Creció en el noroeste de Pakistán y a los catorce años decidió enfrentarse al régimen talibán. Los extremistas impusieron un gobierno opresor que arrebataba los derechos civiles y humanos a niñas y mujeres. Esta chica rebelde no estaba dispuesta a quedarse con los brazos cruzados y se convirtió en una figura pública en su país. El 9 de octubre de 2012 -recién cumplidos los 15 años- un hombre se subió al autobús escolar, gritó el nombre de Malala y le disparó tres veces, una de las balas entró por la frente llegando hasta el hombro izquierdo.
La niña fue trasladada a Inglaterra donde estuvo inconsciente en cuidados intensivos de los cuales se recuperó milagrosamente. Aún convaleciente Malala anunció que el miedo no la vencería, el mundo entero supo de su valentía. Desmond Tutu la nominó al Premio Nobel de la Paz, en 2014 se convirtió en la persona más joven en recibirlo y en parte del 6% de mujeres ganadoras de este galardón.
Malala tiene ya 24 años, aparece en la pantalla con un velo rojo sobre el pelo negro. Aún mantiene la sonrisa de una niña que se emociona al hablar, su voz es dulce y decidida, nos saludamos y damos inicio a la entrevista.
Te has convertido en un símbolo de fortaleza y valentía para millones de chicas en el mundo, agradezco tener esta oportunidad de conversar contigo. Una chica me dijo una vez que si llegara a conocerte simplemente le gustaría darte un largo abrazo. Al preguntar por qué, ella respondió que parece que todo el mundo quiere algo de ti, de tu energía y fortaleza, y que a ella le gustaría agradecer sin pedirte nada a cambio. ¿Qué haces para mantener el equilibrio emocional y la salud? Ser una joven ganadora del Nobel y heroína mundial de la niñez no debe ser fácil.
En verdad, aprecio que esa chica pensara eso y espero algún día poder abrazarla; es un placer conocerte. Tomarme unos días libres del trabajo no es sencillo, me gusta estar con mi familia y mis amigas, leer libros... Este trabajo, después de recibir el Premio Nobel, no deja mucho tiempo para el descanso, que disfruto mucho. Anoche estuve con mis amigas ¡y terminamos a las cinco de la mañana! Ahora que me he graduado en la universidad, he comenzado a recuperar el tiempo perdido con mis amigos y he podido ir al norte de Inglaterra a pasar unos días. Para mí es muy importante pasar tiempo con mis amigas, son personas de las que sigo aprendiendo mucho. Es indispensable mantener el contacto cercano con mi familia y mis amistades.
Ahora que has terminado los estudios universitarios ¿cuáles son las lecciones más importantes que has aprendido?
He vivido de manera independiente durante tres años. Es la primera vez que he vivido lejos de mis padres y he tenido que encargarme de todo yo sola, desde hacer la comida hasta lavar la ropa -sonríe-, limpiar mi casa... Eso me hizo darme cuenta de cómo damos por hecho el cuidado del hogar y la alimentación, no valoramos el trabajo de nuestras madres. Cuesta mucho organizarte mientras estudias. Haces tareas, conoces gente nueva y aprender a convertirte en adulta. Bueno la verdad es que como la casa de mis padres está a una hora de la universidad pues les llevaba mi ropa sucia, no me gusta lavar.
Ya más en serio, creció mi sensación de empoderamiento e independencia; desarrollé habilidades que no tenía, ya que después del ataque terrorista por obvias razones mi familia fue muy protectora y yo lo necesitaba.
De pronto quería vivir una vida de estudiante normal, salir con mis amigos, divertirme y no tener más responsabilidades. Quería la vida que toda estudiante normal merece. La Universidad de Oxford es preciosa, estudié filosofía política y economía acompañada de gente estupenda.
"Creció mi sensación de empoderamiento e independencia; desarrollé habilidades que no tenía"
¿Qué libros te gustaba leer para mantener la inspiración y convertirte en defensora de los derechos humanos?
