Un plato de cuchara.

Un plato de cuchara. iStock

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Ni Albarracín ni Ronda: este es el pueblo medieval donde mejor se come de España según National Geographic

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España es un país lleno de destinos impresionantes, y elegir solo uno parece casi imposible. Con sus pueblos históricos, paisajes idílicos y leyendas que se respiran en cada rincón, cada región ofrece algo especial. Sin embargo, según los lectores de National Geographic, hay un lugar que sobresale entre todos: un pueblo medieval que ha sido reconocido como el más bonito de España.

Este lugar se encuentra en la provincia de Cáceres y no es otro que Trujillo, elegido como el pueblo más bonito de España en los Premios de los Lectores de Viajes National Geographic 2024. No es de extrañar esta distinción; quienes han paseado por sus calles empedradas, admirado su arquitectura renacentista y explorado su historia, pueden atestiguar que Trujillo es un verdadero tesoro.

Más allá de ser un simple pueblo medieval, Trujillo es un crisol de culturas. Su historia refleja la influencia de romanos, árabes y cristianos, dejando un legado que se percibe en cada rincón. Esta fusión de culturas convierte a Trujillo en un museo viviente del esplendor histórico de España, donde el pasado sigue muy presente.

El patrimonio histórico de Trujillo es impresionante. Entre sus principales atracciones están los castillos, plazas y edificios renacentistas que invitan a los visitantes a perderse y descubrir historias en cada esquina. Además, su excelente gastronomía hace que esta localidad sea un destino que no solo agrada a la vista, sino también al paladar.

A menos de tres horas de Madrid o Sevilla, Trujillo es una opción perfecta para una escapada de fin de semana. Con el clima más templado, recorrer sus calles ahora es un auténtico placer. Trujillo no solo merece su lugar en los premios de National Geographic, sino también en la lista de lugares por descubrir de cualquier amante de los viajes y la historia.

Una plaza mayor monumental

Uno de los principales atractivos de Trujillo es su imponente plaza mayor. Este espacio, desproporcionado en comparación con el tamaño del pueblo, es un verdadero derroche de majestuosidad y encanto.

En ella se alza la estatua ecuestre de Francisco Pizarro, el conquistador trujillano que conquistó y pacificó Perú en 1532, contribuyendo a la expansión del Imperio español en América. La estatua, obra del escultor Charles Cary Rumsey, es un símbolo de la historia del pueblo y el resto de España.

Estatua ecuestre del conquistador Francisco Pizarro en Trujillo.

Estatua ecuestre del conquistador Francisco Pizarro en Trujillo. iStock

En torno a esta plaza se encuentran edificaciones de gran valor arquitectónico, como el palacio de los marqueses de la Conquista, con su característico balcón esquinado, y las Antiguas Casas Consistoriales, que representan una perfecta fusión entre los estilos renacentista y popular extremeño.

Sin quedarse atrás, la iglesia de San Martín de Tours también destaca en este entorno, con su imponente presencia y sus bóvedas góticas que invitan a los visitantes a mirar hacia el cielo.

Un paseo por la historia

Adentrarse en las callejuelas del casco antiguo de Trujillo es como viajar en el tiempo. Este laberinto de calles, muchas de ellas empedradas y estrechas, revela a cada paso tesoros arquitectónicos que abarcan varios siglos de historia.

Entre los edificios más destacados se encuentra el palacio de los Orellana Pizarro, cuyo patio interior es una joya renacentista, y la casa-museo de Francisco Pizarro, donde se puede conocer más sobre la vida del conquistador y su impacto en América.

En Trujillo, las herencias árabes y medievales se entrelazan con el Renacimiento. La muralla que rodea parte del casco antiguo recuerda su pasado defensivo, y las puertas medievales, como la Puerta del Triunfo, aún se conservan como testigos de la Reconquista.

No es raro encontrar restos de antiguas fortificaciones árabes mientras se pasea, como el Aljibe de Altamirano, que en su día sirvió para almacenar agua durante el periodo califal.

El imponente castillo de Trujillo

Cualquier visita a Trujillo debe incluir una parada en su majestuoso castillo, que corona la colina sobre la que se asienta el pueblo. Esta fortaleza, de origen islámico, data en gran parte de los siglos XIII y XIV, aunque se cree que sus primeras estructuras se remontan al siglo IX.

Desde sus murallas, podrás disfrutar de unas vistas espectaculares de la comarca cacereña y comprender por qué este enclave era tan importante estratégicamente en la Edad Media.

La fortaleza destaca por sus dos patios interiores y la imponente Torre del Homenaje, desde donde se obtenía una posición privilegiada para vigilar el entorno. Además, el recinto alberga la capilla de Nuestra Señora de la Victoria, la patrona de Trujillo, que añade un toque espiritual al conjunto militar.

Un cruce de culturas

Lo que hace a Trujillo único no es solo su patrimonio arquitectónico, sino también la rica mezcla de culturas que ha dejado huella en cada rincón del pueblo. Los vestigios romanos, árabes y cristianos coexisten en perfecta armonía, creando un mosaico que atrae a visitantes de todo el mundo.

La iglesia de Santa María la Mayor es otro ejemplo del eclecticismo arquitectónico que caracteriza a Trujillo. Sus torres gemelas, aunque de estilos diferentes, representan la evolución de los estilos arquitectónicos a lo largo de los siglos. En su interior, el coro renacentista y el altar gótico son prueba del esplendor artístico que vivió el pueblo durante el Renacimiento.

La escapada perfecta

Lo mejor de Trujillo es que resulta un paraíso para los amantes de la historia y la arquitectura, pero también se ha consolidado como un destino gastronómico de primer nivel.

Cada año, en primavera, se celebra la Feria Internacional del Queso y el Vino, un evento que atrae a miles de visitantes que desean degustar los mejores quesos de Extremadura y otras provincias de España. Durante esta feria, las calles del pueblo se llenan de vida, con degustaciones, talleres y actividades culturales.

Además, Trujillo cuenta con una variada oferta de alojamientos que van desde hoteles boutique ubicados en antiguos palacios hasta casas rurales con encanto e incluso un precioso Parador Nacional en el propio casco antiguo de la localidad, lo que lo convierte en un destino ideal tanto para escapadas románticas como para viajes en familia.