Simone de Beauvoir y Sartre se amaron a fuerza de debate, de admiración, de escritura, de coitos con otros, de complicidad y espacio. Estuvieron juntos cincuenta largos años, juntísimos, aunque vivían en domicilios distintos. Eligieron una forma muy curiosa de quererse, que era leyendo y comentando los textos del otro -como síntoma de un conocimiento profundo del pensamiento del otro-.
Optaron por un estar aquí consciente, sabiendo lo que se hace y por qué se hace, intentando que el mundo no fuera una fiesta de locos: es decir, abrieron camino al existencialismo, una nueva fórmula de la vida intensa. Rumiaron todos los temas: la ética, el cuerpo, las drogas; y los fueron predicando por cada club de jazz, cóctel de albaricoque mediante.
Claro que no iba a ser oro todo lo que relucía: como en todas las pasiones férreas, convivían buenos sentimientos y mezquindades. Diminutos celos. Egoísmos. En 1954, Simone de Beauvoir escribió una novela llamada Les Inséparables, donde desgranaba su estrecha amistad con una compañera de clase que había muerto a los 21 años.
Era material explosivo para ella, unos textos donde había depositado sus inquietudes primeras, sus coqueteos con el mundo, los deseos compartidos, la militancia natural entre dos hembras que se abrazaban completamente. Sin embargo, un celoso Sartre la descartó por “carecer de interés”, aunque en realidad nunca le hizo mucha gracia la forma en la que Simone había sacralizado a su amiga -la veía como a un fantasma peligroso, presente siempre desde su ausencia, como la Rebecca de Hitchcock-, y él se decidió a minimizar la obra.
"Se tapó la nariz"
Contaba Beauvoir en sus memorias que, cuando se la enseñó a Sartre, él “se tapó la nariz”. “La historia parecía no tener una necesidad interna y no sabía mantener el interés del lector, me dijo”, confesó ella. Ella, absolutamente imbuida por la opinión de su amante-amigo, ni siquiera intentó publicar el trabajo. Acabó en sus archivos. Pero sí es importante señalar que, aunque la escritora destruyó muchas de sus obras -porque al cabo de un tiempo no las soportaba o le parecían mediocres-, nunca acabó con ésta. La editorial que la publicará la define como “demasiado íntima”. Veremos.
Lo que sí sabemos es que el libro es un tratado entre las complicidades de dos mujeres jóvenes que peleaban contra las formas convencionales a las que tenía que ceñirse la mujer de principios del siglo XX en París: castas, devotas, obedientes, criadas para abandonar muy temprano sus propios intereses en función de los dictámenes de la sociedad y del marido.
La amiga querida de Beauvoir se llamaba Elisabeth ‘Zaza’ Lacoin: fue una de esas personas que uno conoce a una edad núbil y que marcan inequívocamente tu carácter y, con él, tu destino. Zaza murió de encefalitis después de pelear duro, contra su familia, su amor con el filósofo Maurice Merleau-Ponty, a quien había conocido a través de Simone. Esta obra fue descubierta por Sylvie, la hija de Beauvoir, que además se ha encargado del prólogo para su publicación. Les Inséparables se lanzará en Francia en octubre de este año. Las ediciones en inglés llegarán en 2021.
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