En Pakistán sólo tenía ocho o nueve libros hasta que cumplí 15 años. Me sentía muy orgullosa de haber leído esos libros fuera del currículo escolar porque en los colegios de mi país las estudiantes no disponen de libros que no sean de texto. Recuerdo que pude leer El Alquimista de Paolo Coelho y Breve Historia del Tiempo de Stephen Hawking; estaba muy orgullosa de mí misma porque esas lecturas me ayudaron a entender que hay mundo más allá de mi habitación y mi calle. A esa edad supe que hay millones de personas en el mundo con una historia particular, de otras culturas y otras experiencias, yo quería aprender de ellas. Disfruto mucho leyendo libros de no-ficción, historias reales. También me impresionaron Prisioneros de la geografía de Tim Marshall y Rebelión en la granja de Orwell.
Fuiste atacada por extremistas islámicos por expresar tu derecho a la libertad, has narrado muchas veces lo difícil que fue sobrevivir ese atentado ¿qué mensaje les das a las jóvenes y niñas del mundo que viven con miedo al machismo, a la violencia y la opresión?
Lo que he aprendido en la vida es que cuando hay una tragedia, cuando aparece gente armada que utiliza la fuerza y la violencia para intentar callar nuestras voces, buscan que permanezcamos aterradas para siempre, que nos quedemos atrapadas en el miedo para que no nos defendamos ni tengamos fuerza para defender a las demás. Para mí, contraatacar es levantar la voz, intentar poner de mi parte para que otras personas se sumen. En mi caso, en el Valle de Swat, cuando prohibieron la educación para las niñas y destruyeron más de 400 escuelas yo tenía la responsabilidad y la obligación de defender mi derecho a la educación, de señalar eso que estaba mal y que iba contra nuestra cultura, contra el islam y los derechos humanos. Arrebatarles la educación a las niñas es una forma de aniquilar su futuro. Yo aprendí cuando era niña que, si nadie habla, nada cambia.
¿Qué pensabas cuando veías a tu padre Ziauddin Yousafzai como defensor de la educación?
Me enorgullecía. Él me hizo comprender cuando era niña que para que un cambio se dé en una comunidad la gente debe hacer su parte. Por eso siempre les digo a las niñas que se hagan escuchar, que defiendan sus derechos. A veces nos sentimos solas, pero si unimos nuestras voces, si se suman nuestras exigencias, defenderemos nuestro futuro. El cambio nunca es inmediato.
¿A qué edad reconociste tu propia voz? En qué momento dijiste: Yo soy Malala y esta es mi voz.
Lo tengo claro: tenía once años cuando las cosas comenzaron a cambiar en el Valle de Swat, teníamos una vida pacífica, no todas las niñas iban a la escuela, pero al menos no había extremismo, ni torturas, no terrorismo. Pero más tarde, entre 2007 y 2009, los extremistas talibanes entraron en nuestro territorio y comenzaron a implementar las “Normas Islamistas” -que en realidad no existen en el islam-, anunciaron que a partir del 15 de enero de 2009 ninguna niña podría asistir a la escuela.
Recuerdo que me levanté esa mañana y me sentía indefensa, sin esperanzas, pensaba ¡me están quitando mi derecho a la educación, a aprender! Eso para mí no solo significaba arrebatarme el derecho a estudiar, también era negarme un futuro libre. Pensaba en las otras niñas, que las convertirían en esposas y madres jóvenes y jamás tendrían oportunidad de ser ellas mismas, de saber quiénes son y cuál es su papel en la sociedad.
