Ella es jefa de la sala de parteras. A pesar de que su equipo está acostumbrado a no tener privilegios, desde hace mucho tiempo están sintiendo los estragos de los recortes financieros, de la falta de personal y de recursos.
Por enésima vez Ella acorrala al director del hospital. Le dice que la maternidad se encuentra al borde del colapso, que la situación es insostenible, que el personal no puede someterse a más horas de trabajo continuado. El director mira a Ella con condescendencia, le dice que las parturientas –a las que no reconoce como pacientes- dan a luz y se van, “¿qué tan difícil puede ser eso?”, inquiere con algo de sarcasmo. Le recuerda además que está al frente del mejor equipo de parteras del país, que son mujeres entregadas en cuerpo y alma a su vocación. Ella le corrige: es un trabajo.
El director la deja con la palabra en la boca. Ella continúa con la jornada, aquel día tendría varios partos por atender aparte de todo el trabajo de coordinación, a sabiendas de que no cesarán los problemas y las condiciones de extrema precariedad.
Sin dudas las parteras no lo tienen fácil en ninguna parte del mundo. Ni siquiera en Dinamarca, uno de los países más pujantes, al que solemos percibir como el lugar donde se hacen-bien-las-cosas, donde prácticamente no existe lo imposible en el sistema laboral, ni hablar de la sanidad pública.
La historia de Ella se desarrolla en un moderno hospital en Copenhague, y aunque sea una ficción, está sustentada en una profunda investigación de casos reales. La reconocida cineasta Lone Scherfig (An Education) y su equipo de guionistas vertieron las pesquisas sobre el funcionamiento, experiencias y (sobre) vivencias de parteras en The Shift (el turno o la jornada), serie de televisión de ocho capítulos con Sofie Gråbøl, quien interpreta a Ella.
La ficción de The Shift, que se desarrolla por completo dentro de un hospital, pone en evidencia la realidad y el amplísimo catálogo de problemas a los que se enfrentan esas mujeres que decidieron dedicarse a un oficio malquerido pero admirado, desvalorizado y a la vez mitificado.
La brecha salarial
Vemos al norte de Europa con una mezcla de admiración y envidia. Los países escandinavos son como el tío bien vestido, pudiente y educado, al que le brilla la dentadura perfecta y le va tan bien en la vida que es el modelo a seguir.
Dinamarca es ese tío. Un país que no llega a los 6 millones de habitantes, en el que la Asociación danesa de matronas cuenta con 2.500 miembros, de los cuales 1.700 poseen la licencia y están en activo; 500 afiliadas son estudiantes que tras tres años y medio de formación obtendrán el título de Licenciatura profesional en partería (Professional Bachelor of Midwifery). El resto están ya jubiladas.
“Me quedé de piedra al enterarme de que las parteras perciben mucho menos sueldo que las enfermeras, a pesar de que también tienen una inmensa responsabilidad que pende entre la vida y la muerte”. Con el asombro intacto, la actriz Sofie Gråbøl dice que, además, las matronas que trabajan en hospitales haciendo el trabajo que ella y el resto del elenco interpretan en la ficción “ganan menos que los policías y los maestros de escuela”.
Sofie Gråbøl es madre de dos niños que nacieron en un hospital público danés, pero reconoce que una sala de maternidad es como un mundo oculto. “Como parturienta, la experiencia es tan breve que no llegas a conocer absolutamente nada del contexto en el que se desenvuelven las parteras”, admite.
Para asumir a Ella, una mujer en la cuarentena, soltera, sin hijos, con una complicada vida personal, “líder en las batallas diarias”, como la describe, Gråbøl tuvo una convivencia cercana e intensa con varias parteras, además de someterse a una formación en el oficio para darle mucha más credibilidad a su interpretación.
A raíz de ese contacto la actriz pudo conocer a fondo el trabajo, la madera de la que están hechas. “Poseen una mezcla extrema de calidez, compasión, empatía y fortaleza”, resume la intérprete, pero también ese conocimiento adquirido le permite analizar los problemas reales a los que se enfrentan las parteras.
En cuanto a esa inmensa brecha salarial, Gråbøl identifica varios motivos, uno de ellos es la tradición del ejercicio del oficio ligada al género.
“También en mi país las mujeres suelen ganar menos que los hombres”, admite la actriz. “Libramos una lucha constante y sostenida para lograr la igualdad salarial, así como valorar por igual las llamadas ocupaciones femeninas”.
Otro aspecto que Sofie Gråbøl identifica como obstáculo para obtener sueldos razonables y mejores condiciones laborales, es que en la sanidad pública existen pocas plazas disponibles.
“El resultado es que para acceder a un puesto de trabajo debes tener notazas”, apunta Gråbøl. “Además, debido a la competencia que se genera, se hace muy difícil que se establezca una solidaridad más consistente entre las parteras para plantear sus demandas”.
