de administración como tal, tenemos un órgano que está formado por representantes de distintos departamentos ministeriales”.
De este modo, bajo el control y la representación de doce personas del Gobierno (Economía, Hacienda, Interior…) esta estructura permite que exista un cierto nivel de autonomía en su gestión y un control exhaustivo. “Siempre y cuando, el mayor porcentaje de facturación en el mercado ordinario no sea superior al 20% (80% o más de público)”. Ahora, además, se trata un órgano de especial importancia a la hora de realizar contrataciones de todo el ámbito digital con los fondos Next Generation (un reciente diseño jurídico permitirá además que pueda prestar servicio a las administraciones autonómicas y locales).
Cuenta cómo algunos de los clientes de la Fábrica son, como curiosidad, “gobiernos de otros países, bancos centrales o cajas de moneda que les piden que les hagamos billetes, monedas o pasaportes”. Y señala una vitrina justo detrás ella, frente a la ventana, en la que aparecen algunos estos productos: sorprende que aquí se haga el dinero de Nigeria o las monedas conmemorativas de Colombia, entre otros. “En otros países, voy a licitar ahora junto con otras empresas para fabricar sus monedas”, explica sonriente.
Los encargos van de algunos muy habituales, como los boletos para las Loterías del Estado, a proyectos muy innovadores como el de un bono cultural. “¿Sabes cuántos certificados hacemos cada día?”, pregunta. “Unos 16.000 para particulares, empresas y empleados públicos”, responde. Señala cómo la pandemia ha acentuado la necesidad de estos certificados digitales, “que hacen la vida de los ciudadanos más fáciles y mejoran el funcionamiento de las administraciones y en eso somos muy buenos”.
Sonríe. “Cuando llegué, me puse a estudiar todo: estatuto, organigrama, funciones y empecé con los cambios”. Se refiere sobre todo a consolidar un equipo nuevo (5 directivos de primer nivel, 14 de segundo nivel y así sucesivamente hasta completar 40 directivos), proceso en el que aún se encuentra. “Primero ofrezco los puestos internamente y si tengo a alguien a quien pueda promocionar, promociono”, aclara. Sin embargo, admite que el nivel de tensión de este nuevo puesto es muy inferior al de su anterior responsabilidad. Todo lo vivido y cada puesto sirve, en su opinión, en un nuevo reto. “Lo anterior, lo meto en la mochila y por ejemplo cuando llego aquí, tomar decisiones estratégicas a mí no me cuesta”.
De su biografía, resume, “un tercio de mi vida estuve trabajando como asesora en distintos gabinetes”. A los 23 entró en el de Enrique Múgica, donde buscaban una penalista, pero es Belloch quien le da el espaldarazo ofreciéndole el puesto de jefa de gabinete, que decide no aceptar en ese momento porque no se siente preparada y permanece como asesora.
Después, regresa a la docencia y la investigación. “Otro tercio de mi vida me dediqué a mi pasión, que es la Universidad, soy docente vocacional [especialista en Derecho penal, y ha sido profesora en ICADE y la UC3M]”. Terminó su doctorado en 2002, con la temática de los juicios paralelos y la influencia de los medios de comunicación sobre los procesos penales, una tesis que la puso en contacto con el mundo del poder judicial. Nuevamente, López Aguilar le ofrece volver a la política como asesora parlamentaria y deja su trabajo en una editorial jurídica, para “irme a trabajar con él. Después estuve con Bibiana Aído y más tarde decidí que quería ser juez, en el año 17 aprobé la oposición y en el 18 fue que me llamó Carmen Calvo”.
El liderazgo femenino
Pregunta: Jefa de gabinete es algo muy distinto a asesora parlamentaria, ¿eso fue un cambio, no?
[Responde afirmativa con orgullo]. Y más en la Vicepresidencia… Es un mundo, sí. Yo había ganado algo de experiencia en el gabinete de Bibiana Aído, que tuvo varios jefes de gabinete, pero me imponía mucho sustituir en ese rol a la mujer que estaba.
