A 132 kilómetros de Madrid, en mitad de la Mancha, concretamente en el pueblo Miguel Esteban, se encuentra el taller de costura del diseñador Alejandro de Miguel. Una villa tranquila, con poco movimiento en sus calles, hasta que entramos en la sala de costura en la que nos reciben 30 mujeres expertas en confección.
Aquí todo es trajín, y muchas idas y venidas. “Perdonad” nos comenta el anfitrión desde la puerta. “Nos ha pedido una famosa actriz un vestido de fiesta y lo tenemos que acabar, empaquetar y enviar en un taxi antes de comer”, asegura Alejandro.
"Estamos desbordados de trabajo. En la tienda de Madrid tenemos lista de espera y aquí ha colapsado el taller por los encargos. En este 2022 es exagerado la cantidad de vestidos que tenemos que hacer", confirma.
"Me gusta estar en Miguel Esteban porque estoy en mi laboratorio. Me encanta estar aquí con mis costureras, soy muy exigente y pesado. Estoy pendiente de cada vestido. Hago visitas al atelier de Madrid uno o dos días a la semana, pero normalmente ando por aquí en la central", nos dice el diseñador.
De fondo, se oye el ruido de las máquinas de coser, colocadas en hileras. Cientos de telas y colores por todos los lados, y preciosos vestidos a medio acabar en los burros situados en los laterales de la sala.
"Ahora somos 4.800 habitantes en Miguel Esteban, -asegura el diseñador de Alta Costura- y el pueblo se dedica principalmente a la agricultura. Se le conocía como el de las patatas, y ahora se le conoce como el pueblo de los vestidos de novia. Hasta aquí viene gente en procesión de toda España, de las Islas Canarias, de Bilbao, Cataluña, Murcia, Alicante, Extremadura...", asevera.
"Se le conocía como el de las patatas, y ahora se le conoce como el pueblo de los vestidos de novia. Hasta aquí viene gente en procesión de toda España"
"Tengo otras tiendas, pero mis clientas prefieren el encanto de venir aquí y pasar el día. Además, llegan con la ilusión de que les pruebe el vestido personalmente, de que les aconseje. Busca esta experiencia, la de hacerse un vestido desde cero, exclusivo", concluye.
No hay cantera
El diseñador ha conseguido situar en el mapa al pueblo de Miguel Esteban, ahora conocido como el pueblo de las novias y las madrinas. En años anteriores, la caravana de vehículos en busca de un traje a la medida se producía al comienzo de la primavera. Ahora es constante, durante todo el año.
"Doy trabajo a más de 30 costureras de mi pueblo que trabajan en el taller, pero no pasará de madres a hijas. Las más jóvenes tienen 45 años, pero el resto rozan los 60. No hay cantera. Vienen de aquella España que confeccionaba. Había muchos talleres que cosían para El Corte Inglés y para otros diseñadores. En el pueblo había nada menos que 15 talleres de costura, y todos desaparecieron en los años 90, porque se abrieron los aranceles y se empezó a fabricar en China, Marruecos y Vietnam. Yo soy el legado de aquellos talleres" afirma.
"Hice una selección de las mejores costureras, que son las que hoy en día me acompañan. Ahora, a la gente que le gusta la moda, sólo quieren hacer figurines y dibujitos, la parte creativa, ¿pero de qué sirve hacer eso, si luego nadie sabe coser y hacer los patrones?”, pregunta el diseñador.
El taller no siempre estuvo en el mismo lugar. En un primer momento, se levantó a los pies de los viñedos en mitad del campo.
“En 2007, comencé en una nave al lado de las viñas, porque éste es un pueblo de viñedos. Monté un taller y me puse a hacer vestidos, pero no tenía claro dónde venderlos. En principio, me imaginaba que lo haría en tiendas multimarca, pero se corrió la voz y empezaron a venir mujeres de todos los sitios: Marquesas, gente de la alta sociedad, presentadoras y actrices...", dice.
"Estábamos en pleno campo, con las calles sin asfaltar y se montaban grandes barrizales. Venían señoras con sus chóferes y con enormes tacones. El contraste era tremendo"
"Todo muy curioso, porque estábamos en pleno campo, con las calles sin asfaltar y se montaban grandes barrizales. Venían señoras con sus chóferes y con enormes tacones. El contraste era tremendo. Si escribiera un libro se titularía Lentejuelas y barro. Éste es un pueblo tan agrícola, repleto de cooperativas de vino, y luego con Alta Costura” afirma.