No es designio divino
Lone Scherfig, showrunner y directora de varios capítulos de The Shift, se propuso explorar temas tabús a través de las situaciones de las mujeres y parejas que llegan a la sala de maternidad comandada por Ella.
Una mujer tiene un parto mortinato, otra tiene problemas de alcoholismo, una joven da por segunda vez en adopción, mientras que otra está a punto de dar a luz al fruto de una violación, cosa que su pareja desconoce.
“Los nacimientos proporcionan drama, pero no es lo que queremos mostrar en primera instancia”, admite Scherfig, aunque reconoce que con esas historias se dispone a romper con el silencio, en algunos casos, y en otros a avivar debates que se han quedado a mitad de camino.
Para la showrunner era de vital importancia mostrar con crudeza los problemas reales a los que enfrentan las parteras, alejarse de los lugares comunes, hacer añicos la dulcificación de la profesión, la cual sigue envuelta en el mito vocacional.
“Cuando le dimos a leer el guion a algunas parteras, todas agradecieron la desmitificación del oficio, ya que para ellas no es un designio o vocación, sino un trabajo”, relata Lone Scherfig.
El codirector Sören Balle unió fuerzas con Scherfig y el equipo de guionistas para “esquivar el almibarado de las historias y personajes, pero sin herir sensibilidades porque queremos que esta serie se sienta más como un retrato y no como un estereotipo”, asegura.
En el transcurrir de los capítulos queda claro qué tanto dan las parteras en su trabajo. “Te das cuenta de que todas hacen muchísimo más de lo que se espera de ellas”, describe Scherfig sobre el comportamiento real que trasladó íntegro a la ficción. “Se quedan en el hospital más horas de las que deberían, invierten mucho de ellas mismas en lugar de negarse. Las parteras de verdad sacrifican un montón, incluso su vida privada, a cambio de un sueldo muy bajo”.
Pero no se puede confundir el responder moral y éticamente a un trabajo, en el que se juega la vida, con el mito de la vocación. Hay que dejar de percibir esa profesión como “un llamado divino, cuyo único pago parece ser la satisfacción de hacer algo que de verdad quieres hacer y la gratitud de los demás”, apunta Sofie Gråbøl.
El abandono y la necesidad
En todo el mundo con la irrupción de la pandemia se generó un genuino interés hacia el personal sanitario, pero también se pusieron de manifiesto las fisuras, deficiencias y carencias de los sistemas de salud. Sigamos con la mirada puesta en el modelo danés, el cual también se ha tambaleado y mostrado ciertos problemas estructurales.
“El sistema público hospitalario es un orgullo para los daneses, es como una piedra preciosa en la corona”, pone en contexto Lone Scherfig. No obstante, dice que se sienten los coletazos de un temporal y apunta que los cambios “se están orientando al modelo español de las clínicas privadas”, esta tendencia dice que también se observa en Suecia y Noruega.
Además, a causa de la falta de recursos y los bajos sueldos “muchos profesionales están dejando el servicio público para ir al privado”, recuerda Gråbøl. Esa migración casi forzosa es también tematizada en The Shrif.
La carencia de recursos y de personal en la sala de maternidad no es un cuento chino. La misma Sofie Gråbøl cuenta que estando de observadora durante un parto se produjo una situación bastante dramática. La actriz relata que terminó sosteniendo una pierna de la parturienta.
La inesperada maniobra, “una experiencia poderosa e intensa”, hace que la actriz reflexione en voz alta. “Hasta que no participas de alguna manera, no eres consciente del significado de ese momento de la vida ni de las duras condiciones de trabajo, por eso pienso que la serie dará un sentido del mundo de las parteras y de su labor”, concluye.
En Dinamarca la gran mayoría de las mujeres dan a luz en hospitales públicos, “solo un porcentaje muy bajo recurre a los servicios privados de parteras a domicilio o en clínicas privadas, y en todo caso, si algo sale mal, van a parar a la sanidad pública”, describe Scherfig.
“Aunque no era nuestra intención hacer una serie política, no cabe dudas de que en Dinamarca The Shift será percibida como tal”, afirma el codirector Søren Balle, que espera que se abra un imperioso debate político tras la transmisión de la serie en esta primavera. “El sistema público sanitario, y en especial las salas de maternidad en los hospitales y las parteras, están trabajando bajo presión y en condiciones extremas”.
Según un reciente informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas, a dos años de la pandemia, en todo el mundo se requieren 900 mil matronas para atender necesidades de salud sexual reproductiva, maternal y neonatal. Aunque la necesidad se apunta sobre todo en los países de escasos recursos, en Dinamarca también se empieza a sentir el déficit.
“Muchas parteras están abandonando el oficio porque es un trabajo demasiado duro, muy demandante y muy mal remunerado. Por eso ahora mismo en mi país hay una falta significativa de parteras”, afirma Lone Scherfig. “Es posible que después de ver The Shift en Dinamarca la gente valore mucho más ese oficio, al menos eso espero”.