Pocos complementos han conseguido sobrevivir al paso del tiempo como el abanico. Objeto de deseo, misterio y fascinación, su significado siempre fue más allá de su aspecto utilitario.
Su origen no es reciente. Los testimonios lo ubican por primera vez en la Antiguedad, con representaciones destacadas como en la cabeza de una maza ceremonial perteneciente a Narmer I o en la tumba de Tutankamón. "Es en el siglo XIX cuando el abanico alcanza una significación social más compleja, pues era indicador de estatus y signo de distinción y elegancia de la mujer que lo portaba. Pronto se extendería este accesorio a toda la sociedad y se convertiría en un elemento imprescindible en el ajuar femenino", según explica el Museo del Traje.
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