Monja, militar, conquistadora... La vida de Catalina de Erauso es una auténtica novela de ficción. Su figura ha pasado a la historia por su rebeldía, su rupturismo y una vida marcada por la violencia, el travestismo y un lesbianismo oculto.
De hecho, es en uno de sus retratos más míticos pintado al óleo en 1630 donde se puede ver a una irreconocible Catalina de Erauso con aspecto masculino. Una obra cuya autoría se atribuye al pintor madrileño Juan van der Hamen. Pero Catalina no solo rompía con el estereotipo femenino a través de su aspecto físico y estético, su recorrido y participación en varios conflictos y su actitud violenta se oponía totalmente a la feminidad de la época.
Según relata Mado Martínez en su libro Putas, brujas y locas (Editorial Algaida), Catalina escapó de un convento para vivir "al más puro estilo picaresco", sirvió a la Corona española sin que nadie sospechara que era una mujer, y cuando este secretó salió a la luz hasta el Papa Urbano VIII le concedió licencia para seguir vistiendo con ropas de hombre.
Monja, rebelde y travesti
Hasta el inicio de la historia de Catalina está marcado por el misterio. Catalina de Erauso escribió en su autobiografía que nació en San Sebastian en 1585, pero en su partida de bautismo de la parroquia donostiarra de San Vicente encontramos una fecha diferente: el 10 de febrero de 1592. Con tan solo cuatro años, ingresa junto con sus hermanas en el convento de San Sebastián el Antiguo, cuya priora es una tía suya.
A los 15 años, la joven tiene una reyerta con otra de las novicias y se escapa, huyendo del convento. Es tras su fuga cuando decide cortarse el pelo y vestir ropas de hombre para ocultar que es una mujer. "Corté e híceme de una basquiña de paño azul con que me hallaba, unos calzones; de un faldellín verde de perpetúan que traía debajo y una ropilla y polainas: el hábito me lo dejé por allí, por no ver qué hacer con él. Cortéme el cabello y echélo por ahí", escribía en su autobiografía Historia de la monja Alférez Catalina de Erauso, escrta por ella misma (Cátedra, 2011).
Según ella misma relata huye a raíz de un altercado que describe: “Estando en el año de noviciado, ya cerca del fin, se me ocurrió una reyerta con una monja profesa llamada doña Catalina de Aliri, que viuda entró y profesó, la cual era robusta, y yo muchacha; me maltrató de manos, y yo lo sentí”.
Antonio de Erauso
Catalina de Erauso se hizo llamar por diferentes nombres a lo largo de su vida: desde Pedro de Orive hasta Alonso Díaz o Antonio de Erauso. Este último le sirvió para heredar en el testamento familiar. Sin duda, utilizaba este travestismo para cambiar su identidad en el plano personal y civil. "Fueron innumerables las ocasiones en las que se peleó a cuchilladas, espadazos y tiros con todo aquel que se le puso por delante", relata Mado Martínez.
Tras desempeñar diferentes oficios al servicio de varios amos, uno de estos puestos le llevó a Lima, donde mantuvo relaciones con la sobrina de su nuevo jefe, tal y como ella cuenta en su autobiografía que nos muestra sin tapujos su lesbianismo. Esta relación le supuso el despido, uno más en la lista. Así, decide enrolarse en el ejército, llegando a ascender a alférez. Pasó a luchar al servicio de la Corona española y desempeñó un papel destacado en la Guerra de Arauco contra los mapuches de Chile. "Se ganó la fama de valiente y diestra en las armas y en ningún momento nadie, nunca, llegó a sospechar que se trataba de una mujer", escribe la autora.
Con un carácter vehemente, vivió su vida trasladándose de un sitio a otro, siempre vinculada a luchas o peleas. Era una "buscavidas que supo encontrar la suya vestida de hombre, acogiéndose al único género que por aquel entonces le permitía ser ella misma, se desenvolvía como una experta forajida", relata Mado Martínez.
La confesión
Tras idas y venidas, fue acogida por el obispo de Guamanga, con el que Catalina de Erauso creó un fuerte vínculo. Hasta el punto de sentir la necesidad de confesarle su verdadera identidad. Aunque el obispo no la expulsó, tiempo después decidió volver a España y presentarse ante el rey Felipe IV para pedirle que premiara sus servicios. "Felipe IV le mantuvo la graduación militar de alférez y dio en llamarla la monja alférez, permitiéndole también seguir haciendo uso de su nombre masculino", escribe la autora. Así, el rey le permitió llamarse Antonio de Erauso y el Papa Urbano VIII la dejó seguir vistiendo ropas masculinas.
Su transformación era tal que hasta acabó matando a su propio hermano Miguel de Erauso durante una pelea, porque ninguno de los dos se reconoció mutuamente. Algo muy interesante de la historia de Erauso es cómo se aceptó en aquella época su identidad, cuando ya existían tratados sobre "la transmutación del sexo".
"Esta transmutación era concebida como un fenómeno de orden natural en la que no mediaba ningún arte demonológico o brujeril. Sucumbieron ante la fascinación de casos como el de Catalina de Erauso, en los cuales no hallaban ningún motivo de escándalo, sino algo común y cotidiano entre los siglos XVI y XVII", relata la escritora. Del final de la vida de Catalina hay poca información, se le perdió el rastro y se estima que pudo fallecer alrededor de 1650 en América, a donde había regresado.