En 2020 (último año del que hay registro), el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) informó de que en España se produjeron un total de 311.271 condenas a adultos. De ellas, 254.942 fueron a hombres y 56.329 a mujeres, por lo que ellos representaban más del 80% de condenados en España. Esta brecha de género en la criminalidad es una constante y solo hay que remontarse a informes anteriores para comprobarlo: en 2019 las mujeres fueron el 19,1% de las condenadas; en 2018 el 19,58%; en 2017 el 19,45%; en 2016 el 18,12%... Y así se podría seguir. Pero ¿a qué se debe esta diferencia entre hombres y mujeres a la hora de cometer delitos? ¿Ocurre solo en España o es algo internacional?
La realidad es que no hay una respuesta simple a estas preguntas y los expertos abordan diferentes líneas de investigación en este sentido. "Partimos de la base de que este tema se ha estudiado poco", explica a MagasIN Antonio Jesús Yugueros, investigador universitario especializado en género e igualdad. "Se ha estudiado poco por la poca incidencia que tiene la delincuencia femenina en la delincuencia general y también porque la criminología es una ciencia reciente".
Pese a todo, a lo largo de los años se han desarrollado diferentes teorías al respecto. Algunas de ellas ya han sido descartadas completamente por parte de la comunidad académica y científica como la de Cesare Lombroso, que "fue el padre de la criminología y aseveraba que las mujeres cometen los delitos cuando tienen la menstruación". "Esta teoría es de los años 60 del siglo XIX y no tiene razón de ser", sostiene Yugueros.
El doctor en Desarrollo y Ciudadanía y autor del artículo La delincuencia femenina: una revisión teórica, se inclina principalmente por la teoría del control social. "Esta teoría dice que si una mujer comete una conducta desviada, está peor vista que si la comete un hombre. Este control es lo que hace que las mujeres cometan, teóricamente, menos delitos. También está la cuestión de género, es decir, que a las mujeres siempre se les ha educado para que sean de determinada manera (sumisas, cuidadoras...) y a los hombres de otra determinada manera (fuertes, protectores). Esos roles persisten en la actualidad y podría ser una posible explicación de por qué ellas delinquen menos".
El problema es que esta teoría no se sostiene por sí sola ya que, si fuese únicamente una cuestión educacional, probablemente ya no habría una diferencia tan grande en las tasas delictivas. En este sentido, la criminóloga Freda Adler publicó en 1975 el libro Sisters in crime, en el que afirmaba que cuando las mujeres llegasen a los niveles de equiparación sociolaboral y se integrasen por completo en la sociedad, la cifra de criminalidad sería igual. Sin embargo, parece que erró en su predicción.
"Estamos ante grandes avances en igualdad, aunque no igualdad plena, pero un alto porcentaje de mujeres se ha insertado laboralmente, la mujer hace una vida externa y callejera en igualdad de los hombres y esta equiparación en criminalidad no se da", afirma la doctora Myriam Herrera Moreno, de la Universidad de Sevilla.
Menos violentas
Además de la diferencia en la cifra de delitos, también varía la tipología de crímenes. Las mujeres cometen sobre todo en los delitos menores y no violentos. Por ejemplo, según los datos de condenas del CGPJ en 2020, el delito más cometido por mujeres fue el hurto (18.930 condenadas frente a 28.603 hombres), seguido de las estafas (4.631 mujeres condenadas frente a 13.381 hombres) y la apropiación indebida (3.275 mujeres y 9.655 hombres). También, destacan por delitos relacionados con el menudeo y el tráfico de drogas.
Así, ambos profesionales sostienen que no hay que descartar el componente biológico. Eso sí, Yugueros se apresura a apuntar que "sobre el tema de la agresividad humana, no se puede afirmar que sea causa biológica per se". "Por ejemplo, en el tema de la violencia de género el componente que estriba en estos actos que el hombre que maltrata a su mujer no quiere perder el poder sobre la pareja, pero estos maltratadores son muy pocos en comparación con la cantidad de hombres que hay en la población. Entonces, no se puede determinar que el tema biológico sea algo muy evidente ahí".
Sobre las interpretaciones "biosociales", Myriam Herrera pone de ejemplo la tesis evolucionista de Campbell en la que relaciona "la diferenciación de los problemas de supervivencia que tuvieron que afrontar hombres y mujeres". "Campbell decía que antes, los hijos dependían estrechamente de que las madres sobrevivieran, con lo cual ellas se hicieron absolutamente cautas y prudentes para preservar su vida. Según esta teoría, llamada Stayin' alive, esto habría hecho que, tendencialmente -y a nivel evolutivo-, las mujeres hayan restringido sus actividades y su exposición a los grandes riesgos como lo es la criminalidad", sostiene Herrera.
Según la interpretación de Campbell, cuando una mujer comete un delito lo hace, por regla general, porque "no tiene más remedio, por razones de pura supervivencia". "Está sola en el mundo, es una familia monoparental que depende de ella... Pues entonces se pone el mundo por montera y ya como último recurso delinque, pero mientras tenga otras alternativas, incluida lamentablemente la prostitución, pues va a elegir esas opciones".
"Esa teoría me gusta porque engarza bien con teorías de multimarginalidad de tipo feminista, entonces creo que es interesante", añade Herrera, que también recuerda que encaja con el hecho de que los delitos que más cometen las mujeres sean los hurtos o aquellos relacionados con drogas. "Son delitos que no suelen ser violentos y son normalmente de pequeño mantenimiento, no de dar el campanazo. Son del día a día para irse apañando".
No obstante, ambos expertos recuerdan que a estos parámetros sociales y biológicos se les añade "un componente de pobreza y exclusión social que no hay que perder de vista". "Es verdad que en los ámbitos de los que estamos hablando, que es donde principalmente surge la criminalidad que acaba en la cárcel, son ambientes muy marginales y de gran pobreza. Ahí se cría a los menores con unos estereotipos de masculinidad muy exacerbados de que los hombres tienen que estar echados para delante. Todo eso puede ser que aporte, pero yo creo que sobre todo hay un elemento biosocial de fondo al que tú le vas añadiendo factores sociológicos que lo van conformando", afirma Herrera. Que concluye: "Pero, efectivamente, no es una respuesta simple".