España vaciada
En España, las mujeres son el 48,8% de la población rural (de municipios de menos de 5.000 habitantes). Además, las mujeres rurales representan el 12% del total de mujeres del país, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). En la España Vaciada, la despoblación rural ha llevado a la desaparición de muchos pueblos, y sobre todo, a un aumento en la exclusión de las mujeres que viven en estos municipios, que deben sortear una mayor precariedad laboral.
“Sí que nos da miedo que nos pase como a otros pueblos que se quedan sin industrias, sobre todo, para la gente joven, porque nosotros ya lo tenemos todo hecho”, asegura María del Mar Real Mayoral, costurera en el taller del diseñador manchego.
"Llevo trabajando para Alejandro de Miguel ya doce años. Es un trabajo sacrificado y laborioso, pero bonito. Tengo hijos y marido, pero no los veo", asegura riendo.
"Veo difícil que haya gente joven que quiera ocupar nuestro lugar cuando no estemos. Yo viví el momento en el que había más empresas textiles, pero luego desaparecieron. En aquellos tiempos, había muchísimos talleres. Toda la gente joven del pueblo trabajábamos en esto, si no querías estudiar", afirma.
"Hubo un tiempo, en el que también trabajábamos en casa. Yo por ejemplo, hacía labores con la madre de Alejandro. Ha cambiado mucho el pueblo, ahora somos menos de la mitad", concluye.
Movimiento de la economía
"Yo vengo de una pantalonera de Quintanar que cerró, y ya llevo trabajando con Alejandro siete años. Nos da pena que nadie quiera ocupar nuestros puestos cuando nos jubilemos. Vienen becarios a hacer dibujitos, pero no a coser. Yo tengo dos hijos. Uno en Londres y otro en Albacete, ya tienen su vida hecha fuera", asegura Jerónima Torres Medina, trabajadora en el taller.
"Viene mucha gente de fuera y hasta del extranjero porque le han gustado los modelos que han visto de Alejandro. Nuestro pueblo se ha dado mucho a conocer a través del taller. Somos un puntito que no se ve mucho en el mapa, al lado de El Toboso, pero hemos abierto un poco las fronteras", confirma la costurera.
"Se mueve toda la economía del pueblo con esto. Hay gente que viene y se quiere llevar el vestido, pero tienen que esperar algún día para que lo podamos acabar, se quedan en el hotel y visitan los alrededores", asegura.
"Cada una de nosotras hacemos el vestido completo. Éste que estoy haciendo es de una clienta que ha venido desde Gandía con su hija, y nos trajo una foto para que nos inspiráramos", confirma.
"He trabajado en esto desde que salí del colegio. Eran otros talleres, con producción en cadena y todos los vestidos eran iguales. Esto es más bonito. Muchas veces hacemos prendas que luego ves que las lucen las famosas en las revistas", asegura Vicenta Patiño, mientras sigue moviendo la rueda de la máquina de coser.
"Tengo dos hijas, pero ninguna va a seguir mi camino. La mayor está casada y vive en Madrid, y a la pequeña no le va esto. Espero que este trabajo no se pierda, pero la gente no se anima a coser", concluye.
Son muy pocos los jóvenes que se quedan en el pueblo. Los hombres trabajan en la construcción sobre todo, en Madrid, y los jóvenes prefieren estudiar en la Universidad.
Álvaro Aguilar Torres, es uno de los trabajadores más jóvenes. "Llevo seis años trabajando como cortador de patrones. Lo primero que pensé cuando entré, es si me sentiría cómodo entre tanta mujer, pero la verdad es que sí, me han acogido y me cuidan muy bien. Es como si tuviera 14 madres", afirma.
"Aquí, la gente joven quiere sacarse carrera y se van a las grandes ciudades. No se quedan", concluye.
"Llevo media vida trabajando en el taller" asegura Andrea Daniella Fekete, patronista. "Empecé desde abajo, con 18 años, pegando entretelas, con la madre de Alejandro. Nací en Rumanía, y tanto mi madre como yo vinimos aquí y comenzamos a trabajar en esta empresa. Todo lo que sé, me lo ha enseñado Alejandro" asegura.
"Me gusta vivir en Miguel Esteban, aquí me he casado y ahora estoy embarazada. Mi abuela y mi madre también fueron modistas, así que nunca se sabe, quizás mi hijo o hija continúen la tradición", concluye.