¿Se refiere a María Picó?
Una mujer listísima, que tenía capacidad de mando y que sabía mucho de medios de comunicación.
A menudo se sigue hablando de liderazgo femenino, ¿cuál es la clave, para usted, de las mujeres que ha conocido exitosas en la carrera pública?
Yo pertenezco a una generación en la que no era muchas veces consciente de las diferencias ni me gustaba llorar por ellas, sino que me trataba de sobreponer y demostrar que era válida para los sitios [aclara que sí que siente que fue objeto de injusticias en algunos casos].
¿Se replican roles masculinos a veces también en la Administración?
Sí, y ese tipo de liderazgo a mí no me convence. El liderazgo femenino es para ejercerlo de verdad, creo que esos roles estereotipados tienen razones lógicas, pero hay que borrarlos. Por ejemplo, el presentismo no es algo de la época actual y la conciliación es algo que nos ayuda a todos. Me gustaría que nadie tenga que padecer los mismos errores que yo he sufrido, sea hombre o sea mujer. Mi vida personal ha sido complicada [tiene 3 hijos] y no quiero que nadie tenga dificultades con la suya, que nadie las tenga para promocionar, etcétera.
¿Ha cambiado también el liderazgo actual?
Sí, un montón. Las mujeres sabemos mucho de trabajo en equipo porque hemos sido muy buenas siempre detrás de alguien, siempre trabajando para los demás con generosidad. Me gusta aquella anécdota que un día contaba Soraya Sáenz de Santamaría en la que decía que estás en una reunión, sueltas una gran idea y nadie se hace eco… Treinta minutos después en la misma ronda, alguien dice lo mismo que acabas de decir tú y le responden ‘qué idea más buena’ y tú piensas ‘si eso lo dije yo hace media hora’. Ahora evidentemente ya no tengo esa sensación, pero sí que la he tenido a veces en el pasado.
¿Cómo es usted con su equipo?
Me encanta que me aporten ideas, que me las desmonten y no me avergüenza nunca decir ‘tienes razón, no lo había visto así’. Considero que hay que tomar las decisiones después de haber escuchado a todo el mundo y si finalmente como equipo nos equivocamos no decir nunca ‘esto es culpa tuya’.
“El presentismo no es algo actual y la conciliación nos ayuda a todos”
¿Qué límites sí que marca?
Mira, soy progresista y tengo espíritu progresista, en mi vida, con mis valores, mis costumbres… Respeto máximo a todas las otras opciones dentro de ciertos límites, por ejemplo, gente homófoba pues no me la traigo a trabajar conmigo. Me gusta que mi gente venga de distintos orígenes, que hayan trabajado en lo público y en lo privado… Y que tengan interés por aprender. Una persona de mi equipo me dijo el otro día, ‘jefa, si yo pudiera hablar de Derecho como tú hablas de blockchain todo iría fantástico’ y le dije ‘es que me gusta aprender y estudio mucho’.
¿Cree entonces que sigue siendo necesario encontrar espacio para la reivindicación?
Mi exjefa me decía siempre que estamos asistiendo a la nueva revolución. La industrial fue en su momento y ahora es la digital, y ésta no la podemos perder las mujeres, porque si eso sucede, si seguimos dejando que haya una brecha digital, en lugar de acortar las diferencias, si no existen referentes STEM, las niñas no van a cursar esas carreras, no van a ocupar los puestos de responsabilidad y no va a haber nadie en puestos de responsabilidad que sea consciente de la desigualdad manifiesta en los proyectos.
Bela Valldecabres se levanta al final de la conversación para señalar las vitrinas de filatelia [muestra algunos de los curiosos sellos que han realizado últimamente] y para coger un objeto. Cuando se gira, vehemente, dice: “Mira el calendario que hemos hecho. Mujeres que inspiran… Queremos repetirlo de nuevo, pero ahora con mujeres técnicas y científicas…”, y concluye la conversación caminando hacia la puerta, con el gesto convincente y la mirada sostenida.