Las niñas y mujeres somos la mitad de la población y el mundo no avanza si la mitad de la población es forzada a retroceder. Por eso es tan importante ser feminista, para mejorar a la sociedad y a la comunidad debemos empoderar a las niñas y mujeres. Sin igualdad no hay futuro. Me di cuenta de que tenía que rebelarme, empecé a dar entrevistas con cadenas locales e internacionales para denunciar lo que querían hacer con nosotras. Eran pequeños pasos ¿sabes? Recuerdo que después de dar entrevistas me preguntaba si lo que estaba haciendo -enfrentar a los talibanes- iba a servir de algo.
Hoy lo vemos en los temas ambientales, de derechos humanos, en todos hay chicas jóvenes rebelándose. La primera vez tal vez te ignorarán, la segunda, fingirán que te ignoran, pero si eres persistente lograrás que cambien las cosas. Eso aprendí yo, el activismo implica nunca rendirse. Yo misma he perdido la esperanza a ratos, pero la recupero pronto porque sé que si guardo silencio mi misión fracasará. Para mí el secreto es vivir comprometida con tu misión.
"No solo significaba arrebatarme el derecho a estudiar, también era negarme un futuro libre"
La gente joven siempre me pregunta cómo se puede seguir siendo valiente frente a tanta violencia. Yo siempre digo que si dices la verdad no debes temerle a nada. No te preocupes cómo reaccionará tu audiencia, no te preocupes por sonar perfectamente, o por estar vestida adecuadamente, siéntete orgullosa de tu cultura: enfócate en tu misión, el mensaje es lo importante. La verdad no es importante solo para una misma, lo es para la comunidad y para toda la humanidad.
En esta era de conmoción pandémica mucha gente joven está angustiada, deprimida, siente que su futuro está en riesgo ¿qué le dirías a la juventud?
Que coincido en su preocupación, nuestros mayores nos están dejando un mundo caótico, la pandemia ha revelado la falta de inversión en la salud pública y en la educación, tenemos que estar preocupadas. Tenemos una gran carga sobre nuestros hombros, quisiera decirles a todas las chicas jóvenes que levanten la voz, que se rebelen, que exijan derechos y oportunidades iguales, que utilicen todas las herramientas como redes sociales para impactar en su comunidad. Que sepan que estoy con toda la gente joven para cambiar el mundo; todo comienza el día en que crees en ti misma, en que entiendes que tu voz importa. Por eso escribí Todas somos desplazadas para contar las historias de miles de niñas valientes de todo el mundo que arriesgan su vida por un mundo mejor.
¿Cuáles son tus planes inmediatos y dónde te ves en diez años?
Ahora mismo tenía planes de viajar a muchos países para fortalecer las acciones de la Fundación Malala, pero por desgracia las restricciones de viajes lo impiden. Por el momento estoy disfrutando a mi familia, estudiando más. Para 2030, según los Objetivos de Desarrollo Sostenible, todos los países deberán cumplir con su compromiso de que toda la infancia tenga garantizado acceso a la educación secundaria, reducir los índices de pobreza y asegurar la equidad de género. Así que mi sueño para dentro de diez años es ver a toda la niñez en la escuela. Si lo logramos, entonces podré relajarme un poco, tumbarme a ver series en Netflix y disfrutar sabiendo que vivo en un mundo mejor, que he aportado algo para que exista la educación de calidad, gratuita y asegurada para todas.
Malala sonríe mientras termina de hablar, por un momento he olvidado que estoy conversando con una chica de 24 años que ya ha publicado tres libros. Su risa dulce me recuerda que frente a mí está una niña que a los 15 años se enfrentó a los terroristas mejor que ningún gobierno, que sobrevivió para contarlo y su valentía obligó a los patriarcas Talibanes a retirar la orden de asesinarla por convertirse en una líder de los derechos civiles. Su fuerza y su convicción son tan extraordinarias como conmovedoras. Malala se despide afectuosamente, prometiendo que pronto retomará sus viajes para recordarles a las niñas del mundo que todas pueden ser heroínas en su propio pueblo, que el futuro está en manos de las niñas y deben asumir su liderazgo.